Gente que salva a la gente de Chiva y Utiel: "He vuelto a creer en el ser humano"
Los campesinos, vecinos y voluntarios se vuelcan en la limpieza de Utiel y Chiva
Chiva / UtielEs sorprendente ver felicidad en medio de una tragedia. Vidas destrozadas, y muchas perdidas, por las inundaciones catastróficas, pero también sonrisas cómplices. Manténgase, todos juntos, en familia y con amigos, con el barro hasta las rodillas y sacándolo de las calles y de las casas. Con la esperanza de una madre y un hijo que se abrazan y se dicen que al menos pueden explicarlo. Con el amor entre una pareja que camina cogida de la mano entre calles llenas de escombros.
En la Comunidad Valenciana y en Castilla-La Mancha la gente se está saliendo gracias a la gente. El instituto de Utiel, uno de los municipios más afectados por la DANA, es un buen ejemplo de la destrucción. Vallas dobladas, ventanas rotas y pupitres tirados por el patio. ¿Dónde están los alumnos? Están todos encima de un remolque que va dando vueltas por Utiel y se detiene en esa casa donde necesitan más ayuda. Los jóvenes bajan y comienzan a cargar muebles. Se hacen bromas entre ellos y los propietarios de la casa, que lo han perdido todo, sonríen. También sonríe Pilar cuando explica que DANA ha dejado en nada los bajos que hacía un año que acaban de reformarse. Pidieron una hipoteca que todavía pagaban. También pagaban la tele. "Tengo lo que llevo encima", dice mientras se señala la ropa. Sonríe y lo hace con ironía, porque unas cuantas copas de vino y una botella de whisky han quedado intactas. "Cuando acabamos, brindaremos con todos los que nos están ayudando. Lo hemos perdido todo, pero al menos no estábamos en casa", afirma. Le ayudan a echarlo todo familiares y amigos, que son de otros pueblos.
Pero no hace falta ser ni conocido. Fernando ha venido de San Antonio, un pueblo cercano, a ayudar en lo que pudiera. Ahora está limpiando el porche de una desconocida. Hay efectivos de los Bomberos trabajando, también del ejército y de la Unidad Militarizada de Emergencias (UME), pero también es la gente la que está salvando a la gente. Son los campesinos, como Florencio, Antonio e Iván, que han venido con sus tractores y sus remolques a llevarse todos los restos que se van vertiendo en plena calle de Utiel. Ellos no son de esta pequeña ciudad de 11.000 habitantes, pero también han vivido su propio drama: muchos viñedos han quedado destrozados por las inundaciones. "¿Qué puedo hacer? Pues venir aquí, no me voy a quedar de brazos cruzados", comenta Florencio. Pinchan las ruedas todo el rato porque las calles están llenas de cristales escondidos debajo del barro, pero la cambian y continúan. Y así todo el dia. Hay personas que, de repente, se ponen a llorar. Todo es conjunto, los abrazos también.
Y hay personas que se quejan: "Si no fuera por los voluntarios, no sé cómo lo haríamos. Echo de menos los servicios de emergencia", dice Milagros. Lo cierto es que las calles están invadidas de tractores, remolques y todo tipo de vehículos agrarios de particulares que intentan abrir camino y llevarse los restos del naufragio. Todo lo llevan en un descampado en las afueras de Utiel que se ha convertido en un vertedero de recuerdos. Hay muebles, electrodomésticos y desperdicios, pero también libros –como un lote de enciclopedias o una colección de novelas, como Viaje al centro de la tierra,Ivanhoe o Los tres mosqueteros–, marcos de fotos, cochecitos, muñecas e incluso un paquete de condones. Los vecinos sólo esperan los peritos y que las ayudas lleguen lo antes posible. El alcalde de Utiel, Ricardo Gabaldón, explica en declaraciones al ARA que los daños son "estratosféricos". Ahora mismo no puede dar una cifra. Todo el mundo se ayuda para limpiarlo todo, pero todo el mundo también se ayudó el martes. Hubo escenas de vecinos de arriba rescatando a los de abajo ya personas que se tiraron al agua para coger a otros.
Riadas
Después de las riadas de agua, este viernes las riadas en Chiva, unos 30 kilómetros más abajo, eran de gente. Una cadena de una cincuentena de personas llevaba agua de una balsa del centro del pueblo hasta la calle principal, donde la iban tirando para deshacer el barro y echarlo por el alcantarillado. El agua no paraba de llegar, y después otro grupo con escobas la desplazaba a toda velocidad. En ritmo era frenético. Han venido de Cheste, de San Antonio, de Requena, todo pueblos de al lado, pero también de Valencia. Dos niños totalmente baldados se sientan en un escalón con una pelota manchada de barro. "Han trabajado duro, como si fueran adultos", dice una anciana que se les mira.
"Creo que hoy he vuelto a creer en el ser humano", dice Carmen, de Chiva, desde la puerta de su garaje, totalmente destrozado. Juan, que ha venido de Teruel, le está ayudando. No se conocen. Vuelve a creer en el ser humano cuando ve que la plaza mayor de Chiva está llena de voluntarios. Una trabajadora del Ayuntamiento ha hecho sartén. En una mesa hay fruta, agua, empanadas, café... En las casas están haciendo bocadillos que llevan a quienes sacan barro. Lo hacen los ciudadanos de Chiva, los voluntarios y también los militares. Nadie es más que nadie. Los campesinos han perdido sus cosechas y están limpiando casas que no son suyas. Un empresario ha perdido los 60 coches que tenía a la venta en su parking exterior, y está ayudando a limpiar un taller de enfrente.
Chiva y Utiel han pasado de ser ciudades aisladas, catastróficas, donde nadie podía entrar ni salir, a ser ciudades colapsadas, con una muchedumbre de coches haciendo cola en sus accesos. No lo hacen para huir, sino para entrar a ayudar.