Francesc Eiximenis, curas glotones y el vino de hoy, en el Empordà

Muchos de los vinos de los que salen en este simposio son viejos amigos míos (otros, los descubro con ustedes). Al de hoy, le entregué el Vinari d'Or en 2018, con la querida Txe Arana. Era el Mas Pòlit, 2016. “Mis dos hijos, Xavier y Marc, lo recogieron, siempre me acordaré. El mejor vino de crianza de Catalunya fue el nuestro”, dice Pepe Iglesias, el propietario de Mas Pòlit. Pienso si podría encontrarlo en alguna tienda especializada, en el 2016, pero diría que no, porque hicieron 15.000 botellas. Y añade: “No es pulido sino pólito, ¿eh? Viene de Hipólito. El nieto de lo que compró la masía se llamaba así”.

El Mas Pòlit es una bodega que hay en Vilamaniscle, el Empordà, cerca de Llançà, en la sierra que va del Parque Natural de la Albera al cabo de Creus. Pertenece a la familia desde 1572. El año pasado cumplieron 450 años. El antepasado de Pepe, Antoni Heres, compró la masía. Y dice Pepe: "El documento más retrocedido que hay de la finca es de 1293, en el archivo de la Corona de Aragón". Por un momento cierro los ojos por la belleza de la expresión que ha utilizado para hablar del papel más antiguo. Los monjes de Sant Pere de Rodes, que lo apuntaban todo, eran los propietarios señoriales de la finca. Se la dio el conde de Empúries. “Estoy escribiendo un libro al respecto –me dice–. “Pero voy lento, porque no soy escritor, soy ingeniero industrial. En 1960 en el pueblo se creó la cooperativa y todos les veníamos las uvas. Funcionó hasta el 2004. La cosa no fue bien y se cruzaron. Se lo vendieron”. Por tanto, en 2005 empezaron a hacer vino en la masía otra vez. Empezaron poco a poco (al año siguiente, el Vinari).

“No soy enólogo. Me es difícil decir si mi vino huele a cosas. Es el vino que yo había pensado desde el principio. En el 99 se reestructuró el viñedo. Plantamos garnacha, algo de cabernet y syrah. Y después plantamos monastrell”. De este viñedo de monestrell hacen muy pocas botellas, seiscientas, de un vino maravilloso llamado Racons. Admiro y amo al monastrell, que es una cepa que fue citada en lengua catalana, por primera vez, en 1380 por Francesc Eiximenis en El cristiano, hablando de un monje glotón. La glotonería monacal se ve que es una característica de la profesión. Dante, en la Divina Comedia, habla de otro eclesiástico glotón, éste, aficionado a la garnacha. Eiximenis sitúa al monestrell en el Empordà.

El Pòlit tiene garnacha, cabernet y syrah. Lo envejecen en barrica de roble americano y francés. “En la etiqueta pone que le tenemos siete meses, porque lo tenemos de octubre a mayo, pero siempre hay alguna bota que se queda atrás. Y entonces ya no puedo poner en la etiqueta ocho meses, porque no llega. Por eso pongo que sed. No le queremos dar demasiada madera, queremos fruta. Si el enólogo nos dice que sabe a tablón lo sacamos”. Este vino es la esencia del terroir, del bosque, de la montaña. La pizarra –la pizarra– le da la mineralidad. Verán que tiene mucha permanencia en boca, un regusto perdurable, muy elegante. Me gusta mucho. “Si sabe a mora o de fruta madura yo no lo suelo comentar. Cuando hacemos visitas la gente se asusta. Prefiero decir qué es lo que hago”.

Este Mas Pòlit, que les llenará la boca de placer, iría bien con platos de asados ​​en general, con bastante cuerpo, porque los taninos son suaves pero potentes. En dos o tres años estará aún mejor. “Yo guardo botellas en el cementerio y de vez en cuando abro un 2013 o 14”. Sonrío. Yo he probado alguna de estas añadas. Les voy a decir una palabra: espectaculares.

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