"Solo me quedaba aguantar con dignidad que rompieran la puerta"
Desahucian a una familia vulnerable del piso del Eixample donde hacía 25 años que vivían
BarcelonaCon ocho furgonetas de los Mossos ante su portal, preparadas para desalojarlo, Carlos, de 53 años, ha decidido "aguantar el tipo" con calma. Afuera, una cincuentena de vecinos y vecinas, convocados por los movimientos por una vivienda digna, protestaban ante la puerta para impedir –sin éxito– la entrada a la comitiva judicial. "Solo me quedaba intentar mantener la dignidad, y mucho que me ha costado. No les he abierto, los he esperado adentro sentado hasta que han roto la puerta y han entrado". Los agentes han apartado uno a uno a los manifestantes y han accedido al piso. Entonces Carlos los ha recibido y ha entregado las llaves. Su madre, enferma crónica del corazón y con un informe de vulnerabilidad acreditada, no estaba en el piso. "Menos mal que en el último momento hemos decidido que era mejor que ella no estuviera, porque la situación de tensión ha sido muy potente", relata Carlos.
El suyo es, probablemente, uno de los últimos desahucios del año. A las puertas de Navidad. Era la séptima vez que la propiedad, el fondo de inversión Rontzerius, intentaba desahuciar a esta familia. Según explica el Sindicat de Llogaters –que ha llevado el caso de Carlos en los últimos meses, junto con la PAH–, en 2017 la empresa compró el bloque entero del Eixample donde hacía más de 25 años que vivía esta familia. Poco a poco dejaron de renovar los contratos. Los activistas aseguran que la propiedad ha echado a hasta 23 familias con la técnica de la no-renovación sin negociación, los llamados "desahucios invisibles". En la mayoría de casos, aseguran, los pisos han sido reformados y vueltos a poner en el mercado. Carlos y su madre, sin embargo, se resistían a marcharse. Hasta este lunes.
Visibilizar a los invisibles
Este martes tienen cita con los servicios sociales porque han llegado a un acuerdo para encontrar una alternativa residencial. "Estoy abierto a lo que me propongan; todo indica que será un lugar estable hasta que nuestra situación mejore o hasta que podamos acceder a un piso de la mesa de emergencia", dice esperanzado Carlos. Hoy, sin embargo, han preferido pasar la noche en casa de unos vecinos "que ya son amigos". "Son más de 20 años en el barrio; por suerte, tenemos amigos de verdad", agradece Carlos.
"Me gustaría que, como mínimo, mi caso sirviera para visibilizar todos los desahucios que pasan cada día y no se ven", dice Carlos. "Me ha costado muchísimo, pero he mantenido el tipo precisamente para hacer una denuncia pública digna: porque sé que hay casos mucho peores que el nuestro, y sé que hay familias que no pueden permitirse luchar visiblemente por sus derechos", insiste. La lucha, sin embargo, les ha pasado una factura emocional. Este anochecer solo reclamaban la compañía de los amigos y una mesa puesta para cenar. "Ahora mi prioridad es intentar ligar bien el lugar donde vamos a vivir, que mi madre esté bien, y después buscar trabajo –explica Carlos–. Después, quiero volver a unirme a los movimientos sociales, porque siento que tengo que devolver todo el empoderamiento que me han dado", concluye.