Lourdes Toledo

La revuelta de las escobas

ValenciaDesde las cinco de la tarde se acercaban cientos de manifestantes venidos de los municipios de l'Horta Sud, la comarca valenciana más perjudicada por la DANA, que ha dejado a más de 200 víctimas mortales. Iban hacia la plaza del Ayuntamiento de Valencia, donde a las 18 horas estaba convocada la manifestación bajo el lema "Mazón dimisión". En el corazón de la ciudad no paraban de llegar ríos de gente. Muchos venían con las escobas, las botas y las mochilas embarradas, otros con bicicletas enlucidas de barro. Agotados, después de un día más de trabajo ayudando a los vecinos que lo han perdido todo o casi todo, se sumaban a los miles de ciudadanos de Valencia y otros pueblos.

A las 17.30 ríos de gente recorrían las arterias del Cabo y Casal en dirección hacia el Ayuntamiento. A las 17.50 el centro de la ciudad era una balsa de colores: banderas y pancartas caseras de todo tipo. La plaza se llenaba y seguía llegando gente de todas las calles que desembocan. Reinaba todavía un poco de silencio y mucha expectación. Era el silencio que habían pedido las entidades que convocaban la manifestación de anoche en Valencia. Un silencio en señal de luto.

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Sin embargo, resultaba muy difícil contener la indignación y el dolor. Y con o sin gritos, miles de valencianos, 130.000 según la Delegación del gobierno español, recorrieron anoche la ciudad para pedir la dimisión del presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón. Pasadas las siete y media de la tarde y bajo el lema “Mazón dimisión”, la cabecera de la manifestación –que caminaba en silencio, acompañada sólo por el redoble de los tabales y la música de las dulzainas, hoy nada festiva– llegó a sus puertas del Palacio de la Generalidad Valenciana. Allí les esperaba más gente, las fuerzas de seguridad, muchos periodistas, y por el suelo, botas, zapatillas y ropa embarrada, una escoba, símbolo de la lucha solidaria de estos días, una camiseta roja pintada con “el pueblo salva al pueblo” y un pedazo de cartón con “Mazón, ¿ningún remordimiento?”

Representantes de la cultura y de numerosas entidades, entre ellas, Acció Cultural del País Valencià, de sindicatos, y de diversos colectivos y plataformas cívicas y políticas, junto con miles de ciudadanos, caminaron anoche por Valencia silenciosamente y en señal de duelo. Los aplausos llenaban las aceras de la ciudad. Cientos de banderas con lazos negros y pancartas.

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Tanta gente, que a las ocho de la noche la plaza del Ayuntamiento todavía estaba llena hasta los topes y muchas personas aún no habían empezado a caminar.

Pocas veces se junta en Valencia tanta diversidad en una manifestación: todo el mundo mostraba indignación y pedía justicia ante una omisión que ha resultado criminal, un aviso de emergencia que llegó tarde: “Cuando avisaban ya se ahogaban”, gritaban algunos manifestantes. Anoche la mezcla fue grande, la llamada urgente y la respuesta masiva. Convocaban a los muertos, convocaba la indignación: "No estamos todos, falta la gente que ha ahogado" o "Aquí falta gente que no ha podido venir".

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"Presidente en Picassent"

En Valencia anoche se llamaba claro y limpio: "Presidente a Picassent", refiriéndose a la cárcel valenciana, y se hacía escuchar un sentimiento de indignación y abandono: "En el pueblo valenciano nos han abandonado". A medida que llegaba más y más gente era difícil mantener el silencio, y aunque la marcha transcurrió mayormente con un tono solemne y de luto, no faltaron las tracas en la puerta del Ayuntamiento ni algunos gritos desbocados.

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Mañana, después mañana, y más allá, muchos de los manifestantes volverán a los pueblos de l'Horta Sud a ayudar en las tareas de limpieza y reconstrucción: “el pueblo salva al pueblo”, decían muchos manifestantes, y saldrá el sol en este País Valenciano donde la lluvia no sabe llover, como cantaba Raimon. Y es que el 29 de octubre, mientras todos miraban al cielo, inquietos y pendientes de la lluvia, que en muchos pueblos ni llegó a caer, el río Magro, los barrancos y la rambla del Poio derramaban agua y lo barrían todo.