Dossier

¿De qué hablamos cuando hablamos de turismofobia?

El incremento del malestar por los efectos del turismo masivo vuelve a aflorar un concepto muy discutido

BarcelonaLa manifestación de este sábado en Barcelona es la fotografía que ilustra el malestar de parte de los vecinos con el turismo. El fenómeno lleva tiempo asomando la cabeza en los datos del Ayuntamiento, que muestran un aumento de la porción de ciudadanos que apuestan por poner límites al sector. Aunque todavía son mayoría los que destacan sus beneficios, el último estudio Percepción del turismo en Barcelona apuntaba que ya son casi uno de cada cuatro barceloneses (el 23%) quienes ven el turismo "más bien perjudicial para la ciudad". Una vez más, la aparición de ese malestar va acompañada de un concepto que agujerea en los titulares: la turismofobia.

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de turismofobia? El doctor en geografía y profesor de la Facultad de Turismo de la Universidad de Girona José Antonio Donaire opina que ésta es una palabra que "despista y distorsiona más de lo que ayuda", ya que "se presta a muchos usos". Por un lado, permite describir gráficamente cómo una parte de la ciudadanía comienza a considerar el turismo como un problema. Por otro lado, también se ha utilizado "como concepto peyorativo" para intentar "deslegitimar" cualquier movimiento de protesta. La investigadora del colectivo Alba Sud Carla Izcara alerta también que muchas veces se utiliza el término turismofobia por intentar convertir "un síntoma de malestar de la población en un problema personal". "Se patologiza y se individualiza cuando no es un tema de cuatro personas que tienen un problema con la gente de fuera. Es un problema colectivo", subraya.

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El índice de irritación de Doxey

Donaire explica que en un primer momento el concepto se utilizó para resumir uno de los estadios del índice de irritación de Doxey. Esta clasificación, ideada por el economista George Doxey en 1975, divide en cinco etapas la actitud de los locales respecto al turismo: euforia, apatía, molestias, antagonismo y aceptación. Está dentro de la categoría antagonismo –cuando la alegría por los primeros frutos del turismo queda lejos y las molestias que provoca en los vecinos ya se han convertido en irritación y fuerte aversión– en las que aparece la turismofobia. Según Donaire, "es una evidencia" de que en estos momentos Barcelona se encuentra en este punto. Lo corrobora el economista Miquel Puig, quien apunta que uno de los factores que explican este crecimiento del malestar ciudadano en Barcelona es que "cada vez menos personas viven del turismo, pero cada vez son más las personas que lo sufren".

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Aunque, a diferencia de lo que ocurría en 2017, el turismo no aparece como el principal problema de los barceloneses en las encuestas, en el último barómetro municipal, hecho público en diciembre, el porcentaje de ciudadanos que lo señalaban como el reto principal de la capital catalana ascendía al 6,3%. Un año antes sólo eran el 2,9%. Donaire apunta que parte de ese malestar se explica también porque se atribuye al turismo un impacto decisivo sobre aspectos clave del día a día de las ciudades "que seguramente no está suficientemente demostrado en algunos casos".

El mencionado estudio Percepción del turismo en Barcelona de 2023 aporta luz sobre cuáles son estos aspectos clave. A la pregunta de cuáles creían que eran los aspectos más perjudiciales del turismo, el 23,6% de los encuestados apuntan a la masificación del espacio público, mientras que el 16,2% señala el encarecimiento de la vivienda –sea de compra o alquiler– y el 14,7% el encarecimiento de la vida en general. Sólo dos años antes, los porcentajes de estas categorías eran muy inferiores –del 13,9%, 10,2% y 5,6% respectivamente–. Los tres son elementos que no guardan relación con la actitud individual del turista, sino con el impacto que el sector tiene sobre la vida en la ciudad.

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Por eso, el antropólogo y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) José Mansilla considera que el conflicto "no es entre personas, sino entre intereses". De ahí que, aunque las tensiones puedan ser habituales en aquellos espacios donde la convivencia entre unos y otros es más difícil –como las líneas de bus que soportan mayor carga de visitantes o las zonas de la ciudad más masificadas–, Mansilla descarta que el malestar pueda derivar en un choque entre turistas y vecinos por mucho que se hable de turismofobia. "La gente que critica el turismo no es turismófoba, lo que está es en contra de las dinámicas de turistificación", añade Mansilla, quien opina que la turismofobia "es un concepto hecho y utilizado tanto por el sector turístico como por determinados partidos y medios para criminalizar cualquier manifestación contra el turismo como modelo hegemónico".