"Nos llaman 'moro de mierda' y eso duele"
Los jóvenes de origen extranjero no se sienten de aquí a pesar de haber nacido en Cataluña
L'Hospitalet de LlobregatEsconden rápidamente en el bolsillo lo que tienen en la mano. “¿No serás policía, verdad?”, preguntan con desconfianza. Pasados unos minutos se relajan y continúan con lo suyo. Dib se enrolla un porro. Yasine se hace una raya de cocaína: coloca la droga encima de la carcasa del móvil y la esnifa. Abdel Haq, que no parece colocado, justifica que él se metió en esto de la droga cuando su padre se quedó sin trabajo y no llegaban a final de mes con lo que su madre ganaba limpiando. A los tres les encanta el Morad, el rapero catalán de origen marroquí que se ha convertido en un fenómeno musical. Este fin de semana hace tres conciertos en el Sant Jordi Club, de Barcelona, con pleno total.
Añoranza es la canción del Morad que más les gusta, dicen, que tiene ni más ni menos que 30 millones de visualizaciones en YouTube y empieza así: “Harto, harto, si lo único que quiero / comprarle a la mama ha sido un cuarto”. Y su estribillo dice: “Primero era la mama / segundo era la mama / tercero era la mama / la cuarta también quería a la mama”. Los tres jóvenes lo entonan al unísono súper motivados, mientras la canción suena de fondo en uno de sus móviles. Sorprende que canten alabanzas a sus madres, mientras se meten droga. Están en la plaza de los Bloques de la Florida. Son las siete de la tarde y ya ha anochecido.
La Florida es el barrio de L’Hospitalet de Llobregat de donde es originario el Morad, y los Bloques, los míticos edificios residenciales construidos en los años cincuenta que tanto salen en sus vídeos. Esta zona es de donde el rapero fue desterrado en octubre de 2022 por orden judicial, mientras se investiga su presunta implicación en altercados en el barrio. La medida cautelar continúa en vigor, según su abogado, Fernando Martínez.
La Florida también es el barrio donde a final del 2022 se llevó a cabo la operación Tetra, en la que participaron Mossos d’Esquadra, Guardia Urbana y Policía Nacional. Consistió en aumentar las patrullas, inspeccionar establecimientos y cachear e identificar a jóvenes que pululaban por la calle. Ahora, a toro pasado, fuentes de los Mossos reconocen que “los números no justificaban” la operación. O sea, ni había especial número de delitos, ni de plantaciones de marihuana, ni de nada. Solo “una percepción de inseguridad” que, por lo visto, no se ajustaba con la realidad.
Gaizkane Apodaka, la coordinadora de la asociación JAPI, con sede en la Florida y que trabaja con jóvenes vulnerables, explica que muchos chicos de origen extranjero han adoptado esta actitud de “masculindad arriesgada”. Es decir, “quieren que se note que están aquí, provocar a la autoridad, hacerse los peligrosos”. Algo que, asegura, han copiado del Morad, que en sus canciones es habitual que ataque a la policía. Y no solo eso, también lucen su mismo look: llevan chándal, bambas, y una especie de riñonera en bandolera. Morad es su referente, consideran que los representa.
Adam y Nadir son dos de esos replicantes del Morad. Tienen 14 y 15 años. El primero llegó a Catalunya con solo tres, y el segundo nació aquí. Ambos son de origen marroquí y forman parte del proyecto Diversitas de la asociación JAPI, destinado a adolescentes de tercero y cuarto de ESO con dificultades de aprendizaje. O en otras palabras, los que se consideran que enredan en clase. Al inicio de la entrevista ríen, se cachondean, es difícil que mantengan la atención. Pero cuando se ponen a hablar en serio, dan mil vueltas a cualquiera. Asombra su madurez.
Buscarse la vida
“En cuanto tengamos 16 años, buscaremos trabajo de lo que sea”, afirman. “Yo me pago mi ropa y el boxeo [que hace como actividad extraescolar]. Así intento ayudar a mis padres”, explica Nadir. “Si comemos fuera, también nos lo pagamos nosotros. Yo no quiero pedir 10 euros a mi madre”, dice Adam. Su madre trabaja “delante de un ordenador en Endesa” y su padre es mecánico de coches, pero en total son ocho hermanos, así que van justos en casa. Nadir dice que a su familia tampoco le sobra el dinero. Tiene cuatro hermanas, su madre trabaja en limpieza, y su padre es paleta. Los dos intentan ganar unos euros con una aplicación de venta y compra de criptomonedas que se han instalado en el móvil, y aseguran que sus amigos también se buscan la vida como pueden. Algunos hacen de entrenadores. Son quince en la pandilla. Todos de origen marroquí.
“Nosotros nos sentimos más marroquís que de aquí”, aseguran sin dudar. “Hay gente que me dice que me vaya a mi país -argumenta Nadir, a pesar de que ha nacido en Catalunya-. O se levantan cuando me siento en el metro”. “Nos llaman ‘moro de mierda’ y eso duele”, se queja Adam cabizbajo. Un sentimiento que no es para nada excepcional.
