Cambios en el cerebro hacen que después del parto las mujeres sean más selectivas a la hora de relacionarse
Variaciones en la materia gris hacen que las madres elijan pasar más tiempo con familiares y amigos íntimos
La maternidad constituye un aspecto fundamental de la vida que, más allá de la decisión personal de querer tener hijos o hijas, incluye importantes cambios en el comportamiento de las mujeres. Tradicionalmente se ha dicho que se producen de forma más o menos espontánea para favorecer la supervivencia de los bebés y su bienestar. A pesar de la importancia innegable de los aspectos sociales y de los modelos de maternidad que se han visto, y que de forma preconsciente tendemos a imitar, estos cambios de comportamiento deben tener también una base biológica que los promueva, especialmente si tenemos en cuenta que especie humana los bebés nacen mucho más inmaduros que en cualquier otro mamífero. Este hecho implica que debe haber un período mucho más largo de cuidado intensivo de los recién nacidos para favorecer su supervivencia.
En 2017, un equipo de investigación de la Universidad Autónoma de Barcelona y del Hospital del Mar describió por primera vez algunos de los cambios cerebrales que se producen durante el embarazo, que podrían contribuir a explicar los cambios de comportamiento durante este período vital. Ahora los propios investigadores acaban de publicar un nuevo artículo en la revista Nature Reviews Neuroscience, encabezado por el especialista en ciencia cognitiva Òscar Vilarroya y la neurocientífica Susana Carmona, en el que también han participado investigadores del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y de la Universidad Estatal de Ohio, en EEUU, donde exponen de forma concisa cuáles cambios cerebrales se producen durante el embarazo y después del alumbramiento, y cómo se pueden relacionar con los cambios de comportamiento que favorecen el bienestar y la supervivencia de los bebés. Una de las conclusiones del estudio es que algunos de estos cambios parecen exclusivos de la especie humana y que se relacionan con el vínculo entre madres e hijos que se mantiene toda la vida.
Cambios hormonales
Uno de los aspectos fundamentales de los cambios de comportamiento que se producen durante la maternidad tiene que ver con los cambios hormonales, sobre todo con los cambios en los niveles de estrógenos. Durante el embarazo, la cantidad de estradiol y otros estrógenos aumenta significativamente. Se sabe desde hace tiempo que varias áreas del cerebro son susceptibles a estas hormonas, lo que explica sus efectos sobre el comportamiento. Sin embargo, como describen Vilarroya, Carmona y sus colaboradores en el artículo, esta influencia va mucho más allá y afecta a la propia estructura del cerebro.
Durante el embarazo, los cambios hormonales inducen una reducción significativa del volumen de materia gris en áreas muy concretas del cerebro. La materia gris es la zona en la que se encuentran los cuerpos de las neuronas. Cabe puntualizar que esta reducción, que es temporal, no afecta en ningún caso a las capacidades cognitivas de las personas, sino que permite ajustar su comportamiento al período vital en que se encuentran.
En concreto, las zonas del cerebro donde se ha detectado incluyen la corteza prefrontal, la cingolada y la temporal, además de regiones subcorticales como el hipocampo, la amígdala y el estriado. En conjunto, estas zonas están implicadas en la gestión de la información, la reflexividad y la toma de decisiones, así como en la memoria, emociones y sensaciones de recompensa. La mayor parte de estas zonas vuelven a incrementar el volumen de materia gris después del parto, lo que también contribuye a explicar que el comportamiento maternal sea diferente durante el embarazo que después de alumbrar.
Cambios de comportamiento
Ahora bien, ¿cómo se relacionan estos cambios morfológicos con los cambios de comportamiento? Para averiguarlo, los investigadores deben utilizar escáneres cerebrales y diferentes tipos de tests, entre ellos algunos diseñados para valorar la sensación de placer que experimentan las mujeres cuando interactúan con los bebés; el grado de seguridad que muestran cuando lo cuidan; cómo aceptan y toleran las demandas, a menudo muy exigentes, de la maternidad, y qué emociones manifiestan cuando juegan con sus hijos e hijas. También han utilizado tests que permiten valorar la calidad del vínculo que los bebés establecen con la madre, que se relaciona con el estilo de maternidad.
En conjunto, la extensión de estos cambios cerebrales en las mujeres en las que se ha analizado se correlaciona con la calidad del vínculo emocional que establecen con sus hijos e hijas; con una disminución de la hostilidad que pueden sentir hacia ellos y ellas cuando las demandas para su cuidado son muy exigentes; con el hecho de ser mucho más selectivas en cuanto a la elección de las personas con las que se relacionan, que hace que muestren una preferencia hacia los familiares y los amigos íntimos, y con el hecho de percibir a sus hijos e hijas más bonitos y vivarachas que el resto, lo que favorece de rebote los demás comportamientos mencionados.
En todo caso, según han demostrado estos investigadores, el embarazo y el alumbramiento producen cambios tangibles y dinámicos en la estructura cerebral de las mujeres, que promueven los comportamientos que favorecen el bienestar y la supervivencia de los bebés. Este hecho no excluye, desde luego, la importancia de los modelos sociales y culturales, también muy influyentes. Y, en el caso de la especie humana, también debería incluir los cambios de comportamiento del otro progenitor, si los hubiere, dado que influyen directamente en el bienestar de los bebés y de la madre.
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