El ruido de los camiones complica un proyecto social ejemplar

Vecinos de Sant Andreu protestan contra una cooperativa con más de 1.000 trabajadores

BarcelonaLos camiones entran cada día para descargar material o para llevarse los ambientadores, los coleccionables o las pinturas infantiles que los trabajadores de la cooperativa TEB elaboran con sus manos. Una vez cargados, los grandes tráileres salen del muelle y transportan los productos a otras cooperativas o tiendas convencionales, y algunos incluso atraviesan fronteras para llegar hasta Alemania, donde la cooperativa tiene buenos clientes. Los camiones no paran. Los productos de TEB tienen salida porque están muy valorados tanto por su calidad como por su compromiso social –650 de los más de 1.000 trabajadores de la cooperativa tienen alguna discapacidad intelectual–. Pero toda esta actividad, reconocida incluso con la Creu de Sant Jordi, pone frenéticos a los vecinos más cercanos, que cada día tienen que sufrir el paso de los camiones. "Nos pasan los tráileres al lado del edificio", lamenta Jordi Berlanga, uno de los vecinos más afectados por la alta producción de TEB porque vive en la planta baja de delante.

TEB abrió las puertas en 2006, poco después de la construcción de los dos edificios de vecinos, en la calle Fernando Pessoa, al lado de las vías del tren. La convivencia ha sido difícil desde el primer momento, pero no fue hasta 2020, según el Ayuntamiento, que empezaron a llegar las primeras quejas, que en las últimas semanas han subido de tono. Los vecinos han llenado los dos bloques afectados con pancartas pidiendo que se marche la cooperativa y se han puesto en manos de un abogado. Se plantean denunciar los hechos a la justicia. "Solo queremos vivir tranquilos", dice Berlanga.

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En los últimos meses, TEB ha aplicado diferentes medidas con una inversión que se acerca a medio millón de euros. Ha construido un túnel acústico que reduce el ruido que provocan los camiones mientras cargan y descargan, y también ha modificado la entrada de los vehículos: en lugar de hacerse por el callejón que limita con los dos bloques de la discordia, ahora se hace desde uno de los accesos a la ronda Litoral. También han cambiado de lugar los enchufes que usaban para cargar las baterías de las furgonetas eléctricas, para alejarlas de la fachada donde viven los vecinos. Finalmente, se han comprometido a dejar entrar cada día un máximo de seis tráileres y siempre a partir de las 8 h. "Estamos haciendo todo lo posible para adaptarnos a lo que dicen los vecinos, porque entendemos que quieran un entorno mejor", dice Pepa Muñoz, directora de comunicación de la cooperativa. De hecho, para reducir el paso de los camiones ya han derivado parte de la producción a la nave que tienen en Castellar del Vallès. "Ahora es más difícil que contratemos a personas de Barcelona", lamenta Muñoz.

El miércoles al atardecer hubo una reunión a tres bandas entre el Ayuntamiento (que es el propietario de los terrenos donde está TEB), la cooperativa y los vecinos. Tanto el Ayuntamiento como la cooperativa consideran que la reunión fue bien y que se está avanzando, pero los vecinos no se conforman con los cambios: "Antes pasaban a diez metros y ahora pasan a quince", dice Berlanga. "Esta inversión la tendrían que haber hecho el primer día", añade. Las partes se han instado a encontrarse de nuevo en dos meses para comprobar los datos de los sonómetros que se han instalado. En el último encuentro se puso también sobre la mesa la posibilidad de que TEB se acabe trasladando a otra ubicación, que ya se está buscando. Sería la mejor noticia para los vecinos y desde la cooperativa, que tiene la concesión de los actuales terrenos hasta 2054, no lo ven mal, pero ponen una condición: "No podemos poner en riesgo el puesto de trabajo de nuestra gente. Si no trabajan aquí, no trabajarán en ninguna parte. Esta es la realidad", avisa Muñoz.