Entrevista

Fatima Ouassak: "Si fuera blanca, sería la madre toffu"

Autora de 'El poder de las madres'

Fatima Ouassak nació en Marruecos, pero se trasladó a Francia con sólo un año. Politóloga y activista, presenta el ensayo El poder de las madres, escrito desde la rabia ante el racismo y la islamofobia, y el miedo por las consecuencias que esto puede tener para sus hijos. Defiende el poder que las madres tienen si son capaces de organizarse políticamente.

¿Por qué creó el Frente de Madres?

— Me enfrenté a un problema: los alimentos en las aulas. Quería la opción de un menú saludable, que hubiera opción de un menú sin carne. Y mientras luché sola no logré nada. Cuando nos organizamos a nivel local tuvimos resultados. O sea que la estrategia de unirse funciona, sigue funcionando.

Organizarse cómo?

— Creo que la mejor forma es la sindical, organizarse como si las madres fuéramos trabajadoras de una fábrica o de una empresa. Esto significa que puedes hacer huelga, tomar la calle… Por eso organizé el Frente de Madres.

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Habla en el subtítulo de un nuevo sujeto político. ¿Qué significa?

— Que las madres pueden ser sujeto político, colectivo. Cuando pensamos en madres, imaginamos a individuos cuidando a sus hijos biológicos, pero pueden organizarse también como un grupo con un interés común.

¿Esta lucha no encaja dentro de organizaciones ya existentes?

— No encaja por dos razones. La primera es que las cuestiones vinculadas a la maternidad no han parecido tradicionalmente interesantes al feminismo.

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¿Y la segunda razón?

— Que somos musulmanas y no blancas y reivindicamos políticamente la igualdad. Y eso duele, porque a las mujeres musulmanas que viven en barrios populares se les pide que se callen, que sean invisibles. Porque si tienen la suerte de vivir en Francia, el país de la libertad y la fraternidad, deben dar las gracias. Y la tendencia, si se quejan, es decir: ¿por qué protestas? Tienes suerte de vivir aquí y no en tu país de origen. Si fuera blanca, ya me hubieran nominado a la madre tofu del año.

¿De verdad lo cree?

— Sí, nos habrían aplaudido las feministas y la izquierda. Pero no lo hacen porque ven a nuestros hijos como una amenaza demográfica y terrorista.

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¿Qué deben hacer las madres si perciben injusticias?

— Yo hablo de la madre dragón y la madre tapón.

Madre tapón?

— Las instituciones nos piden que juguemos un rol de pacificadoras. Cuando en Francia los jóvenes protestan porque ha habido algún abuso policial, y hay disturbios, los políticos dicen: traedme una madre. Y les piden que hagan un llamamiento a la calma. Y es una forma de invitar a las madres a reproducir las injusticias y la desigualdad. Yo interpelo las madres dragón.

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¿Qué significa esto?

— Que rechacen ese rol. Que cuando lleguen los políticos les digan: yo no llamo a la calma, yo entiendo la cólera de estas personas jóvenes, entiendo por qué queman coches, y es porque han asesinado o herido a alguien. Esto es ser una madre dragónsolidaria, no sólo con tus hijos biológicos, sino con toda la infancia.

Pienso en el caso de Nahel Merzouk.

— Tenía 17 años cuando fue asesinado de una bala en el estómago. Un vídeo mostraba cómo el joven no había agredido a ninguna policía, sino que un agente directamente lo ejecutaba. El caso dejó al país en choque. Y cuando empezaron los disturbios, le pidieron a la madre de Nahel que interviniera.

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¿Y qué hizo?

— Negarse. Dijo que para ella la violencia era matar a sangre fría a un adolescente, no quemar coches. Sé que esto es difícil, porque asumimos riesgos cuando rechazamos lo que se nos pide. Es muy difícil no jugar el rol de la madre tapón, de la madre mediadora.

También por miedo, ¿no? Para que su hijo no sea el próximo…

— Pero no tenemos esa opción. El año pasado en las elecciones la extrema derecha casi alcanza el poder, y no podemos descartar que ocurra en un futuro. No sé si somos conscientes de lo que significa. Francia bascula hacia un régimen fascista, y esto es especialmente peligroso para las personas migrantes y musulmanas. Lo arriesgado hoy es educar a nuestros hijos en la lucha, la resistencia, y quedarnos después en casa. No tenemos otra opción que organizarnos políticamente.

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Pero, a su vez, algunos ídolos de los jóvenes son hijos de inmigrantes, como Lamine Yamal.

— El fútbol es fútbol, no tiene ningún rol político ni intelectual. Los jugadores de fútbol racializados en Francia se convierten en extranjeros cuando pierden o no hacen lo que se espera de ellos, y sólo son considerados iguales si marcan goles. Por mucho que un jugador sea admirado, los musulmanes no serán respetados. El problema de la islamofobia es estructural, y no cambiará por mucho que haya un jugador de origen marroquí. Lo único que permite luchar contra la islamofobia es un proyecto antirracista.

Dice que el libro es fruto del miedo.

— Sí, pero formar parte de organizaciones hace que no te mueras de pena o de miedo. Hay gente que me dice que quiere irse de Francia. Y yo les digo: ¿ir a dónde? El mundo es un lugar hostil, existe un fascismo mundial que se está organizando. No hay un paraíso al que podamos ir juntas. Irse no sirve, sirve organizarse a nivel local. Y se pueden hacer muchas cosas pequeñas, no es necesario hacer la revolución todos los días.