La UAB y el Centre d’Estudis i Recerca en Migracions hizo un estudio en 2020, Vers una identitat col·lectiva pluricultural, que ponía en evidencia precisamente eso. “Son vistos y tratados como extranjeros y tienen más dificultades para acceder a la vivienda y el mercado laboral”, resume el profesor Jordi Pàmies, coordinador del informe. “Es normal que se sientan de fuera, si la única relación que tienen con Catalunya es institucional, desagradable y represiva –opina Andreu Domingo, subdirector del Centre d’Estudis Demogràfics-. Los que primero nos tenemos que convencer que son de aquí somos nosotros, porque no nos lo creemos”.
La Florida se ha convertido en un lugar de peregrinaje de jóvenes de origen extranjero, atraídos por la figura del Morad. Sofian, Said y Adam pasean por el barrio, pero son de El Vendrell. Tienen 16, 18 y 17 años, también son de origen marroquí, visten como el rapero y son fan de sus canciones. Una de sus preferidas esDuros, tonos y flojos, con 21 millones de reproducciones en YouTube y que dice así: “Duro como los que trabajan / las ocho horas de jornada / con salario que no vale nada / y duro porque aguanta y se calla”. Ellos también se sienten marroquíes a pesar de haber nacido o crecido aquí, y denuncian que en Catalunya hay racismo.
“Este verano quería trabajar en un restaurante, pero prefieren a alguien de aquí. No quieren que los marroquíes trabajemos de cara al público y se nos vea”, dice Said. Los tres se dejan fotografiar. Posan haciendo la letra ele con los dedos pulgar e índice, el mítico símbolo del Morad que significa “lealtad”. El rapero también ha popularizado las siglas MDLR, con las que bautizó su primer y segundo álbum y que quieren decir en francés “mec de la rue” (chico de la calle). “Es que nuestro barrio es igualito a la Florida, o peor”, insisten los chicos. Ellos viven en Pisos Planes, en El Vendrell. Pero ¿cómo es la Florida?
Para empezar, lo que se conoce popularmente como la Florida son en realidad dos barrios, las Planes y la Florida, que constituyen el distrito IV de l’Hospitalet de Llobregat y están separados del centro del municipio por una barrera física: las vías del tren. Viven 49.282 habitantes y es una de las zonas más pobladas de Europa, con una densidad de 61.603 hab/km2 en el conjunto del distrito, y de 82.824 hab/km2 en el caso concreto de la Florida. Para que nos hagamos una idea de lo que estamos hablando, la densidad en el barrio del Raval en Barcelona es de 42.900 hab/km2. Los Bloques de la Florida, a pesar de su nombre, están situados en el barrio de las Planas y constituyen una parte relativamente pequeña dentro del distrito. Son en total 20 edificios con 816 pisos de 42 m2. Un auténtico hormiguero de gente.
El 52,3% de la población de las Planas y la Florida es extranjera –latinoamericanos, marroquíes, indios, pakistaníes…- y eso, lógicamente, ha cambiado la fisonomía de ambos barrios. Abundan los colmados, los locutorios o les establecimientos especializados en productos extranjeros. Como el de Alí, que vende mantas y decoración típica de Marruecos. Antes era rentable, asegura, pero ahora no le salen los números con tanta competencia.
En 2017 el Ayuntamiento de Hospitalet de Llobregat impulsó el Plan Integral Las Planas-Bloques Florida, que ha servido para limpiar la cara al barrio. Por ejemplo, se ha decorado la fachada de los Bloques de la Florida con bonitas pinturas y se han quitado algunos de los pequeños muros que rodeaban los edificios y donde se sentaban los jóvenes. Ahora hay menos muros y, en consecuencia, menos ruido por la noche.
Pero sobre todo para lo que ha servido el plan municipal es para fortalecer el tejido asociativo y promover infinidad de actividades sociales, educativas y culturales. También se ha construido un pequeño campo de fútbol de hierba artificial, que tiene un éxito total entre los jóvenes. El plan está dotado con 1,1 millones de euros anuales y durará hasta 2030, según su coordinador, Lluís Esteve. De hecho, entidades no faltan en el distrito. Incluso hay dos asociaciones de vecinos. También llama la atención que hasta tres asociaciones de defensa de la vivienda trabajan en los dos barrios.
La Asamblea de Defensa de Derechos L’Hospitalet se reúne cada martes a las 18.30 h en el local de Cáritas. La mayoría de los que asisten son inmigrantes. Llevan 12, 18, 20, 32… años viviendo en Catalunya y casi todos tienen trabajo. “Tenemos contrato, pero son contratos de mierda”, destaca una mujer. Algunas trabajan en limpieza, otras cuidando ancianos, otros en la construcción… Cobran sueldos que no les da para pagar un alquiler y viven en pisos ocupados. Todos dicen que han abonado entre 1.200 y 2.000 euros a “una mafia” para conseguir las llaves. “¿Qué cómo encontramos a las mafias? Ellos nos encuentran a nosotros. Son como buitres. Rondan en los sitios donde hay un desahucio y se aprovechan de nuestra desesperación”.
