OBITUARIO

Muere Fermí Puig, el gran apasionado y defensor de la cocina catalana

El restaurante homónimo en la calle Balmes de Barcelona se traspasa

El gran chef de la cocina catalana Fermí Puig Botey ha fallecido este viernes en el Hospital Clínic de Barcelona a la edad de 65 años a causa de un linfoma. La muerte de Fermí Puig, nacido en Granollers en 1959, crea un vacío infinito, inmenso, entre familiares, amigos y especialmente entre los profesionales del sector y también del fútbol, ​​especialmente de su querido Fútbol Club Barcelona, ​​cuyos colores tanto había amado , y que le habían llevado a crear el reservado más deseado de su restaurante, que a menudo los periodistas llamábamos El Homónimo, porque lleva su nombre: restaurante Fermí Puig. En esta sala privada destaca una gran fotografía en blanco y negro en la que hay una barandilla de madera, original, real, del campo de fútbol de Les Corts, y donde se puede ver al presidente del Barça Josep Sunyol y al presidente de la Generalitat de Cataluña Lluís Companys. En el resto de paredes, las camisetas, los trofeos y otras fotografías que hacían feliz al cocinero, que siempre recordaba que el primer servicio que ofreció en esta sala con una mesa redonda fue en honor a sus grandes amigos, y admirados, Johan Cruyff y Pep Guardiola.

Fermí Puig confesaba que aprendió a cocinar en su casa con su abuela y su madre, pero no se dio cuenta de la vocación hasta los 21 años, cuando entró de ayudante de cocina en diferentes restaurantes. "Tuve la suerte de tener una abuela y una madre que cocinaban muy bien, y recuerdo especialmente el fricandó de casa, que es un plato sencillo pero fundamental de hacer en nuestra cocina", declaró siempre. De hecho, justamente estas recetas catalanas son las que él defendía que debían cocinarse en los restaurantes, ya que en las casas se habían perdido porque las familias dedicaban más horas a las jornadas laborales que a la cocina.

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En la mili, con Ferran Adrià

El cocinero contaba también otras anécdotas sobre sus inicios en la cocina, entre las que destacaba el tiempo en el que hizo la mili. “Comencé a hacerla con 24 años, porque la había aplazado por los estudios, que no terminé porque quería ser cocinero; pero entonces me pasé dieciocho meses en Cartagena, donde dije a un cargo que había allí, un cabo primero, que era de Granollers como yo, que yo sabía cocinar”, decía. De hecho, su estrategia fue más trabada, porque Puig se dio cuenta de que en la mili se comía mal y que los cargos superiores se quejaban. Como en su casa se dedicaban al mundo de las conservas –Conservas Puig dels Tres Pins de Granollers–, llamó a su padre para que le enviaran un camión lleno de comida, que luego repartió entre sus superiores. Fue así como logró hacerse cargo de la cocina, junto con otro chico, que años más tarde logró tanto renombre como él: Ferran Adrià Acosta. Fermí Puig se convirtió en el cocinero del capitán general: “Nos convertimos en intocables, porque íbamos a todas partes donde iba el capitán general. En verano, durante un mes y medio me estaba con él y su familia”.

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Con Ferran Adrià, años más tarde, Puig compartiría otra vez fogones, pero en este caso en el restaurante El Bulli, de Roses, donde él declaraba que se había iniciado como cocinero profesional. Y en este capítulo Puig explicaba una de las grandes anécdotas de aprendizaje del oficio: "Los lunes y martes El Bulli estaba cerrado, y el director, Juli Soler, me recogía en Granollers, pero un día el coche se estropeó . Yo pensaba que tenía la coartada perfecta para explicar que había llegado tarde porque iba con el director de El Bulli, pero fue el día en que se me cayó la bronca más grande, porque todos me estaban esperando". La experiencia le sirvió, porque Puig añadía que en las cocinas debe ser siempre humilde y siempre hay que tener ganas de aprender. De ahí la importancia de estar siempre a la hora que toca y, después, a la hora de plegar, "no mirar el reloj".

Sea como fuere, los ranchos militares, las grandes comidas dedicadas al capitán general y también la experiencia acumulada en diferentes restaurantes (en algunos había trabajado gratis, confesaba) fueron el origen de muchos de los platos que el cocinero hizo más tarde, y que le llevaron a ganar una estrella Michelin en el 2002 en el Drolma, el mítico y añorado restaurante del paseo de Gràcia de Barcelona, ​​situado en el primer piso del Hotel Majestic, y del que se hizo cargo en partir de 1999. Es aquí donde se fraguó la leyenda de su cocina, de sus platos, de su maestría, de su don, y también de la sala tan cuidada que tenía, que dirigía Alfred Romagosa.

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Fermí Puig fue hasta el 2011 chef director tanto del Drolma como del restaurante Petit Comité, situado en el pasaje Concepció de Barcelona, ​​y que actualmente dirige el cocinero Carles Gaig.

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Dos años después, en el 2013, Fermí Puig y el jefe de sala Alfred Romagosa inauguraban en la calle Balmes el Restaurante Fermí Puig, que abrían con el apoyo de socios como los periodistas Jordi Basté y Tatxo Benet. Justamente en El mundo en RAC1, Puig hizo una de las secciones de éxito, que llevaba por título Pelota a la olla, como uno de los libros que publicó. Su última sección, que hizo por teléfono porque confesaba por antena que estaba enfadado, la hizo el 23 de febrero, y la dedicó a explicar cómo se preparan unas buenas sardinas en escabeche. Entre los consejos que explicaba, recomendaba que las sardinas fueran grandes.

Una de las frases por las que siempre se recordará al querido Fermí Puig es que "detrás del prestigio de los cocineros de un país está el prestigio entero de un país". Y lo decía porque el prestigio de los restaurantes "alude al bienestar económico, a su modernidad, a la calidad de sus productos, y es un factor para atraer al turismo, por el lujo y para que la agricultura se prestigie". Pero por encima de todas las reflexiones, Fermí Puig será siempre una leyenda por sus conocimientos sobre la historia de su equipo, el Fútbol Club Barcelona.

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El cocinero Fermí Puig era colaborador del 'Mengem' del diario ARA, donde había publicado recetas

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