BarcelonaEl mundo contenía la respiración ante el avance sin freno de la covid hace cuatro años. En unas pocas semanas, un minúsculo patógeno causó la emergencia sanitaria más devastadora de la época moderna y evidenció, por un lado, que los científicos que alertaban de la llegada de una pandemia tenían razón; por otro, que los países más desarrollados ignoraron estas advertencias y no prepararon suficientemente sus sistemas sanitarios para una eventual amenaza de salud pública. Cada país actuó en solitario y siguiendo la estrategia de la prueba error; por desconocimiento, pero también por falta de previsión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó el 11 de marzo de 2020 el inicio de la pandemia y, tres días más tarde, la Generalitat nos encerró en casa porque el virus circulaba descontrolado. Ahora, la OMS es tajante: la pregunta ya no es si llegará una pandemia, sino cuándo. Ante este futuro incierto, ¿estamos preparados para hacerle frente?
Plan de pandemias
Recomendaciones a raudales, pero ninguna ley que blinde decisiones técnicas
"Cada país necesita un plan de pandemias propio que tenga en cuenta las particularidades de su sistema sanitario", explica la presidenta del Comité Científico Asesor de la Covid-19 en Catalunya, la epidemióloga Magda Campins. Sin embargo, pocos países han diseñado una normativa específica. La mayoría ha recogido la experiencia en documentos con recomendaciones, como España. El pasado abril se presentó en Madrid la evaluación de expertos independientes de la reacción del sistema de salud ante la covid. Entre la batería de lecciones y consejos, el informe destacaba la necesidad de crear un comité científico y técnico y "un marco legal claro que dé seguridad jurídica a quien toma las decisiones".
"Estábamos avisados de la posibilidad de una nueva pandemia a corto plazo. Como la pandemia de gripe de 2009 y la epidemia de SARS-CoV-1 en Asia en 2002. Pero en enero de 2020 no estábamos suficientemente preparados", se puede leer en una de las 150 páginas de la evaluación. Y, hasta ahora, España no ha aprobado ninguna norma para blindar a las administraciones estatales y autonómicas para prepararse. Disponer de un plan específico ampararía la posibilidad de desplegar restricciones duras y cortas, que afectan a derechos y libertades fundamentales, como los confinamientos. “Un plan regularía la actuación del ejecutivo para que no sea necesario recurrir a un estado de alarma que acabe siendo inconstitucional o medidas que un tribunal tumbe”, apunta el portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública, Fernando García.
“Si existe la idea, este plan no está escrito”, coincide Campins. En el caso de Catalunya, en 2022 se logró un acuerdo de gobierno para aprobar un plan que coordine los departamentos de Salut y Protecció Civil ante emergencias sanitarias. De momento, no hay ninguna propuesta legislativa que tenga que pasar por el Parlament sobre la mesa. “Hemos aprendido que la covid fue un aviso de lo que puede volver a ocurrir. Las autoridades técnicas saben qué funcionó y qué no, y ante una nueva emergencia es muy probable que decidan mejor”, radiografía el jefe de enfermedades infecciosas del Hospital de Sant Pau, Joaquín López-Contreras.
Ahora bien, ningún experto consultado cree que el sistema se está preparando lo suficiente. “Hay unos déficits estructurales que deben subsanarse con más celeridad que una pandemia todavía inexistente. Nos atropellan necesidades más urgentes, como la falta de manos”, admite. Según Salut, en los últimos tres años se han incorporado 20.000 profesionales y el presupuesto ha aumentado, pasando de los 8.000 millones de euros a 12.000 millones actuales. "El sistema ha ganado en preparación, claro, pero no lo suficiente", dice el investigador de la Universidad de Leicester Salvador Macip.
Refuerzo de vigilancia
Más rastreadores y más información en tiempo real
Pese a que los expertos consideran que el escenario ideal implicaría aumentar aún más las plantillas, todos admiten que, en Catalunya, sobre todo se ha mejorado en el ámbito de la detección de nuevos contagios y virus y la trazabilidad de las cadenas de transmisión. “Si ahora entrara un nuevo virus, estaría mucho más controlado científicamente porque el sistema es más sólido y tiene más recursos. Pero seguimos siendo reactivos”, afirma Macip.
Los diagnósticos, complementa Campins, serían más ágiles que hace cuatro años, puesto que tampoco se dependería de unos pocos laboratorios que analizaran las muestras de PCR, sino que todos trabajarían juntos. “La red de vigilancia epidemiológica [creada en 2015] era el área más carente; ahora tenemos el Sistema de Información para la Vigilancia de Infecciones (Sivic) con información en tiempo real de la atención primaria y los hospitales, pero también de los laboratorios y aguas residuales”, dice.
Este servicio, que han copiado otras comunidades o el propio Estado, estudia hasta 20 virus, de los que se incluye la secuenciación –el código genético del virus–, y se actualiza semana a semana. Aunque no puede garantizar que los contagios no se descontrolen al 100%, sí debería ayudar a prever la llegada de patógenos no conocidos y cortar buena parte de las infecciones con aislamientos a positivos y cuarentenas a contactos. Según detalla el departamento de Salut, la plantilla de vigilancia epidemiológica ha crecido de forma estructural respecto a la época prepandémica: si en 2019 había 61 profesionales contratados, ahora hay 125, el doble.