En la calle Illes Canàries, al lado de los Bloques de la Florida, los Mossos de Esquadra han desplegado diversas furgonetas con antidisturbios. Hay una orden judicial para desahuciar a Dominique y sus compañeros de piso. Todos son subsaharianos. Medio centenar de personas se concentran en la entrada del edificio para impedir el acceso a los agentes, mientras una representante de la Asociación de Vecinos la Florida, Mariló Fernández Indiano, intenta negociar por teléfono in extremis con la inmobiliaria. Al final consigue pactar un alquiler de 760 euros al mes por el piso, que apenas tiene 50m2. Lo pagará la propia asociación. “Después ya veremos de dónde sacamos el dinero”, comenta aliviada, mientras se desata la alegría entre los vecinos, que celebran con abrazos haber evitado el desahucio. El piso es propiedad de la empresa Global Lucanor.
No es una excepción. Consultando por internet los portales inmobiliarios, es imposible encontrar un piso de alquiler de 40 o 50 m2 en la Florida por menos de 800 o 900 euros al mes. Los precios están por las nubes y muchos locales comerciales se han reconvertido en viviendas. “Los precios son tan altos porque hay poca oferta y porque mucha gente de Barcelona se traslada a la periferia”, explica José Álvarez, responsable de desarrollo de Videsfront, otra de las ONG de defensa de la vivienda especialmente activa en la Florida.
De hecho, el informe de pre diagnosis que el Ayuntamiento de Hospitalet de Llobregat hizo en 2017 para diseñar el Plan Integral Las Planas-Bloques Florida ya ponía de manifiesto que la vivienda era uno de los principales problemas en el distrito IV. Ya entonces el 42,69% de los vecinos vivían de alquiler, el 17,26% de realquiler, y el 14,4% en pisos ocupados. Asimismo, destacaba que la mayoría de la población trabajaba “dentro de los niveles bajos de las categorías laborales”: restauración, limpieza, cuidado de ancianos, construcción…
A pesar de eso, ni el plan integral, ni la Generalitat ni ninguna administración está haciendo nada para resolver el problema de la vivienda. ADIGSA rehabilitó los Bloques de la Florida hace décadas, pero ahora la Agència de l’Habitatge se lava las manos porque los pisos ya son privados. Mientras, los Servicios Sociales de Hospitalet están desbordados y la pobreza no deja de crecer. Datos de Cáritas así lo avalan. En 2023 la cifra de hogares que recibieron ayuda de esta entidad en las Planas y la Florida creció un 28% respecto al año anterior. El incremento en el conjunto de Hospitalet fue del 9%.
Esperando un nuevo CAP
La lentitud de la administración va mucho más allá. Un ejemplo: en febrero de 2019 el departamento de Salud anunció la compra de un local para ubicar uno de los dos CAP que hay en el distrito. En la actualidad, los dos están en un mismo edificio, donde literalmente nos se cabe. Casi cinco años después, el nuevo y ansiado CAP aún no se ha inaugurado.
“Son familias humildes con ganas de tirar adelante y que confían en la escuela para que sus hijos lleguen donde ellos no han llegado”, dice el director de la escuela pública de primaria Joaquim Ruyra, Miquel Charneco, para definir a la población que vive en la Florida y las Planas. Según dice, no se diferencian tanto de la inmigración española de los años 60 y 70. El colegio está en las Planas y más del 90% de su alumnado es de origen extranjero.
En la Florida Club de Fútbol, la mayoría de sus más de 300 jugadores también lo son y lucen en la camiseta las siglas MDLR. El Morad financió la equipación el año pasado y generó un auténtico boom. “Muchos jóvenes querían jugar a fútbol para simplemente tener la camiseta”, explica el coordinador, José Rodríguez. En la actualidad, el rapero continúan patrocinando el club y todos los niños, hasta los más renacuajos, saben que esas siglas tienen que ver con el Morad. Otra cosa es que sepan qué significan. “El Morad construyó el campo de fútbol”, suelta uno, de 7 años, que apenas levanta un metro del suelo. En la Florida abundan los bulos sobre las supuestas proezas del Morad por el barrio.
La presidenta de la Asociación de Vecinos Distrito IV, Maite de la Concha, considera que la situación ha mejorado desde que desterraron al chico. “Antes traía drones para grabar y hacía el caballito con las motos, y nosotros no somos un plató”, afirma. Aun así opina que continúa habiendo un problema de “incivismo”.
Júlia Paula Portal Fernández, que es presidenta de la Asociación de Vecinos la Florida, no está de acuerdo que hayan echado al rapero del barrio y opina que “ya les va bien que existan barrios como la Florida”. O sea, que la inmigración de clase baja se concentre en lugares determinados en la periferia, lejos del resto de la población