¿Un nuevo competidor para Cataluña? Brasil sale con el aceite de oliva virgen extra
Técnicas de polinización sostenible y agricultura regenerativa impulsan un sector que tiene poco más de dos décadas de tradición en el país
Viamão (Brasil)En Cataluña, el aceite de oliva es mucho más que un alimento: es paisaje, cultura y forma de vivir. En cualquier tienda exquisita es fácil encontrar botellas o pequeñas latas de Siurana, Garrigues o Ventalló a precios a menudo prohibitivos: medio litro puede costar entre 16 y 20 euros, y hasta 230 en ediciones de superlujo, como la del aceite Oldfargus 2000, del Maestrat, elaborado con aceitunas de olivos milenarios. Una tradición consolidada durante siglos y que forma parte de la identidad mediterránea.
A más de 8.000 kilómetros de las Tierras de Poniente, del Empordà o del País Valenciano, en el sur de Brasil, un grupo de pequeños productores intenta escribir su propia historia oleícola. No tienen siglos atrás —a lo sumo dos décadas—, pero su apuesta por técnicas de polinización sostenible y agricultura regenerativa está dando frutos sorprendentes. Lo que parecía impensable –producir aceite de oliva virgen extra de gran calidad en un país tropical– es hoy una realidad reconocida por los expertos delInternational Olive Council, entidad que agrupa al 95% de la producción mundial. Brasil aún no forma parte, pero la calidad de sus aceites ya despierta admiración y empieza a recibir premios en concursos internacionales.
El reto, sin embargo, no es tanto conquistar el mercado global —dominado por gigantes como España, Italia o Grecia— como educar a una población que no tiene el aceite de oliva como herencia gastronómica. "Todo lo que no quiere los mediterráneos lo compramos nosotros, ya menudo es etiquetado como virgen extra cuando no lo es", dice al ARA Flávio Obino Filho, presidente del Instituto Brasileiro de Olivicultura (Ibraoliva). Los 550 productores del país -que elaboran cerca de un millón de litros anuales- trabajan "en condiciones de extrema dificultad –añade–. En los supermercados tenemos aceites de pésima calidad que deben competir con los nuestros, que son magníficos y muy premiados". El precio también lo hace. Lo que llega de Europa es mucho más barato que el local.
Uno de los proyectos más inspiradores es lo de Lucídio Morsch Goelzer, fundador de la Estancia das Oliveiras, en Viamão, a media hora de Porto Alegre. Hace catorce años, después de siete pruebas y viajes de aprendizaje, obtuvo su primer aceite: veinte kilos de aceitunas y poco menos de dos litros de aceite. "En la familia bromeábamos —recuerda André, uno de los tres hijos, también al cargo del negocio, como los hermanos—, decíamos que era el aceite de oliva virgen extra más caro del mundo. El padre se cuidaba de cada gota."
La broma, hoy, ya no lo es. Con nueve variedades distintas y 28 hectáreas de terreno plantado, la familia produce uno de los cinco aceites más premiados del mundo. "Poca cantidad —6.300 litros en el 2025, 12.000 previstos para el 2026, si el clima acompaña— pero mucha calidad. El litro cuesta unos cien euros y vendemos todo lo que producimos", explica Rafael Sittoni Goelzer. "En cuanto a restaurantes, nuestro aceite sólo lo encontrarás en establecimientos que tienen estrellas Michelin."
Como todo proyecto innovador, hacer aceite en Brasil requirió tiempo y viajes de formación. La familia Goelzer plantó 36 variedades de olivos para comprobar cuáles se adaptaban mejor al suelo y al clima de Río Grande do Sul –arbequina, koroneiki, coratina, picual, frantoio, ascolana, arbosana, grappolo y leccino– donde hoy se concentran más de la mitad de los productores5 y 6.200 de las 10.000 hectáreas de olivares del país (para hacerse una idea, en Catalunya hay 114.000, y en el resto del Estado, 2,66 millones). Como marca, el óleo de la Estancia sólo se comercializa desde el 2019, con una primera cosecha de 1.400 litros.
Sin tradición, los pequeños oleicultores brasileños han optado por la innovación. En la Estancia das Oliveiras, por ejemplo, han logrado aumentar la productividad mediante la polinización natural. En Cataluña, este proceso depende sobre todo del viento y de la proximidad entre variedades compatibles, como la arbequina, el argudell o el picudo rojo. Pero en Río Grande do Sul, las altas temperaturas, la humedad y la inestabilidad del viento lo dificultan. "La polinización ha tenido que encontrar a nuevos actores", explica André Sittoni Goelzer. ¿Cuáles son? Las abejas nativas sin aguijón, como la jataí o la mandazaia, capaces de aumentar hasta un 30% la producción de un campo de olivos. En algunos sectores de la finca, la familia mantiene colmenas para favorecer su proceso. Son especies adaptadas al clima tropical, capaces de volar con humedad alta y de entrar en flores diminutas con una precisión que el viento no garantiza.
Así, la biodiversidad local de América Latina se pone al servicio de un cultivo que durante siglos ha sido patrimonio exclusivo del Mediterráneo. Y de ahí nace la paradoja: en un país sin tradición olivo, los pioneros brasileños comienzan a demostrar que la calidad —y no la historia— puede ser la clave del futuro del aceite de oliva. Pero la batalla por conquistar el mercado interno es de largo alcance, y es la que están obligados a librar.