Barcelona se prepara para un verano con más robos y en alerta por los botellones
La Guardia Urbana dice que solo quedan una veintena de manteros activos en la ciudad
BarcelonaSi ningún virus lo altera, después de dos años en pandemia, este verano volverá a asemejarse al de 2019, el último con la normalidad precovid. Desde Semana Santa, la ciudad se ha llenado de turistas y se espera que todavía lleguen más. El aumento de su presencia va ligado a un crecimiento de la delincuencia, a menudo con los visitantes extranjeros como víctimas recurrentes. Los hurtos y los robos, de hecho, ya se sitúan por encima de 2020 –cuando los delitos tocaron fondo– y del año pasado, pero todavía por debajo de 2019, cuando llegaron a un máximo histórico y se hablaba de una "crisis de seguridad" en la ciudad. Con estos datos, la Guardia Urbana y también los Mossos se preparan para un verano que recuperará algunos debates previos de la pandemia si bien no todos, puesto que la presencia del top manta en Barcelona se encuentra en mínimos, según los datos del Ayuntamiento.
En verano de 2019, después de la llegada de Albert Batlle como teniente de alcaldía de Seguridad, se anunció un gran despliegue policial para ocupar el espacio público de la Barceloneta donde solían ponerse los vendedores ambulantes. Al final del verano el consistorio aseguró que el número de manteros se había reducido de 777 a 140. Ahora, según fuentes municipales, esta cifra todavía ha bajado más porque se calcula que quedan una veintena de vendedores ambulantes activos en el centro de la ciudad que se ven cuando no se detecta presencia policial. El miércoles por la tarde había cuatro vendedores ambulantes en la Rambla. Desde el Ayuntamiento explican que, a raíz de la pandemia, algunos manteros se han trasladado a municipios de la costa catalana y otros lo han cambiado por la chatarra o hacen de temporeros de la campaña de la fruta.
Esta reducción del topmanta se atribuye al hecho de que se ha dado el mensaje de que Barcelona no permite esta actividad, después de que en periodos anteriores esta directriz no fuera tan tajante. Pero, más allá de la venta ambulante, la sorpresa del verano del año pasado en la ciudad fueron los botellones, sobre todo los masivos durante las fiestas de la Mercè. La incógnita de este verano es si se repetirán las imágenes, a pesar de que la Guardia Urbana confía en que la reapertura de las discotecas –a diferencia del verano pasado, cuando estaban cerradas– mantenga el consumo de alcohol en la calle bajo control. En cambio, una de las prioridades de las noches son los dispositivos contra la delincuencia por los robos con agresiones físicas en las zonas de ocio nocturno.
La Guardia Urbana ha reforzado su unidad de refuerzo de emergencias y proximidad, la UREP –que sustituyó la antigua unidad de antidisturbios–, que ahora está formada por 179 agentes, 40 más que en 2019. La unidad se focaliza en las noches de los fines de semana por la concentración de delitos en esta franja. En cuanto a la delincuencia, continúa predominada por los hurtos –se espera que la modificación que ha aprobado el Congreso para castigar más la multirreincidencia contribuya a frenarlos–, que conviven con los robos violentos, centrados en los relojes de lujo. La Guardia Urbana presentará la próxima semana el dispositivo de verano que desplegará en las playas de Barcelona para evitar los delitos y velar por la convivencia. Un conflicto que empezó con la pandemia y que se mantiene son las quejas de los vecinos por ruidos en los domicilios o procedentes de las terrazas y los botellones.
Los bicitaxis, un objetivo
El verano del año pasado la Guardia Urbana puso en marcha una ofensiva contra los bicitaxis con controles y multas contra los conductores de los vehículos que transportan turistas. Los próximos meses continuarán siendo un objetivo y el grupo municipal del PSC llevará al pleno de Barcelona de este viernes una proposición para pedir a la Generalitat que prohíba los bicitaxis. Según el texto, su actividad "genera una problemática en la ciudad en términos de circulación y de ocupación del espacio público que pone en juego la seguridad de los pasajeros, de los conductores y del conjunto de los peatones". Explica que el Gobierno "se ha negado reiteradamente a regular" los vehículos a pesar de las peticiones del Ayuntamiento, que "no tiene competencias" para regularlos.
En cuanto a los grafitis, después de que las últimas semanas se hayan producido algunos en edificios históricos de Barcelona, fuentes de la Guardia Urbana admiten un repunte de pintadas, pero no lo atribuyen a ningún grupo organizado. El consistorio se ha comprometido a crear operativos de vigilancia para proteger el patrimonio del incivismo, a raíz de una demanda de los grupos de la oposición de más contundencia en la persecución de los actos vandálicos. Es un dispositivo que se tiene que definir con el apoyo de los equipos de limpieza. Las pintadas han afectado la fachada y el escaparate modernistas de Queviures Múrria, la basílica del Pi o el antiguo Hospital de la Santa Creu.