BarcelonaNinguna ecografía reveló que el hijo de Rocío Martín, Albert, sufría una enfermedad de origen congénito. Tuvo que nacer prematuramente, a los siete meses por un parto inducido, porque en un control rutinario del embarazo se observaron algunas anomalías en su desarrollo. Aun así, la causa de estas anomalías no estaba clara. Hasta que llegó al mundo. Rocío se había contagiado de citomegalovirus en el primer trimestre de gestación, un virus muy común que se transmite de la madre al hijo por la placenta y que puede generar secuelas muy graves en uno de cada cinco niños que lo contraen en esta etapa temprana del embarazo. El pediatra observó en una ecografía de alta definición que los pliegues del cerebro del niño estaban menos marcados (condición llamada paquigiria) y, cuando nació, confirmó que excretaba el virus con la orina, y el pequeño quedó ingresado en la unidad de cuidados intensivos (UCI). "Las lesiones que puede provocar el citomegalovirus pueden ser muy leves o muy graves, y mi hijo es un caso de afectación severa. Pronto me di cuenta de que el impacto era muy alto: no se le aguantaba bien la cabeza y sufría sordera en los dos oídos", explica la madre.
Rocío no sabía que se había contagiado de este virus, puesto que es una infección asintomática en un 90% de los casos y ha repasado mentalmente cómo y cuándo pudo pasar. Y no encuentra explicación. Tampoco su ginecólogo lo pudo detectar precozmente: no se hacen cribajes específicos para buscar este virus porque, en general, no causa grandes complicaciones en la salud de los bebés. La infección se transmite sobre todo a través de la saliva y la orina de los niños menores de 3 años y, de hecho, se la conoce como la enfermedad del hermano mayor, puesto que el virus circula mucho por las escuelas infantiles. Rocío tiene otro hijo, Miquel, que tenía dos años cuando ella estaba embarazada. Además, ella es enfermera pediátrica y ya había pasado la infección con anterioridad. Cualquiera de los dos escenarios puede favorecer el contagio. "A pesar de que es la infección congénita más frecuente en Occidente, este virus es un gran desconocido para las familias principalmente por la baja incidencia de casos severos. El riesgo de que una madre infectada por primera vez transmita el virus verticalmente al feto es del 30%. Esto supone que solo un 1% lo hace, pero hay que tener en cuenta que siempre puede haber riesgos", explica la médico del servicio de medicina maternofetal del Hospital Clínico Anna Gonce.
El caso de Albert es un ejemplo muy grave del impacto que puede tener esta enfermedad vírica. Ahora tiene 13 años y lleva implantes cocleares, pero tiene muchas dificultades para comunicarse. "Es una persona completamente dependiente", añade la madre. Como él, cada año uno de cada 200 bebés nacen infectados de citomegalovirus, pero solo entre un 10% y un 15% tienen síntomas o secuelas a largo plazo, que pueden ir de la sordera a los problemas en el desarrollo neuronal o retrasos en el aprendizaje, o, en casos extremos, dificultades motoras y parálisis cerebral.
Prueba piloto en el Clínico y en el Sant Joan de Déu
El Clínico es el único hospital, junto con el Sant Joan de Déu (integrados en el equipo BCNatal), que tiene en marcha un programa de cribaje para todas las mujeres embarazadas que empiezan a controlarse con sus profesionales para saber si se han podido infectar de citomegalovirus durante el periodo de riesgo; es decir, los primeros tres meses del embarazo. Se trata de un plan piloto que empezó hace un año y que consiste en utilizar los análisis de sangre rutinarios que se les hace en esta primera fase de la gestación para identificar qué mujeres son positivas o han dado positivo recientemente. "No se detectan todos los casos y, además, el virus es traidor porque puede causar problemas si la mujer está reinfectada (no es la primera vez que se contagia) o si se ha reactivado", admite Gonce.
"Este cribaje se tendría que extender al resto de Catalunya", opina el jefe de servicio de medicina maternofetal del Clínico, Francesc Figueras. Pero la inexistencia de un protocolo general de detección del citomegalovirus o de una recomendación general por parte de las autoridades internacionales se argumenta, precisamente, por la baja afectación grave que tiene en los bebés. Según Gonce, normalmente no se hacen este tipo de pruebas porque generan mucha angustia a las madres, que en un periodo tan temprano pueden plantearse un aborto a pesar de que, en realidad, aquel hijo o hija no desarrollará ningún problema relacionado con la infección. "Pero ahora hay una solución: en mujeres infectadas en el primer trimestre que reciben un antiviral, el Valaciclovir, en dosis elevadas, se reduce al 60% la transmisión del virus al feto", explica. Se ha demostrado en un estudio reducido, pero algunos ginecólogos y algunos centros ya están solicitando poderlo usar en el primer trimestre para poder dar el tratamiento a tiempo y minimizar al máximo el riesgo de que los bebés sufran secuelas.
¿Es recomendable hacer pruebas de detección durante el embarazo sobre el citomegalovirus? Para Gonce sí, porque se puede proponer un antiviral a las mujeres que den positivo. Rocío tiene “un dilema ético”, a pesar de que admite que, si hay un fármaco que pueda proteger a las mujeres y a los hijos, se les tiene que dar. “Las dudas que me planteo es qué podemos hacer cuando lo sabemos”, dice. Ella es la primera que habría querido saber con antelación que podía transmitirle el virus a su hijo. "Me habría gustado no haberlo contagiado, pero él es el regalo de mi vida. Si me lo hubieran dicho en la semana 20 y no en la 35, ¿quizás no lo habría tenido? No lo sé. No tienes manera de saber la afectación de este virus. Tampoco con la detección precoz habría podido saber si tendría un hijo sano o enfermo. Estar contagiado no implica enfermar", explica. Como enfermera pediátrica, por ejemplo, ha visto cuatro casos de madres que habían transmitido la infección al bebé y ninguno de ellos ha desarrollado secuelas.
¿Cómo se puede evitar una posible infección de citomegalovirus?
Para disminuir el riesgo de infección durante el embarazo, sobre todo durante los tres primeros meses y también cuando ya se esté planificando, hay que evitar el contacto directo con la saliva de los niños menores de 3 años, evitando compartir cubiertos, vasos, chupetes o darles besos en la boca o cerca.
También es importante lavarse bien las manos con agua y jabón después de haber estado en contacto con saliva o mocos de los niños (por ejemplo, después de mocarles la nariz o limpiarles la boca) y, también, después de un posible contacto con orina durante el cambio de pañal.
Situaciones como estar en la misma habitación o abrazar a un niño no contagian el virus, puesto que necesita un contacto entre personas muy próximo.