San Jorge 2024

San Jorge y la neuroquímica del amor

El amor romántico intenso es una de las sustancias más adictivas de la Tierra

Una de las experiencias más gratificantes que podemos tener es estar enamorados y amar a alguien. Cuando amamos de verdad deseamos pasar tanto tiempo como sea posible junto a la persona amada y, cuando no la tenemos al lado, la añoramos. Y si nos sentimos rechazados, durante un tiempo todavía la deseamos con mayor fuerza. Poetas de todos los tiempos han alabado el amor y lamentado el desamor. Sin embargo, a nivel cerebral el enamoramiento funciona, literalmente, como una adicción. El amor romántico intenso es una de las sustancias más adictivas de la Tierra.

A escala cerebral y neuroquímica, hay que distinguir tres fases. La primera es el contacto inicial. Hay tres factores principales que hacen que sintamos atracción por alguien. Por un lado, las feromonas, vinculadas a la atracción sexual. Cada uno tiene las suyas y no siempre se produce la misma cantidad, en función de los ciclos hormonales y también del estado emocional. También influye el olor corporal, que contiene, entre otras sustancias, fragmentos de proteínas del sistema inmunitario. El cerebro hace una comparación con el propio y, si hay diversidad, nos sentimos más atraídos por esa persona. De esta forma, si la relación fructifica y acabamos teniendo descendencia conjunta, su sistema inmunitario será más diverso y, en consecuencia, más fuerte. Por último, en el primer contacto también intervienen muchos elementos culturales, que condicionan los estereotipos que nos predispondrán a que nos guste una persona.

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La segunda fase es el enamoramiento. El cerebro aumenta la producción de determinados neurotransmisores, como la dopamina y la oxitocina. La dopamina es responsable de la sensación de euforia, felicidad y motivación, siendo comparable a lo que se produce cuando se consumen drogas. El enamoramiento es una especie de adicción hacia la persona amada. Por eso cuando nos alejamos podemos tener síndrome de abstinencia. La oxitocina, por su parte, favorece la formación de vínculos emocionales íntimos. Se produce especialmente durante las interacciones íntimas, como los besos, los abrazos y las caricias.

En cuanto a la actividad neuronal, la amígdala, que es la zona del cerebro que genera las emociones, incrementa su actividad, lo que explica el alud de emociones, a veces contradictorias, que experimentan los enamorados. paralelo, la corteza prefrontal disminuye también su actividad. Se encarga de los procesos reflexivos y críticas. Por eso cuando estamos enamorados nos cuesta más ver los defectos de la otra persona. Además contribuye a la sensación de pérdida de control y racionalidad. Por último, también se activan los circuitos de recompensa, como el núcleo Accumbens, que contribuye a la sensación de placer y felicidad intensa. El enamoramiento es una etapa muy bonita, pero tiene fecha de caducidad. Las reacciones cerebrales son tan intensas que acaban saturándolo. Dura entre 2 y 4 años.

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Si durante el enamoramiento la relación se consolida, especialmente a través de las memorias emocionales que se generan, se puede entrar en la tercera y última fase: el amor. No todo el mundo llega, ya que los circuitos neuronales de la crítica, en la corteza prefrontal, vuelven a activarse. Además, es necesario que el vínculo y la confianza generados sean suficientemente sólidos para seguir con la relación.

Los circuitos neuronales de recompensa y emocionales se mantienen activos, pero con un nivel de excitación más bajo. A nivel neurohormonal también encontramos dopamina, pero ahora destacan mucho más la oxitocina, la serotonina, la vasopresina y las endorfinas. La oxitocina y la vasopresina mantienen el vínculo emocional. La serotonina se relaciona con el control de las emociones y el estado de ánimo. Por cierto, durante el enamoramiento existe una disminución de la producción de serotonina, lo que explica la existencia de comportamientos obsesivos, la preocupación constante por la otra persona, la pérdida de apetito y la dificultad para dormir. Por último, las endorfinas tienen efectos analgésicos y causan sensación de bienestar. Por eso nos sentimos a gusto junto a la persona amada y, cuando tenemos algún daño, su presencia nos tranquiliza y hace que disminuya la sensación de dolor. La mejor noticia es que el amor no tiene necesariamente fecha de caducidad. Va cambiando con los años, pero puede mantenerse toda la vida.

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Como describió muy intuitiva y acertada el poeta y maestro de Arnes Francesc Samper Llombart (1898-1978): “El amor no es flor de un día / el gozo fogoso de un instante. / Es la joya compartida / de la dulce compañía / de los que viven amando.”

David Bueno y Torrens

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Fundador de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1ST