Gerard Martí, psicólogo: "Tenemos que normalizar el malestar psicológico para dar un mensaje de esperanza"
BarcelonaEn la última publicación que Gerard Martí (@eficaciapsicologica) ha colgado en su cuenta profesional de Instagram expone sin complejos un ataque de ansiedad que sufrió mientras practicaba submarinismo. En episodios previos ha explicado sin pelos en la lengua su niñez y juventud “de chico difícil”, que ahora, a los 37 años y psicólogo de profesión, le sirve –asegura– para hablar de tú a tú con adolescentes y sus familias. Aquello de ser vicario antes que rector, un hermano mayor, salvo distancias y pantallas televisivas. Pero “sabiendo de lo que hablo”, apunta.
¿Cómo ha afectado la larga pandemia a una consulta psicológica?
— Un efecto muy evidente fue que dejé de pasar consulta a domicilio de la familia para ver in situ sus dinámicas a tener que hacerlo por teléfono u online. En cuanto a los casos, está claro que el confinamiento y las restricciones han hecho subir mucho la temperatura en muchas casas porque la evasión, salir de casa, fue imposible.
¿Ha tenido que atender muchas crisis durante estos meses?
— En las familias que yo llevo ha ido muy bien, porque les enseño a entender y modificar las dinámicas que generan problemas y en poco tiempo son capaces de intervenir para hacer cambios.
¿Pero el problema son los padres o los hijos?
— La familia es la estabilidad para el niño o adolescente, pero también puede ser el foco de un entorno difícil —por violencia, crisis de la pareja, etc.— y, ante esto, si intervienes sobre los padres primero, les enseñas herramientas para que puedan reconducir la situación, pero como a la mayoría no les han enseñado gestión emocional la maldición se va repitiendo de padres a hijos.
¿No es como culpabilizar a los padres?
— No, de ninguna manera. Se trata de responsabilizarles porque tienen mucho que decir, para ser modelo de referencia para ayudar a su hijo a reconducir su dinámica. Cuando estamos hablando de chicos con depresión, los padres tienen que saber cómo acompañarle. Lógicamente, el psicólogo tiene que mostrar estas herramientas a los padres para ayudarles a mejorar la relación con sus hijos. Yo trabajo mucho con padres para potenciar sus habilidades y darles recursos para que sean ellos los que acompañan a sus hijos y sean los que promueven los cambios.
¿Y cuando entra en escena el joven adolescente?
— El perfil de adolescente que me llega a mí es el de un chico problemático, reticente a la terapia, porque llegan rebotados de dos o tres terapias diferentes. Hay psicólogos que queman estos chicos porque no los entienden y hablan de terapias y métodos. Y si te centres solo en estos chicos no puedes hacer cambios, porque no es posible solo con una hora semanal en la consulta, sino que hace falta un trabajo en casa con una intervención diaria. Por eso, siempre espero que sean los chicos los que pidan participar en las sesiones. Nunca podemos precipitarnos con la intervención. Hijos y padres tienen que aprender a entenderse y que cada uno se responsabilice de lo que es suyo. Yo les hablo desde mi niño problemático: nunca hablo de padre a padre, sino de niño problemático a padres, porque entiendo la frustración de padres e hijos porque yo lo sufrí.
¿Por qué tiene la necesidad de hacer público que su adolescencia y juventud fueron complicadas?
— Estoy convencido de que todo el mundo necesita tener referentes, ver que de una familia disfuncional se puede salir adelante. Si uno no habla de su propia experiencia es difícil poder compartir. Los psicólogos hablan demasiado desde la teoría y poco de su experiencia personal. Cuando yo era adolescente nunca me ayudaron los psicólogos y terapias que seguí, y yo quiero poder normalizar esta situación de malestar porque entiendo que si yo no me abro el joven que tengo delante tampoco lo hará y no habrá manera de que te explique qué le pasa. Si en las redes explico que he tenido un ataque de pánico y cómo se puede gestionar, esto da confianza a mucha gente, porque a veces sufrir un trastorno te hace sentir culpable por no ser perfecto o ser débil. Tenemos que poder normalizar las dificultades emocionales, normalizar el sufrimiento psicológico para dar unas referencias y un mensaje de que hay esperanza.