Caso Hasél

"No es solo por Hasél, es por la sanidad, la educación, la precariedad"

La sexta manifestación por el rapero reúne a menos gente y causa menos disturbios que la del día antes

Germán Aranda Millán
y Germán Aranda Millán

BarcelonaUn millar de personas participaron ayer en la sexta noche de protestas contra la detención de Pablo Hasél, que, a diferencia de la noche anterior, tuvieron mucha menos tensión y disturbios. Con el toque de queda, la mayoría de manifestantes fue de retirada. En el ambiente flotaba que el castigo al rapero ha sido “la gota que ha hecho colmar el vaso” de la frustración de una generación marcada por el paro, la precariedad y la falta de horizontes. Todavía con la resaca de los destrozos en el Passeig de Gràcia, la marcha recorrió con bastante tranquilidad el tramo desde Sants hasta el centro, a pesar de que de nuevo hubo cargas y lanzamiento de objetos. Ayer se hicieron al menos 8 detenciones. 

Un altavoz con micrófono sirvió a los manifestantes para expresar la rabia al inicio de la concentración, en una estación de Sants totalmente blindada. Ahí sonaron canciones de Hasél, y ya en la Via Laietana más de uno se atrevió a rapear. “Algunos medios dicen que no estamos aquí por Hasél, y es verdad que no es solo por eso. Estamos aquí por la sanidad pública, la educación y la libertad de expresión”, decía uno de los jóvenes que cogió el micrófono. “Yo he venido para que pongan en libertad a Hasél y para que acabe esta monarquía”, gritaba una joven. “Estamos hasta el gorro de los desahucios”, añadía otro chico, en una suma de motivos.

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Lanzamiento de objetos contra la comisaría de la Via Laietana.

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Arnau, estudiante de filología de 25 años, explicaba los problemas para encontrar un trabajo para pagar el alquiler mientras estudia en Barcelona. “Las clases de la universidad están empeorando con el covid, tenemos un 40% de paro juvenil y el periodismo manipula mucho”, se quejaba. A pesar de desmarcarse de los saqueos y del lanzamiento de piedras, Arnau, como otros jóvenes entrevistados, se mostraba en parte comprensivo. “Dicen que son jóvenes en exclusión social que no tienen que ver con la marcha, los que hacen esto. Pero es mucho más violento lo que hacen los bancos, los políticos corruptos, la evasión fiscal; a mí, una tienda de una multinacional que tiene pérdidas que enseguida recupera no me da ninguna pena”, añadía. 

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Las críticas a los saqueos eran una constante entre algunos manifestantes, mientras que otros –muy jóvenes e incluso menores– lanzaban botellas de cristal y piedras a los agentes de la Policía Nacional de la Vía Laietana. Un grupo negaba haberlo hecho en una conversación con este diario, pero lo hacían entre risas y con sarcasmo. Uno de ellos sí reconocía que el sábado llevaba “la mochila llena de ropa” de una de las tiendas saqueadas. “Es que el sistema no tiene sentido, está todo corrompido; nosotros también, claro”, decía. 

A un centenar de metros, ajenos a todo, un altavoz servía a otros jóvenes para rapear. “Nos habéis enseñado que la protesta pacífica no sirve para nada”, rezaba la pancarta de la cabecera de la manifestación. “Esta es la protesta real, y no las piedras”, decía uno de los raperos, que prefería no dar su nombre, a pesar de que se mostraba comprensivo con el hecho de que “si se tiene que tirar algún cohete o quemar un contenedor para hacer ruido también está bien”, puesto que sostiene que “cuando el estado es violento, te tienes que defender”.

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Los manifestantes avanzando hacia el centro de Barcelona.

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Un día después de que un duro encapsulamiento acompañado de cargas de los Mossos atrapara a jóvenes manifestantes en Gran de Gràcia, la acción servía para atacar al cuerpo. “Se ve de lejos quién viene a liarla y quién viene a manifestarse, como nosotros, pero se criminaliza a los jóvenes cuando el estado usa el monopolio de la violencia para hacernos daño”, decía Aina, de 19 años. “Si te pegan, tienes que devolverlo”, defendía Nora, a su lado, crítica con los saqueos.

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Entre los que defienden la acción directa, distinguen entre la violencia caótica y una autodefensa estratégica. Es el caso de Marc, de 24 años, que ha estudiado ciencias políticas y ahora es un técnico de sonido con pocas expectativas laborales. “Estos que saquean están bastante alejados de las protestas, pero las barricadas sirven para impedir que la policía nos agreda. Sin esa de ahí abajo, quizás no podríamos estar haciendo esta entrevista”, decía en la Plaça Catalunya mientras los Mossos avanzaban por la ronda Sant Pere. 

A pesar de que él no participa de ello, dice que el lanzamiento de objetos a la policía “es un modo de protesta”, porque cada uno tiene sus armas, y constata que “no se saquean pequeñas tiendas sino grandes multinacionales que generan nuestra precariedad”. La precariedad es el argumento en boca de muchos: “Esto es lo que me hace estar aquí”, reflexiona Marc, que defiende que “las protestas no tienen nada que ver con la independencia, que eran más transversales, sino que son generacionales”. “Nos falta organización y la acabaremos teniendo porque somos la generación de las redes sociales”, completa.