"Al final todas os acabáis relajando": denuncian por agresión sexual a un masajista de Viladecans

Cristina decidió emprender acciones legales contra el hombre medio año después de unos hechos que le han cambiado la manera de ser y de relacionarse

BarcelonaLas primeras sesiones fueron bien. Los masajes eran correctos. Veía que los problemas en la zona del hombro que arrastraba desde hacía tiempo mejoraban. Pero después del primer confinamiento, en verano de 2020, las manos del masajista empezaron a centrarse sobre todo en los glúteos y las piernas. A Cristina le costaba entender por qué una lesión en el trapecio requería focalizar los masajes en el tronco inferior, pero él le explicaba que todos los nervios estaban conectados y que trabajar en esta zona ayudaría a solucionar el dolor.

En agosto ya hubo una primera sesión en la que se sintió incómoda. Y en septiembre él le dijo que tenía una contractura en las ingles y le tocó la zona genital. Ella dijo que no quería que le hiciera un masaje en esta parte del cuerpo y él se molestó y le reprochó que no confiaba en él. Al llegar a casa, Cristina le mandó un mensaje para comentarle que no se había sentido cómoda porque es una zona muy íntima, y él le dijo que no había ningún tipo de problema. Las sesiones se acabaron durante unas semanas. Tenia decidido que no volvería al centro de estética y nutrición deportiva de Viladecans donde hacía más de un año y medio que iba. Su marido, en cambio, lo siguió visitando. Cristina no se sentía capaz de explicarle nada.

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En noviembre la propietaria del centro le llamó. El marido le había explicado que seguía teniendo dolor en el brazo y ella le dijo que se hiciera un nuevo masaje. No supo decir que no. Se volvió a estirar sobre la litera y la sesión empezó bien, insistiendo en el brazo que le hacía daño. Después el otro brazo, la espalda, y bajó a los tobillos y la pierna. Y, de repente, tal como explicó Cristina en la denuncia que puso a los Mossos d'Esquadra de Gavà, el hombre la agredió: le introdujo los dedos en la vagina y empezó un movimiento circular para masturbarla. Cristina se quedó paralizada. Un bloqueo total que le hacía imposible hacer nada. Sentía una presión terrible en la garganta. El cuerpo no respondía. Tuvo miedo. Hasta que, al cabo de un rato, él le dijo que se lavara en el bidet y se marchara.

"Tardé en decírselo a mi marido, tenía la sensación de que le había sido infiel porque no había sido capaz de protegerme", recuerda Cristina. Cuando lo pudo compartir el impacto fue muy grande. El masajista era la pareja de la propietaria del centro y tenían cierta relación de confianza. "Tenia dudas de qué podía hacer, veía los casos que aparecían a la televisión, estaba claro que era un abuso, pero las resoluciones judiciales eran contrarias", relata Cristina para manifestar los miedos que tienen muchas de las personas que sufren abusos: el temor a no ser creídas.

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Tomar conciencia de la gravedad de los hechos

En abril empezó terapia. También lo explicó a su madre y a sus hermanas. A través de una de ellas, de la pequeña, se puso en contacto con la asamblea feminista de Viladecans, donde se dio cuenta de la gravedad de los hechos y de que había que denunciar. "El contacto con nosotros le sirvió para coger fuerzas, para salir adelante con las acciones que creyera oportunas", explica Marta, miembro del grupo feminista del municipio, que rápidamente intentó tender redes alrededor de la chica. Finalmente, el 13 de mayo denunció el agresor, F.J.A, de quién comprobaron que no estaba colegiado como fisioterapeuta y, aún así, llevaba toda la vida haciendo masajes. Y en algunos casos estos masajes provocaron cierto malestar a algunas usuarias del centro, que se encontraron incómodas por las zonas del cuerpo en las cuales él incidía, a pesar de que ninguna lo califica de abuso.

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Lo que le pasó hace un año a Cristina le ha afectado en su manera de ser. Su relación de pareja ha cambiado. Los abusos le han hecho perder seguridad y tener desconfianza hacia los hombres: quedar con alguien a solas no le es fácil; cuando viaja en transporte público va siempre alerta, con miedo. Emprender la vía legal forma parte del proceso de sanación, pero a la vez busca intentar que estos hechos no se repitan: "Al final todas os acabáis relajando", recuerda que le dijo él mientras se limpiaba. Unas palabras que a Cristina y al despacho Nèmesi Abogadas que la asiste les hacen pensar que su experiencia puede no ser aislada. La denuncia está a estas alturas en fase de instrucción, a pesar de que, al tratarse de un caso que comporta una pena superior a los nueve años de prisión, la causa se tramitará en forma de sumario para garantizar los derechos tanto de la defensa como de la acusación. En su declaración él negó los hechos y le atribuyó la responsabilidad a ella.