La gran sequía

Bebederos secos, prados sin hierba y paja a precio de oro: la sequía acorrala a los ganaderos

Los rebaños del Pirineo ripollés no han podido pastar en el Empordà porque en la llanura ya no crece alimento

GeronaMuchas generaciones de pastores de los Pirineos han bajado los rebaños a las llanuras con menor altitud durante el invierno para buscar pastos verdes y bebederos de agua con temperaturas más agradables. Es parte del movimiento de trashumancia de la ganadería extensiva que, coincidiendo con el cambio de estaciones, lleva el ganado a cotas bajas en los meses de frío y después los devuelve a las montañas cuando comienza el calor.

Este año, sin embargo, por culpa de la sequía extrema que afecta a Cataluña, muchos pastores han dejado de hacer esta migración natural de los rebaños y se han tenido que quedar en los valles montañosos todo el invierno, ya que en la llanura no ha crecido suficiente hierba, falta alimento y las balsas para beber están secas. Esta situación complica la supervivencia de los animales y pone en riesgo la subsistencia del sector. En alta montaña, aunque esta temporada haya nevado especialmente poco y las temperaturas no sean gélidas, no crece vegetación suficiente para alimentar cientos de cabezas de ganado, así que los ganaderos deben comprar mucho forraje y no les salen los números para salir adelante.

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Primera vez sin trashumancia

Ramon Carbonell y Jaume Batlle son pastores veteranos de vaca de carne ecológica del Ripollès. Siempre bajaban a la comarca del Alt Empordà y este año se han quedado, por primera vez, en el Pirineo. Carbonell tiene un rebaño de 250 cabezas, que por estas fechas solía llevarse de Ribes de Freser para pastarlo en Colera y Port de la Selva, y Batlle trabaja con 120 vacas, que deberían estar en la cordillera del Pení, encima de Roses, pero ahora mismo rondan por una finca de Pardines.

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"Hace más de 40 años, a mediados de noviembre ya empezaba a nevar, bajábamos hacia la costa y no volvíamos hasta junio, nos estábamos siete meses, pero, con el paso de los años, cada vez se acortaba más el tiempo de trashumancia, hasta este invierno, que ya es imposible ir", explica Jaume Batlle, quien añade: “Es cierto que la zona del Cap de Creus es seca, llueve poco y hace viento, pero con el cambio climático ya no da ni para que crezca una brizna de hierba, y los animales necesitan beber agua para sobrevivir". Y concluye: "Aquí arriba ahora estamos a 18 o 20 grados en enero, parece verano, no sé qué haremos en julio, quedaremos asados”. El diagnóstico de Ramon Carbonell también es contundente: "He trabajado toda la vida, me quedan 5 o 6 años para la jubilación y el trabajo nunca había ido tan mal como hasta ahora, es un despropósito, no tiene pies ni cabeza", dice .

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La paja va cara

Si en el Empordà los campos están secos y no hay agua en las balsas, los ganaderos, para alimentar el ganado en los Pirineos, deben comprar cientos de kilos de balas de paja. Y, dado que ha aumentado considerablemente la demanda y se ha reducido la oferta, todo por culpa de la sequía, el precio de este forraje se ha doblado. Así, la falta aguda de lluvias ha provocado que los pastores necesiten más paja para los animales y, al mismo tiempo, que los campesinos tengan mayores dificultades para producirlos. "Es una rueda, la miseria lleva siempre más miseria, nunca falla", lamenta Ramon, que compra la paja en Francia y necesita 12 balas al día, que paga a 100 euros la unidad. "Me gasto 1.200 euros cada día y una vaca no vale eso. Si los gobiernos no nos secan las pérdidas, deberemos plegar", certifica. Carbonell pide ayuda a las administraciones, porque los seguros no sufragan la quiebra: "Este año he contratado un seguro por la sequía, pero me dicen que esta situación no la cubre", critica.

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Una opción para mitigar la sangría económica por el aumento de los precios es la de venderse parte del ganado, aunque todavía esté en edad de criar y la decisión repercuta en la producción de terneros de la próxima temporada. "He tenido que venderme unas cuantas vacas viejas, pero todavía productivas, para reducir costes y, con lo que me han dado, comprar comida para mantener a las más jóvenes", comenta Jaume, que continúa: "Además, todavía que no hayamos podido bajar, los propietarios de las fincas del Empordà donde pastábamos también quieren cobrar el arrendamiento, no sé cómo llegaremos a final de año, quedaremos a cero".

Clima de revuelta

Estas quejas del sector catalán se inscriben dentro de un clima global de reivindicaciones y fuerte malestar entre campesinos y ganaderos muy encendido por toda Europa. Mientras se organizan protestas en varias capitales europeas para el martes 13 de febrero, el sindicato agrario Unió de Pagesos de Catalunya ha convocado marchas y cortes de autopistas para protestar contra la importación de mercancías que hacen competencia desleal a los productos catalanes. "Esto no se puede aguantar, no hace falta haber estudiado mucho para ver que si nos quedamos sin campesinos y ganaderos tendremos un país sin alimento, un país sin futuro", se queja Carbonell. Y termina: "Hace más de 20 años que los políticos nos ponen trabas a los campesinos y ganaderos de aquí con muchas normativas. En cambio, dejan venir carne de China sin ningún control. Es lo más absurdo del mundo, y encima la sequía nos está matando, la situación es mucho más grave de lo que la gente piensa”.

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