Víctimas, pedófilos y pederastas, el cara a cara más difícil
"Como persona que ha sufrido abusos, ¿cómo puedo no darle la mano si sé que así no violará a mi hija?", dice Gemma. Ella organiza los encuentros de la asociación Àngel Blau. Míriam y Daniel participan en las sesiones, que tienen como objetivo evitar que se cometan más delitos sexuales
BarcelonaMíriam se acurruca bajo el abrigo, cubriéndose parte de la cara. Somos a principios de noviembre y el tiempo ha empezado a cambiar. A su lado se sienta Daniel. Sus cuerpos se rozan por instantes, los dos separados por escasos centímetros; él animado y expansivo, sin chaqueta; ella pensativa y protegida bajo la lana. Míriam sufrió abusos cuando era una niña. Daniel es pedófilo. Y pederasta. El año 2015 abusó de un menor y fue condenado a cinco años y 11 meses de prisión. Ahora está en régimen abierto, duerme cuatro días en un centro penitenciario.
A pesar de que a veces cuesta encontrar las palabras, la conversación fluye, con silencios intermitentes para recolocar emociones. Seis personas alrededor de una mesa. Dos víctimas, convertidas en supervivientes, cara a cara con un pedófilo que se convirtió hace seis años en pederasta. Dos psicólogos y el periodista completan el encuentro. Míriam resume los sentimientos que la remueven por dentro cuando comparte espacio con Daniel. “Me choca y me confronta”, admite esta artista visual y cantante de 31 años. No es fácil dar respuesta a las contradicciones que tiene, pero hace un tiempo decidió dar un paso adelante y participar en la asociación Àngel Blau. Organizan lo que denominan “grupos de palabras”, reuniones de unas quince personas para abordar los abusos sexuales infantiles, encuentros de entre dos y cuatro horas en los que participan personas que han sufrido abusos y pedófilos y pederastas. “Superando el abuso, enfrentando la pedofilia, previniendo la pederastia”, anuncia en su web la asociación, que nació en 2019 siguiendo las huellas del trabajo que Latifa Bennari hace en Francia desde hace 20 años. En este tiempo han recibido cerca de 120 peticiones de pedófilos y pederastas y unas 50 víctimas.
Tienes que estar preparado
Hace 10 años que Míriam empezó a trabajar sobre lo que sufrió cuando tenía 4. Un proceso largo, que quiere acabar plasmando a través del arte, que le ha permitido reencontrarse consigo misma. Ahora ya no se considera víctima. Ha podido superar esta etapa. “Yo quise saltar por encima de la rabia, de las emociones y llegar a un estado de paz y serenidad, y esto es una trampa. Se tiene que vivir todo, sentir la rabia, sentirse enfadado, triste, víctima... y no forzar que se tiene que llegar a algún lugar”, argumenta. Un viaje que en los últimos meses le ha traído a sumarse a Àngel Blau para romper “tabúes” y trabajar “la parte más oscura”, el cara a cara con los pederastas. “El silencio perpetúa”, sentencia ella, que en el primer encuentro presencial se topó con una persona que le recordaba a su abusador. “Fue un cataclismo, sentía rabia, dolor, injusticia... No sales de la reunión en paz”, recuerda. Por eso uno de los requisitos para participar es tener apoyo psicológico externo, que los asistentes estén en manos de especialistas. “Se mueven cosas, y cuando estás en casa por la noche puede haber una gran sacudida. Me sentí liberada por compartir y escuchar, por haber podido hacer algo que me daba mucho miedo, por ver personas que estaban en el otro lado. Necesité y necesito apoyo externo para recolocar todo esto”, relata.
Escucharlo de primera mano
Para Míriam, la experiencia fue tan sobrecogedora como sanadora. Pero su relato buscaba sobre todo incidir en las personas que hay "al otro lado". “Su testigo ha ayudado a mucha gente”, explica Gemma, coordinadora de los grupos de palabras y persona que también sufrió abusos de pequeña. “A veces nos quedamos trabados, porque las palabras no salen cuando lo hemos silenciado tanto tiempo, pero Míriam tiene un don de palabra”. Relatos que tienen que servir para que pedófilos y pederastas comprendan el dolor que pueden causar... o ya han causado. “Puedes leer la lista de secuelas 50 veces, pero es muy diferente que aquella lista te la explique alguien que lo ha vivido, que te dice cara a cara que hasta hace cuatro días se está autolesionando porque sufrió abusos. Si lo sientes en primera persona, te toca, lo desmonta todo, y esperamos que sea un desmontar para volver a montar de manera sana”, argumenta la Gemma.
La presidenta de Àngel Blau, la psicóloga Rosa Nolla, presente en los grupos de palabras como observadora, ha sido testigo de lo que explica Gemma. “Cuando los confrontas con lo que han hecho, cuando personas de 40 o 50 años explican lo que sufrieron con 5-6 años, [los pedófilos y pederastas] conectan”, argumenta. Y pone un ejemplo. Hace unos meses los contactó una persona de unos 60 años, “pedófilo de toda la vida, con hijos y pareja” y que “lo ha vivido en silencio absoluto”. Esta persona se ha sentido “un monstruo” toda la vida porque sentía atracción por los menores. Ahora se ha puesto en manos de Àngel Blau para intentar no traspasar la línea y pasar de pedófilo a pederasta. “Nuestro objetivo es que no pase, los acompañamos para darlos herramientas para que nunca pasen a la acción”, dice Nolla.
Amenazas de muerte
Quieren evitar más víctimas. Y para hacerlo, confrontan agresores o potenciales agresores con personas que han sido abusadas. “Como persona que ha sufrido abusos, ¿cómo puedo no darle la mano si así sé que no violará mi hija?”, recalca Gemma para manifestar los motivos que la trajeron a impulsar Àngel Blau en Barcelona, con la intención de llegar a todo el mundo de habla hispana: “Sé lo que he sufrido y no quiero que lo sufra nadie más. ¿Qué hay que hacer?”
