“Estaban muy sorprendidos porque en el patio todo el mundo quería jugar con ellos”

Niños ucranianos refugiados en Catalunya empiezan las clases entre abrazos y juegos

Arbúcies“Cuando jugamos veo que están felices, pero a veces se ponen tristes y no sé qué puedo hacer para ayudarlos”, le confiesa Yaros, de 9 años, a su tutora, Dolors Planas, que le responde: “No hay que hacer nada, lo importante es que sientan que estás a su lado para lo que necesiten, sea reír o llorar”. Yaros –que es el diminutivo de Yaroslav– nació a Kiev (Ucrania) y ahora ejerce de anfitrión –y traductor– de sus nuevos compañeros de escuela: Roman y Bohdan (sus primos de seis y nuevo años), y de Yarina, de diez años, que es la hija de su padrino. A principios de mes, los tres niños llegaron con sus madres, Natàlia y Olesia, huyendo de las bombas y el terror de la guerra, y se han instalado a la masía de la familia Bilinsky, que hace cuatro años que vive en Arbúcies (la Selva).

Acabados todos los trámites de escolarización, el lunes fue su primer día de clase en la Escola Vedruna del pueblo, donde los han recibido con los brazos abiertos. “Estaban muy sorprendidos porque vieron que había niños de todo el mundo: de Marruecos, India, Rumanía... Pero sobre todo estaban muy contentos porque, en el patio, ¡todo el mundo quería jugar con ellos! ¡Incluso les pasaban la pelota para que marcaran gol!”, relata el pequeño con mucho énfasis. “Piensa que es una proeza que les pasen la pelota, porque todos la quieren siempre”, puntualiza Planas con una sonrisa.

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Para superar la barrera idiomática, la tutora de cuarto hace uso de las aplicaciones o pide ayuda a su traductor predilecto, Yaros. “Tenemos también recursos educativos y, entre que saben alguna palabra en inglés y la comunicación no verbal, ¡lo acabamos consiguiendo!”, destaca. De momento, han ido solo por las mañanas, puesto que cuando llega un nuevo alumno, la prioridad es la acogida. “Ahora es secundario lo que aprendan académicamente, ya llegará. Lo importante es que se sientan bien, acogidos, queridos”, recalca la directora, Glòria Bohils. Y su homóloga de primaria en el Vedruna de Palamós, Gemma Vilar, añade que solo el hecho de ir a una escuela les ayuda mucho a pesar de que no entiendan nada al principio. “Además de que tienen una rutina, al final los niños lo que necesitan es estar con otros niños y no pensar en los problemas que pueden tener en casa”, expone.

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Rusos y ucranianos compartiendo pupitre

En este centro del Baix Empordà han recibido dos alumnas nuevas a tercero de primaria este viernes: el Alisa y el Adelina, que también llegaron de Ucrania y que son amigas de otra familia de la escuela. “Ellas estaban muy contentas y emocionadas, venían con una sonrisa. Y, al final, se han quedado a comer y todo!”, resalta. Además, la directora subraya que todos los compañeros se han volcado para hacerlas sentir como casa. “Ha venido un alumno de bachillerato, que es de origen ucraniano, por si necesitábamos traductor, y las niñas también han visto como todo el mundo intentaba comunicarse con ellas, a pesar de no saber su idioma”.

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En las dos escuelas hablaron de la guerra de Ucrania cuando estalló, exponiendo las causas del conflicto con palabras que los niños pudieran entender. Vilar admite que, al principio, sufrieron por si surgía algún conflicto, porque tienen alumnos rusos y ucranianos. “Pero no ha habido ningún tipo de problema. Los niños lo ponen todo muy fácil, somos los adultos que nos complicamos”. 

Y es que la simplicidad y obviedad de los razonamientos infantiles suelen dejar sin palabras. Como la opinión de Yaros sobre la invasión de su país: “No entiendo cómo una persona tan poderosa puede atacar a la población cuando no tenían nada que ver con la guerra ni tenían la culpa. Él ya tiene media Asia y una parte de Europa, me sorprende porque, con todo lo que tiene, ¡todavía quiere más!”, recalca contundente y enfadado.