Fumar debilita el sistema inmunitario incluso años después de dejarlo

Un nuevo estudio identifica el tabaquismo, la obesidad y haber sufrido una infección por citomegalovirus como causas que debilitan a las defensas

La pandemia de cóvid-19 puso en evidencia entre la población general algo que los médicos siempre han tenido claro: el sistema inmunitario de los humanos es muy variable. ¿Cómo es posible que un virus cause los síntomas de un resfriado en una persona y, en cambio, envíe a la UCI la de al lado, si el agente infeccioso es el mismo y los mecanismos básicos de defensa del cuerpo también?

La explicación, fácil de entender, es que estas defensas no funcionan igual en todos. El problema es intentar explicar la causa de estas diferencias porque no es sencillo. Evidentemente, existe una base genética que hace que algunas personas estén mejor protegidas contra ciertas amenazas que otras ya de entrada, aunque todavía no sabemos todos los detalles. Pero se sabe que también influyen factores externos muy diversos.

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Se acaba de descubrir uno inesperado: el tabaco. Según un artículo publicado recientemente en la revista Nature, los fumadores tienen la inmunidad alterada, sobre todo la que recuerda a las infecciones, y eso seguramente les hace más susceptibles a enfermedades.

Defensas innatas y adaptativas

El sistema inmunitario de los humanos, similar al de los otros mamíferos, es un entramado complejo de proteínas, células y componentes que actúan de forma perfectamente coordinada, no sólo para destruir con rapidez los microbios que nos invaden, sino también las células que no se comportan como deberían comportarse (por ejemplo, las que están a punto de convertirse en malignas o las que han envejecido y ya no realizan la función correctamente). Sin esa protección no duraríamos mucho. Por eso es tan importante que funcione bien.

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Nuestras defensas se dividen en dos grandes grupos, según su forma de actuar: las que pertenecen al sistema inmunitario innato (que es inespecífico pero rápido, y evolutivamente más antiguo) y las del adaptativo (mucho más) cuidadoso, basado en las células llamadas linfocitos que fabrican anticuerpos que reconocen a invasores concretos y tienen memoria de cara a futuras reinfecciones).

Para que la respuesta sea adecuada a cada situación, deben poder actuar independiente o conjuntamente. Las citoquinas son una familia de proteínas fabricadas por las células de la sangre que participan precisamente en la coordinación de ambas vías.

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Tabaco, obesidad y citomegalovirus

El grupo de la doctora Violaine Saint-André, bióloga computacional del Instituto Pasteur de París, se propuso medir la diferencia en la producción de trece variantes de citoquinas de unas muestras de sangre extraídas hacía diez años a un millar de voluntarios sanos de Bretaña, con el objetivo de entender mejor las diferencias personales en las respuestas inmunitarias.

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Para activar la inmunidad, tanto la innata como la adaptativa, los investigadores expusieron la sangre a una docena de microbios y agentes similares y después cuantificaron los diversos tipos de citocinas fabricados. El último paso fue comparar los resultados con información clínica de los voluntarios existentes en el banco de datos.

Así fue como encontraron una asociación con el tabaco: los fumadores tenían una producción de citocinas reducida, sobre todo las relacionadas con el sistema adaptativo, incluso si llevaban años dejando de fumar. La culpa de estos efectos prolongados parece ser los cambios epigenéticos (modificaciones químicas del ADN, en principio reversibles) causados ​​por el tabaco, que alteran la acción de genes importantes para la inmunidad.

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El mismo estudio ha encontrado dos factores más que podrían interferir en el funcionamiento del sistema inmunitario: tener un índice de masa corporal (IMC) por encima de lo que se considera sano (es decir, la obesidad) y haber sufrido una infección por citomegalovirus, un microbio que suele dar cuadros leves.

Confirmación con más datos

Aún habrá que confirmar los resultados en una cohorte más amplia y diversa. Los propios investigadores están estudiando muestras de África y Asia para compararlas con las europeas, así como nuevas muestras de los voluntarios originales, para ver cómo ha evolucionado su inmunidad una década después.

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De todos modos, estos datos cuadran con observaciones clínicas anteriores, como por ejemplo un estudio publicado a finales de los años 90 por el dr. Jordi Almirall y otros miembros del Consorci Sanitari de Mataró, donde ya veían una asociación entre fumar y tener más susceptibilidad de sufrir infecciones como la neumonía, que se mantenía años después de dejar el tabaco.

Hay muchos factores que pueden modular la respuesta inmunitaria. El sexo es el más conocido: hace tiempo que sabemos que la inmunidad de las mujeres es muy diferente a la de los hombres debido al papel que juegan las hormonas. Otro es la edad: con los años, la inmunidad pierde potencia. Ahora podemos añadir a la lista varios factores más.

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La buena noticia es que, a diferencia de los que ya conocíamos, algunos de ellos se pueden controlar. Dejar de fumar y mantener un IMC equilibrado no sólo protege contra el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y el envejecimiento, sino que además nos ayudaría a tener el sistema inmunitario funcionando a pleno rendimiento. Un buen motivo para esforzarnos.