No todo el mundo, sin embargo, entiende que en una misma mesa se sienten víctimas y agresores. Hace unas semanas recibieron una amenaza de muerte a través de un correo. De hecho, este mismo periodista lleva semanas con el debate ético de qué significa hacer este ejercicio periodístico, y ha necesitado hablar con personas que han sufrido abusos para tirar adelante este texto. Pero Nolla lo tiene clarísimo. “Las cosas de las que no se habla no pasan, y esto está pasando. No miramos al otro lado, sabemos que es más gratificante trabajar con las personas que han sufrido los abusos”, defiende. “Es una elección. Entiendo que hay personas que lo han sufrido y no están preparadas o no quieren hacerlo. Esta asociación mira el problema de forma global”, añade Míriam, que es “la cuarta generación” de su familia que ha sufrido abusos. “Mi madre no me supo proteger, no sabía como hacerlo con ella, que también sufrió. Y yo pienso: «Conmigo esto se acaba»”, dice. “¿Por qué vas allí siendo víctima? Porque ayuda al proceso de desvictimización. Poner la responsabilidad a quien le toca”, dice Gemma.
El perdón
Míriam introduce en la conversación el concepto del perdón. “La persona que nos hizo esto nos hizo mucho daño y no sé si se puede llegar a perdonar, pero lo quieres con todo tu corazón. Yo habría querido que hubiera sido ayudado”, reflexiona. Si hubiera conocido a tiempo una asociación que lo ayudara, quizás habría “podido tomar un camino diferente”. También habla del perdón Gemma, y de la diferencia entre compartir espacio con un pedófilo y un pederasta. “Con un pedófilo que pide ayuda me vienen ganas de llorar y abrazarlo, porque es valiente. Cuando es pederasta, esta debilidad me confronta. En el primer grupo de palabras sentí mucha rabia. El pederasta me hizo entender que es muy difícil que una persona que puede distorsionar tanto la verdad entendiera el mal que hace y acabara pidiendo perdón. Por lo tanto, mi lucha para buscar este perdón no fue tan frenética, ya no era el hito de mi vida: me responsabilicé de salvarme a mí misma. No me salvará su perdón [que se lo pida], porque no lo obtendré”.
Sin embargo, Míriam reconoce que una de las cosas que más la ayudaron fueron las palabras de Daniel el primer día. Le pidió perdón. En nombre de su abusador.
- PederastiaAbús sexual que se comete contra menores, implica un delito.
- Pedofilia Amor o atracción erótica o sexual que una persona adulta siendo por los menores.
Daniel asiente. Es consciente del dolor que provocó. Y entiende que mucha gente no lo perdone o que lo quiera “estrangular”; sobre todo las personas a las que hizo daño en 2015. A pesar de que la mayoría de su círculo íntimo no le “ha girado la espalda”, algunos conocidos lo han echado por todo el dolor que causó. “Sé que no tengo ningún derecho de ir a pedir perdón a la víctima y recibirlo”, asume, pero “hay personas que lo necesitan”.
Cuando cometió el abuso se puso en manso de psicólogos y psiquiatras, buscó ayuda en el CAP, pero no le podían ofrecer ningún servicio y lo empujaron a seguir con el tratamiento privado. Justo antes de entrar en prisión vio un documental en el que se hablaba de Àngel Blau y, una vez dentro de Brians 2, lo pusieron en contacto con la asociación. “¿Por qué estoy aquí? Porque es importante hablar sobre pedofilia y pederastia y que la gente dé su testigo. El mal que he causado es muy grande, ha tenido una repercusión enorme para la víctima y para mí”. A través de las sesiones con Àngel Blau, Daniel ha podido “poner cara” al dolor y entender que pedófilo lo será “toda la vida” porque “no hay vacuna”, pero ahora, como mínimo, puede “convivir con esto” y “contraatacar las fantasías” con menores que empezó a tener a los 17 años. Pero el miedo y la vergüenza hicieron que no lo compartiera con nadie: “No pedí ayuda y acabé aquí”.
Daniel entiende que haya debate sobre la asociación. “¿Cómo se te ocurre ayudar a este cabrón, gente que ha cometido un delito, un abuso? Pero si no existiera Àngel Blau difícilmente una persona como yo pediría ayuda, y esto significa más víctimas”, argumenta antes de explicar que hablar le ha permitido ganar seguridad, hasta el punto que se ve enamorándose de una persona de su edad, antes un hecho impensable. Cuando está rodeado de menores ya no siente aquel “monstruo interior” que lo tensionaba. “Seguridad desde la aceptación y el hecho de compartir con el entorno para prevenir. Su entorno está enterado”, aclara el psicólogo Joaquim Almeda, vicepresidente de la asociación. Porque “una persona sola esto no lo domina”, añade Daniel. Por eso es importante hablar, compartirlo con el entorno para minimizar riesgos.
Daniel se extiende en el argumentario. “Toda persona humana tiene un deseo sexual, que se tiene que satisfacer de alguna manera. En la pedofilia, muchos empiezan consumiendo imágenes, pero este deseo llega un momento que no lo satisfaces y acabas cometiendo un delito. Por eso la importancia de dar el testigo, porque gente que están en este inicio, que ya es delito, sean capaces de pedir ayuda a tiempo”, razona. Habla siempre “de orientación” sexual. Hasta que Nolla lo corta: “No compartimos la terminología. No se puede normalizar: es una parafília”. Se les escucha, se les acompaña, pero no se les compra el relato: han causado un dolor que dura por siempre jamás.