Salud

"El intento de suicidio fue una mierda pero salí del armario de la salud mental"

Andrea Gracia es una activista que lucha contra el estigma de los trastornos mentales y del suicidio desde su experiencia personal

BarcelonaA al adolescente Andrea Gracia le costó hablar de sus problemas porque ni siquiera era consciente de la gravedad de una enfermedad mental y no quería “preocupar” más de la cuenta a sus padres. En el bachillerato se sentía triste, perdida, incapaz de hacer nada con constancia, hasta el punto de que la familia estuvo de acuerdo con que dejara los estudios a medias. Ahora, con 24 años, admite que quizás no fue la mejor de las opciones porque no hacer nada le dio todo el tiempo del mundo para pensar. Y nunca en positivo. Se pasó dos años de terapia en un centro de salud mental: antipsicóticos para la depresión y el trastorno límite de la personalidad que la hacían pasar de la euforia a la depresión como si la vida fuera una montaña rusa. “Lo peor es que cuando estaba supercontenta la gente te veía más activa y pensaba que estabas bien y no es así, es igual de malo que cuando estás hundida”, asegura.

Lo peor fue cuando en una recaída, en 2019, intentó suicidarse. “Fue una mierda pero me sirvió para salir del armario de la salud mental”, afirma, porque a partir de entonces se ha hecho “activista para romper estigmas y visibilizar” las enfermedades mentales. Es miembro de Obertament, una entidad que en primera persona trabaja, precisamente, para dar a conocer las enfermedades mentales en primera persona. A través de su cuenta de Instagram (@__andregracia), la chica hace pedagogía y explica sentimientos y vivencias. “¿Por qué nos tenemos que esconder?”, se cuestiona.

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En realidad, como las físicas, las enfermedades mentales pueden afectar a todo el mundo en algún momento de la vida: “No estamos al 0% o al 100% sino que siempre convivimos con algún problema”, señala Miquel Juncosa, director de Obertament, que anima a ir al médico si el malestar emocional dura más de quince días para asegurar un diagnóstico y un tratamiento precoz para “cogerlo en los primeros estadios y evitar que se enquiste”.

El confinamiento fue para Andrea Gracia “un reset” en los adelantos que había hecho acudiendo desde hacía poco a las clases de arte, que la habían ayudado a desarrollar su talento con la ilustración y a combatir el miedo de socializarse y relacionarse con desconocidos. “Sé que no me he curado pero tengo cierta estabilidad y las etapas depresivas duran menos y las de alegría no llegan a la euforia”, explica.

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Los datos sanitarios hablan de un aumento de las enfermedades y trastornos mentales, agravados por el impacto del confinamiento, las restricciones sociales y la falta de perspectivas que se arrastran desde los primeros días de la pandemia, ahora hace un año, explica Juncosa. Así, la primaria cada vez ve más depresión, ansiedad, ataques de pánico o insomnio, pero se calcula que el 60% de los que tienen síntomas los ignoran. Para aumentar la conciencia social de que los problemas existen y se pueden tratar, Obertament ha puesto en marcha la campaña Jo tampoc estic bé [Yo tampoco estoy bien] con el objetivo de poner fin “al tabú” y generar a la vez “un espacio para hablar, hablar y hablar”, porque a través de la web se pueden escribir vivencias personales, afirma el director. “El estigma y el miedo de ser señalado o de ver frenada la carrera profesional son la gran barrera para pedir ayuda”, relata Juncosa.

Está de acuerdo con él Andrea Gracia, porque dice que no quería ser vista como “la rarita”, pero subraya que cuando pudo verbalizar sus problemas de salud fue “una liberación”. Ahora bien, afirma que es igual de nocivo recibir “paternalismo que juicios” y aconseja a los que “necesiten fuerza para salir del armario” acudir a grupos de ayuda mutua, “tomarse su tiempo y hablar sin presión”. Y para los que todavía sienten incomodidad, miedo o vergüenza de abrirse, les dice que piensen que con mucha probabilidad encontrarán delante a alguien que les responda con un “¡Yo también! ¡Somos tantos!” En este sentido, dice que la plena normalización solo llegará cuando “el cine, los libros o las series dejen de dibujar a asesinos como enfermos mentales, y los medios de comunicación de retratar la depresión como un trastorno oscuro”.

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Hay otro clamor de los profesionales y pacientes. La falta crónica e histórica de psicólogos y psiquiatras en la sanidad pública, cosa que obliga o bien a recurrir a la sanidad privada o bien sencillamente a no tratarse nunca.