Dependencia

“Han mezclado gazpacho frío con canelones calientes para dar de comer a los ancianos más rápido”

El ARA presencia cómo es el día a día en una residencia de personas mayores de la Generalitat

BarcelonaUna docena de personas están sentadas en el salón-comedor. Algunas en sillas de ruedas, otras en sillones. Casi todas son mujeres y están medio dormidas, con la cabeza torcida, aunque sólo son las diez de la mañana y hace dos horas que las han quitado de la cama. De fondo suena una canción de José Luis Perales, procedente de un televisor encendido. Las únicas que parecen despiertas son un par de ancianas que acunan unas muñecas, y otra que se desliza la palma de la mano por encima de las mesas como si estuviera limpiando el polvo, aunque no tiene ningún trapo. En el salón-comedor ningún auxiliar de geriatría está pendiente. Las dos que trabajan esta mañana en la tercera planta de la residencia van demasiado ajetreadas atendiendo a otros pacientes.

Familiares de doce de los veinte ancianos que hay en la tercera planta de la residencia Alchemika de Barcelona han presentado una queja conjunta al Síndic de Greuges por considerar que el centro no cumple las condiciones básicas y de calidad. Se quejan de la carencia de gericultoras, de las pocas veces que cambian los pañales al día a sus familiares, de la poca supervisión y de pocos controles médicos.

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En la tercera planta están los ancianos que tienen algún tipo de demencia o deficiencia cognitiva. "A diferencia de otras plantas, no hay ninguna que pueda expresarse con lucidez y quejarse de lo que ocurre –dice la representante de los familiares, Elisabet March–. No queremos que se repita lo que le pasó a mi padre, que me lo encontré cagado y meado hasta arriba en dos ocasiones, y acabó muriendo de una infección".

Esta periodista ha visitado tres veces la tercera planta de la residencia Alchemika durante varias horas, sin identificarse como reportera para comprobar cómo es el día a día.

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"Hay que levantar primero a Juana de la cama, que está a punto de llegar su hija", dice una gericultora a otra para que se apresure a arreglar a la mujer antes de que se presente la visita. La otra gericultora estaba a punto de llevar al lavabo a otra anciana, pero la deja sentada en el salón-comedor y ya no la llevará durante toda la mañana.

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Ninguna supervisión

En la tercera planta, después del desayuno, las auxiliares de geriatría se encargan de llevar a los residentes al lavabo uno por uno. El proceso es laborioso. La mayoría no se sostienen de pie y hay que incorporarlos con una grúa y trasladarlos en silla de ruedas. Durante todo este tiempo, el salón-comedor queda sin supervisión alguna.

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"No te levantes, mira el bulto que tienes en la cabeza de levantarte sola", dice una gericultora a una abuela con un esparadrapo en la frente cuando la mujer intenta ponerse de pie. Otras dos personas están atadas con una especie de cinturón para que no se puedan mover del asiento. "Yo misma autoricé la contención para mi madre para evitar caídas que puedan tener consecuencias peores. Las cuidadoras hacen todo lo que pueden, pero no pueden estar en dos sitios a la vez", aclara Inés Martínez, que es hija de una de ellas.

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Durante la comida, hay ancianas que comen solas, pero, aun así, las gericultoras deben estar encima y repitiendo todo el rato: "Venga, cariño, come". A otros hay que ponerles la comida directamente en la boca. Sea como fuere, en menos de una hora todo el mundo debe haber comido. "A veces juntan el primer plato con el segundo para ir más rápido. Han llegado a mezclar gazpacho frío con canelones calientes", asegura otra familiar.

En el pasillo hay un calendario que detalla las actividades que en teoría se realizan cada día en la residencia. Sin embargo, algunos días no se hace nada en la tercera planta, aunque el calendario indica todo lo contrario. Esta mañana sí se imparte un taller ocupacional. Una técnica reparte varias fotografías entre las residentes para intentar llamar su atención, pero la mayoría sigue durmiendo, ni abren los ojos. Después da un pequeño masaje en brazos a un par de ancianas, carantoñas a otra y ya da el taller por terminado, aunque con el resto casi ni ha interactuado.

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Caídas y absentismo laboral

Alchemika es una residencia pública de 108 plazas, titularidad de la Generalitat, pero gestionada por la entidad Pere Mata Social. Es un centro amplio, luminoso, con habitaciones individuales, y en el que no falta el aire acondicionado en estas fechas. También tiene un consejo de participación en el que están representadas las administraciones, la dirección del centro, las trabajadoras, los residentes y los familiares, y donde una vez al año se informa de datos que residencias privadas difícilmente harían públicas. Por ejemplo, que en el 2024 se registraron 101 caídas entre los residentes del centro, que recibió 37 quejas y que el porcentaje de absentismo laboral fue de una media del 10%, según el acta de la reunión celebrada el pasado 3 de abril ya la que ha tenido acceso el ARA.

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"La ratio de auxiliares de geriatría en la residencia Alchemika está por encima de los requisitos normativos; así ha quedado validado en todos los informes documentales, revisiones presenciales y acciones inspectoras realizadas por el área de recursos propios y por el departamento de Inspección de la propia Generalitat", destacan fuente. La delegada sindical de UGT y auxiliar de geriatría Clara Castillo lo corrobora: "No falta personal de geriatría. Nunca he trabajado en una residencia tan bien como en ésta".

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La normativa actual establece que debe haber 25 auxiliares de geriatría por cada 100 ancianos con un grado de dependencia dos. Esto no quiere decir que todos estos gericultores trabajen simultáneamente, puesto que deben cubrir todos los turnos de la jornada y los 365 días del año. A efectos prácticos, cada cuidador se hará cargo, al menos, de una decena de personas. Durante la noche, el ratio es aún inferior: la normativa dice textualmente que basta con tres auxiliares para 150 ancianos.

Esta normativa data de 2014 y no se ha actualizado desde entonces, aunque el nivel de dependencia de los usuarios de las residencias no ha hecho más que crecer. ¿El Gobierno prevé modificarla? "La ratio actual garantiza suficiente presencia para atender de forma continua y adecuada las necesidades de todas las personas residentes", contestan por escrito fuentes del departamento de Derechos Sociales, que han declinado una entrevista con el ARA al respecto.

Actualmente, hay 966 residencias de personas mayores en Cataluña, de las cuales sólo 126 son públicas. Sin embargo, Derechos Sociales financia parcial o totalmente 44.158 plazas de residencia, que equivalen al 72% del total. El pasado año destinó 1.174 millones de euros. Un aumento del ratio de personal supondría, sin duda, mucho más dinero.