"O bien sirvo a los clientes o bien hago de portero de discoteca"

Bares y restaurantes tienen problemas para exigir el certificado covid a los clientes en el primer día que es obligatorio

BarcelonaEn la Plaça de la Vila de Gràcia hay un bar regentado por un señor muy enfadado que parece salido de una película de los hermanos Coen: "Ni lo pedimos ni lo pediremos, el certificado", exclama, con la mascarilla azul y la cara roja, cuando oye que este viernes es el primer día en el que hay que exigir el certificado covid para entrar en bares, restaurantes, gimnasios y residencias de mayores. Al lado, el propietario de una cafetería familiar se muestra menos irritado que el otro, pero no disimula una cierta impotencia: "Estoy solo en el bar y o bien sirvo a los clientes o bien hago de portero de discoteca, pero todo a la vez no se puede", dice. "De todas formas –añade– a los clientes de aquí los conozco, en general. Y si no los conozco, primero les sirvo y después pregunto": la orden de los factores sí que altera el producto, a veces.

El argumento de la clientela conocida para justificar una supuesta inmunidad a la hora de presentar el certificado covid se vuelve una especie de gag repetitivo en un par de establecimientos más. En dirección al Carrer Gran de Gràcia, en otro bar confiesan que hoy no exigen el certificado porque la gente todavía no se ha enterado que la medida ya es vigente, pero vuelven a apelar a la familiaridad para quitar hierro a la infracción: "Aquí la gente es la de siempre, gente que viene cada día, los conocemos y sabemos que están vacunados". Doy un vistazo a las diez personas que almuerzan en las mesas interiores y me cuestiono si en mis vínculos personales falla algo, porque yo ni siquiera sé si todos mis amigos y familiares están vacunados, y este hombre, en cambio, pondría la mano en el fuego por sus clientes.

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Carteles y permisividad

Bajando un poco, en una franquicia que a estas horas de la mañana sirve focaccias, cafés y pasteles, la encargada está colgando una hoja improvisada en una de las pantallas transparentes que hay en la zona de caja: "Aún no hemos tenido tiempo de hacer un cartel como es debido, bien plastificado, pero así, como mínimo, la gente puede ir preparando el certificado mientras hace cola". Algunas personas, en vez de mostrar el QR, muestran una foto hecha al QR impreso en papel, lo cual dificulta la lectura del código. Una chica no encuentra el certificado en las descargas del móvil y la camarera, que parece agobiada por nuestra presencia fiscalizadora, nos mira al fotógrafo y a mí y nos dice "ella, de todas maneras, es cliente habitual". Al final la chica pide un café para llevar.

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En el bar de al lado los camareros comentan, precisamente, que les es imposible pedir todavía el certificado porque la aplicación de La Meva Salud está colapsada por el gran alud de registros y descargas. Al preguntarles si tienen previsto pedirlo durante el día de hoy, responden que tendrán que esperar a mañana y que hoy será un día de transición. Más abajo, en otra franquicia de nombre italiano, el responsable dice que se ha encontrado con mucha gente que o bien se ha bajado un certificado que no es el que toca o bien no puede acceder a la aplicación debido al colapso.

En la Diagonal, en una conocidísima cadena de comida rápida, la empleada pide el certificado covid pero no ha colgado ningún cartel: "Estos días nos tenemos que centrar en promocionar los happy days", dice: por ahora, uno de los argumentos más originales de la jornada. Muy cerca, en una franquicia de tés, cafés y dulces, no tienen cartel pero sí que piden el certificado; eso sí, solo se lo miran fijamente, como con mala fe, pero sin escanear el QR en ningún caso.

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La exigencia del certificado covid para acceder al gimnasio podría ser el revés definitivo para la fuerza de voluntad de los más perezosos. Sin embargo, en el gimnasio del Carrer Gran de Gràcia explican que los usuarios vienen con el código QR preparado: "De momento no ha habido ninguna incidencia –comenta la recepcionista–, quizás cuando alguien no pueda entrar a causa de eso sí que tendremos alguna queja". En un centro deportivo especializado en fitboxing volvemos a presenciar el momento en el que la responsable engancha el cartel: ellos también piden el certificado desde hoy. Mientras tanto, las terrazas empiezan a llenarse y la percepción general es que hoy, nos pongamos como nos pongamos, una cierta permisividad parece casi inevitable.