Salud

Alex Tsompanidis: "La placenta puede ayudarnos a prever si alguien nacerá con autismo"

Investigador del Centro de Investigación del Autismo de la Universidad de Cambridge

BarcelonaAlex Tsompanidis (Atenas, 1991) es investigador del Centro de Investigación del Autismo de la Universidad de Cambridge y una de las voces más prometedoras en el campo del neurodesarrollo. Tras estudiar medicina en Grecia, Tsompanidis empezó un doctorado en la prestigiosa universidad inglesa con el objetivo de intentar comprender mejor el trastorno del espectro autista (TEA). Su tesis recibió el reconocimiento de la Sociedad Internacional para la Investigación del Autismo y la revista Spectrum lo ha destacado como uno de los 40 mejores investigadores de autismo menores de cuarenta años. Ahora sigue investigando para mejorar la vida de las personas con TEA, que estudia con una mirada global y pone el foco en la placenta, que cree estar en el centro del neurodesarrollo y la evolución de los humanos.

¿Por qué ha decidido centrar su investigación en autismo?

— Cuando estudiaba medicina en Grecia vino un niño con autismo a la consulta del centro en el que hacía la residencia. Tenía siete años y no podía hablar, nunca había dicho una palabra. En ese momento conocíamos muy poco sobre este trastorno y, más allá del diagnóstico, el doctor no supo responder a las dudas de una madre que nunca había hablado con su hijo. Aquello me marcó mucho. Era un niño muy curioso y pensé que debíamos encontrar una forma para que aprendiera a comunicarse. Ahora sabemos que se pueden comunicar muy bien si se detecta rápidamente y se empieza a trabajar desde pequeños, por ejemplo.

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Sin embargo, todavía no sabemos su origen.

— No, desgraciadamente todavía hay mucho campo por recorrer. Cuando empecé el doctorado veía que la gran mayoría de estudios sobre autismo y neurodesarrollo se centraban sólo en el cerebro, pero este órgano no se desarrolla de forma aislada, sino que forma parte de un todo. Entonces pensé: ¿por qué no estudiamos el proceso de desarrollo en el vientre de la madre? Uno de los grandes reguladores de este proceso es la placenta y creemos que puede tener la clave para pronosticar a qué personas nacerán con TEA.

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¿De qué forma están conectados el cerebro y la placenta?

— La placenta no es sólo una barrera pasiva, es una parte activa del neurodesarrollo. En un estudio que hemos publicado este verano en la revista Evolutionary Anthropology hemos demostrado que en la placenta existen hormonas como la testosterona y los estrógenos que dan forma a nuestros circuitos neuronales. Esto significa que estas hormonas afectan al cerebro y al comportamiento en el desarrollo de los humanos.

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¿Y de qué manera les afecta?

— Pueden haber hecho que nuestros cerebros sean mayores y estén más interconectados. Otros estudios han demostrado que la testosterona puede aumentar el tamaño del cerebro, mientras que los estrógenos pueden mejorar la conectividad entre las neuronas. Estos niveles de hormonas son diferentes entre hombres y mujeres, al igual que la forma de la placenta, que varía en función del género de la criatura, y creemos que estas diferencias pueden ser relevantes para comprender los orígenes del autismo, ya que, de media, afecta a más hombres que mujeres.

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¿Cuáles son los siguientes pasos a seguir en su investigación?

— Ahora estamos en contacto con diferentes centros de los países escandinavos, donde existen muchos biobancos con un gran número de datos de pacientes, para profundizar en la investigación de la placenta y el eje que conforma con el cerebro. Además, la placenta tiene mucho potencial en el campo de la investigación porque es muy accesible al nacer. Queremos entender por qué el autismo es más común entre los hombres, descubrir si los niveles hormonales contribuyen a desarrollar el trastorno y confirmar que la placenta puede ayudarnos a prever si alguien nacerá con autismo.

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Esto nos permitiría diagnosticar mucho antes.

— Sí, uno de los grandes objetivos de los próximos estudios es ver si existen posibilidades de realizar un diagnóstico precoz antes del nacimiento. Quizás no sean todos los casos de autismo, quizás sean sólo una pequeña parte los que podremos detectar antes, pero si lo conseguimos cambiaremos radicalmente el pronóstico de estas personas.

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¿Qué implicaciones tiene diagnosticarlo antes?

— Podríamos empezar a trabajar con estas personas desde pequeños y conseguir una inclusión plena. Cuanto antes diagnostiquemos más bien podemos realizar un abordaje integral y minimizar las dificultades que tienen de aprendizaje. Podemos enseñarles a leer, hablar y socializar de forma más efectiva. Por ejemplo, si actúas desde pequeños les puedes dar herramientas para que entiendan por qué un chiste es malsonante, cómo jugar en el patio con otros niños o cómo compartir sus juguetes. Todo esto contribuye a tener una vida normal.

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Esta investigación es importante también porque los casos están creciendo, ¿no?

— Sí, cada vez hay más casos de autismo, pero también es cierto que la definición del trastorno ha cambiado con el tiempo y ahora diagnosticamos a personas que hace años no habríamos considerado TEA. Esta línea de investigación es importante porque si sabemos cómo evoluciona el cerebro humano sabremos por qué es vulnerable a ciertos aspectos que puedan explicar las causas del autismo, como por ejemplo los niveles de hormonas que he comentado. Al final, y quiero que esto quede muy claro, nosotros no queremos prevenir el autismo, sino que queremos que los niños con autismo aprendan con las mismas garantías que el resto de niños. Y, por tanto, hay que seguir investigando.