En cambio, a nivel estatal, la salud pública es un servicio todavía muy tensionado, dice García: "Ha aumentado la cifra de rastreadores, pero la infraestructura sigue siendo muy precaria. Este año se ha aprobado la futura Agencia de Salud Pública, un proyecto parado durante una década que se financiará con fondos europeos". En Catalunya, Salut asegura que el proyecto de decreto para aprobar los estatutos de la Agencia de Salud Pública de Catalunya (Aspcat) está en su fase de revisión. De este organismo dependerán todos los servicios de vigilancia y planificación de vacunaciones, así como la coordinación interdepartamental.
Abastecimiento de material
No se puede depender en exclusiva de las fábricas chinas
“En la primera ola veíamos que Alemania tenía una tasa de respiradores que triplicaba la nuestra y tenía mascarillas. Ahora sabemos que ante una epidemia respiratoria es necesario asegurar el abastecimiento de los equipos de protección. Y para tener todo esto haría falta que la industria española se reestructurara y determinadas compañías se prepararan para fabricarlos si fuera necesario”, plantea García.
La enfermera de la asociación catalana de control de infecciones Esther Moreno destaca que se han intensificado las prácticas diarias de control de stock de materiales preventivos. "En la pandemia trabajábamos juntos los departamentos financieros, los gerentes y las enfermeras de control de infecciones como nunca lo habíamos hecho", recuerda. Sin embargo, subraya que a menudo todavía se confía todo a los equipos de protección, que son importantes si la amenaza la provoca un patógeno de altísima transmisibilidad y mortalidad como el ébola. “La mascarilla es un elemento básico que debería hacerse accesible, pero ante un virus respiratorio seguimos olvidando la gran herramienta: la higiene de manos”, dice.
Los especialistas en control de infecciones son claves en la organización de un centro sanitario, tanto frente a amenazas cotidianas como de alcance epidémico. Sin embargo, Moreno recuerda que es un perfil muy falto en el mercado laboral: “No es una especialidad reconocida pese a la altísima competencia que requiere. Ahora hay uno o dos profesionales por centro, pero pronto puede ocurrir que no queden porque muchos se jubilan pronto”, alerta.
Campins también menciona la necesidad de disponer de planes de contingencia para ganar espacios en caso de que se vuelvan a dar los graves episodios de monopolización de la primera ola. “Cada centro tiene su plan de contención y se han creado anexos para los grandes hospitales, pero debería asegurarse la coordinación entre la primaria, los hospitales y las residencias. Los CAP no pueden volver a cerrarse mientras las urgencias se colapsan”, dice.
Comunicación
Estabilidad potenciando el liderazgo y reduciendo la discrepancia política
El experto en políticas de enfermedades infecciosas y sistemas de salud del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) Jeffrey Lazarus recuerda que la gestión de las olas se basó en poner y levantar restricciones cada vez que empeoraban o mejoraban los indicadores, encadenando siempre el efecto rebote. Califica esta estrategia de error y lo achaca a la falta de liderazgo: "Ningún ministro de Sanidad se ha tomado la pandemia en serio; todo lo han enfocado en ganar elecciones y negociaciones políticas". También para Macip la estructura y el momento político de los países influyen mucho en la respuesta a situaciones de crisis y plantea que, en el caso de Cataluña, las divisiones internas –el presidente y la consejería de Salud eran de colores políticos distintos– en la primera ola y las discrepancias con el Estado –que centralizó sus competencias– fueron problemas añadidos.
Además, inicialmente hubo una desconexión entre políticos y científicos. "Aquí cada día hablábamos decenas de expertos y eso traía contradicciones, confusiones y desconfianza de la población. En Catalunya no se constituyó un comité hasta el 2021", lamenta Campins. Para López-Contreras, el contexto mundial tampoco ayudó: "El Centro de Control de Enfermedades estadounidense siempre había sido como la Biblia y con Trump como presidente todo falló. Las directrices eran muy teóricas y eso obligaba a leer y aplicar estudios que no habían pasado revisiones".
Uno de los temas que más polémica han arrastrado es el confinamiento. ¿Era necesarui encerrarnos para frenar la pandemia? "Fue sensato porque salvó vidas; si no lo hacíamos, colapsábamos", dice el médico. "Las medidas para responder a una crisis siempre deben ser drásticas, desagradables y duras. Habernos cerrado no lo considero un fracaso, sino un cortafuegos en una situación excepcional", añade Macip. Según García, epidemiólogo formado en Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, España no fue ambiciosa con sus planes de respuesta: "Como el resto de Europa, optó por la mitigación, que evita el colapso, pero no para eliminar el virus; una estrategia covid cero planificada y más corta habría sido más eficaz y menos lesiva económicamente".
Los expertos defienden la compra centralizada de vacunas y el hecho de que la campaña fuera gratuita y teniendo en cuenta el riesgo de la población. Ahora bien, advierten que la gestión mundial fue un fracaso por la recogida de los países ricos, que entorpecieron la vacunación masiva en otros países y, por tanto, atizaron nuevos focos que alargaban sine die la pandemia. Los expertos confían en que todas estas lecciones que ha dejado la covid ayuden a mejorar la respuesta a retos emergentes, pero apremian a los gobiernos a intervenir de inmediato.