La gran sequía

La sequía seca el pantano de Sau, en su mínimo histórico

El embalse de Osona se encuentra a poco más del 5% de su capacidad, el menor valor de su historia

San Romano de SauBasta con visitar el pantano de Sau para constatar la gravedad de la sequía extrema que sufre Cataluña. Esta gran cavidad entre los riscos del Faro y el Morro de la Abeja, que en una situación de normalidad debería almacenar millones de litros de agua, está prácticamente vacía. Ahora mismo roza el 5% de su capacidad, el valor más bajo de su historia, hasta el punto de haber superado su menor descenso, el de 1990. No está seco del todo, aún quedan 8,6 hm3 , pero esto es aproximadamente el volumen de agua que consume toda la población catalana en menos de diez días.

El fin de semana, muchos visitantes venidos de todas partes hacen parada en la zona para contemplar la panorámica del embalse, con la iglesia románica del antiguo pueblo de Sant Romà de Sau totalmente al descubierto. El ARA ha acompañado a algunos de estos excursionistas y turistas y ha podido constatar que el paraje causa una sensación ambivalente, que se mueve entre la admiración de un valle realmente impresionante y el regusto amargo de la dramática evidencia de la escasez de agua en Cataluña debido a la grave sequía. "Se ve que es un desastre, pero a la vez es bonito poder imaginar cómo era este paisaje de manera natural antes de la construcción de la presa", comenta Pep, vecino de Vic, que viene a menudo a visitar el embalse.

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En todo el contorno del pantano se observa clarísimamente una raya donde la vegetación deja de crecer, que antes marcaba el límite al que solía llegar el agua y ahora deja a la vista muchos metros de pendiente seca y arenosa. en el verano del 2019, bajaban las lanchas y los cayucos para practicar deportes de agua, a la altura de la punta del campanario de la iglesia, ahora queda muy lejos de la superficie.

Hace meses que el nivel del agua es muy bajo, pero lejos de recuperarse, cada día cae unos centímetros más abajo. Los peces ya no tienen suficiente agua y oxígeno para vivir en ella, ya que el poco caudal con el que baja el río Ter por la falta de lluvias es insuficiente para reflotar la situación. Además, para mantener la calidad del recurso, se trasvasa progresivamente la poca agua que queda en Sau hasta el segundo embalse de Susqueda, que actualmente está en el 21% de su capacidad.

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"¿El pantano se ha vaciado sólo porque no ha llovido lo suficiente?"

Entre los vecinos de la zona existen ciertas dudas sobre la gestión que las centrales hidroeléctricas hicieron del recurso cuando Catalunya aún no estaba en alerta por sequía y el precio de la electricidad cotizaba al alza. "¿El pantano se ha vaciado sólo porque no ha llovido lo suficiente, o porque las eléctricas también soltaron más agua de la cuenta para hacer negocio cuando la luz iba cara?", se pregunta Joan, vecino de la comarca. Y Maria, también de Osona, continúa: "La prioridad del embalse no debe ser generar beneficios a las empresas privadas de energía, sino abastecer el grifo de toda la población cuando hace meses que no llueve".

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La atracción de los restos de Sant Romà

La mayoría de los visitantes dejan el coche en la punta de la carretera y caminan a pie hasta la iglesia románica de Sant Romà de Sau, el pueblo que quedó inundado por la construcción de la presa a principios de los años 60. campanario se puede andar perfectamente y sin peligro, ya que incluso ha crecido la vegetación. Y, después de tantos meses sin precipitaciones, el suelo sólo es fangoso en los puntos más cercanos al agua.

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La sequía ha sacado a la luz el pasado del valle ya los visitantes no les deja de sorprender poder ver los restos de las masías diseminadas en las que vivían las familias hace 60 años. "Vinimos en el 2009, cuando en las noticias contaron la historia de Sant Romà, pero en ese momento el agua llegaba por el cementerio; ahora está mucho más abajo, se ven casi todas las ruinas del pueblo. Es impactante, pero a la vez hace mucha pena", explica Miguel Ángel, vecino de Rubí. El hombre es optimista: "No sé cuándo será, pero estoy seguro de que tarde o temprano hará un temporal fuerte y se volverá a llenar", añade.

Además de la iglesia, ahora se pueden ver restos de algunas casas, como la del hostal de la Riba –donde vivía la familia del último vecino que queda en la zona–, el cementerio, las paredes de la escuela, palos de teléfono o las puntas de las torres de un antiguo molino entre el agua. Si la dramática bajada del nivel sigue sin freno, incluso se podrían acabar descubriendo las ruinas del puente medieval de cinco arcos y cuatro pilastras que atravesaba el río Ter antes de la presa. "Sería todo un hallazgo, pero esperamos que no lleguemos a verlo", concluye Dolors, vecina de Barcelona.

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