Feminismos

El feminismo en chicos adolescentes: "Envían a las chicas a fregar los platos, pero en casa los friegan ellos"

Un estudio señala que en secundaria los chicos viven en una brecha de género mayor que la de sus padres

BarcelonaNacidos en la cuarta ola del feminismo, el Me Too y las políticas igualitarias, los chicos y chicas adolescentes que ahora están en los institutos están más separados que sus padres a la misma edad. A ellos el feminismo se les ha atragantado, porque sostienen que se les señala a todos como agresores y al final resultan discriminados porque todo se hace para favorecer a las mujeres. En cambio, las chicas asumen que el feminismo significa igualdad, pero para mantener la convivencia con sus compañeros rechazan los posicionamientos que consideran radicales.

Conscientes de esta brecha de género, que se constata encuesta tras encuesta, investigadores del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS) han planteado diversas cuestiones a adolescentes de 4º de ESO (14 y 15 años) de nueve institutos de las comarcas de Barcelona. Se trata de una investigación cualitativa, basada en la escucha de los jóvenes, distribuidos en grupos de chicos, chicas y mixtos.

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La conclusión es que ellos y ellas se educan en las mismas clases y conviven en los mismos espacios pero viven en mundos paralelos, y les separa un "abismo" mayor de lo que cabría esperar. Pese a que existen rasgos comunes en los posicionamientos, cuando el debate es mixto los chicos muestran cierta empatía por las vivencias de discriminaciones y temores que viven sus compañeras.

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De los grupos de discusión, los investigadores (Maria Freixanet, Jana Pous y José Berna) apuntan a que los chicos se nutren de "discursos militantes" provenientes de la mascloesfera, las redes sociales y la pornografía, que los bombardean con mensajes sobre las injusticias que sufren por ser hombres a causa de las políticas feministas. Así creen que no sólo se han alcanzado cuotas de igualdad sino que, encima, las mujeres les están pasando por encima, impulsadas por las políticas de cuota.

La buena noticia, según Freixanet, es que estos adolescentes repiten datos o frases neomachistas y, en cambio, mantienen actitudes positivas hacia la igualdad. Cuando se enfadan, por ejemplo, recurrentemente "envían a las chicas a fregar los platos, pero en casa ellos lavan los platos como sus hermanas", indican los investigadores.

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Freixanet atribuye este comportamiento contradictorio a que, para estos chicos, "la irreverencia es el antifeminismo, porque feministas lo son el gobierno, mamá y escuela". Es, pues, una forma de rebelarse y de formarse una identidad masculina, empujados por el seguimiento de grupos virtuales en los que se alimentan sin ningún posicionamiento contrario.

Las chicas adolescentes tienen más claro que sus madres a la misma edad la utilidad del feminismo, pero al mismo tiempo utilizan "estrategias" para rebajar sus posicionamientos y ahorrarse comentarios de los compañeros. Incluso dejan de calificarse como feministas, aunque lo son, básicamente por no ponerse en contra de los chicos. De este modo, asumen que el "feminismo de antes", el de sus madres, sí que era útil y que, en cambio, ahora que ya se ha alcanzado la igualdad feminazis se están excediendo. No es que no sepan detectar al machismo, pero lo consideran una "cuestión del pasado ya superada, de los padres y los abuelos", apuntan los investigadores.

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Donde consideran que no ha llegado la igualdad es en la violencia sexual. De hecho, es el tema que más les preocupa a ellas y el que más las autolimita a la hora de realizar una vida normalizada. Se dan cuenta de que sus compañeros son más libres y, por el contrario, ellas tienen miedo a ir solas por la calle y sufren acoso, con miradas, comentarios o tocamientos indeseados.

En cuanto a los chicos, minimizan la violencia machista hasta que las compañeras les rebaten con el relato de vivencias personales. "En la escucha de los grupos mixtos, ellos entonces terminan rebajando el discurso", apunta Freixanet. Otra de las particularidades es que esos mismos chicos que afirman que los hombres están discriminados piden más castigos para los agresores, aunque los sitúan fuera de su núcleo más cercano o como enfermos mentales. Para los investigadores, es una forma copiada de los influencers y partidos de ultraderecha para exculpar a los hombres de cualquier responsabilidad.

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Pese a la sorpresa de que los chicos y chicas construyan valores diferentes, los investigadores se muestran confiados en poder eliminar los comportamientos machistas y que lleguen a la juventud comprometidos con la igualdad. Sin embargo, dicen que los propios adolescentes rechazan las charlas y los cursillos en los que los adultos dan "la chapa" sobre qué es ser feminista. La coeducación, trabajar estas cuestiones en clase o tener espacios conjuntos de ocio que les haga dejar la pantalla y volver a sentarse en el banco como sus padres podrían ser buenas soluciones. También ponen sobre la mesa que la sociedad no puede culparles de todos los males del patriarcado y que "los adultos son los que tienen la responsabilidad" final, apunta Freixanet en referencia a los jóvenes.