Una mujer desnuda que hace vino desnudo

“El maestro dice que los vinos sin nada añadido son vinos desnudos”, dice Adriana Fernández. Y “el maestro”, claro, es Pitu Roca, que se lo enseñó todo. Y dice, también: "En el mundo del vino hay mujeres valientes y empoderadas, como la que aparece desnuda en la etiqueta". La que aparece desnuda en la etiqueta es ella. Adriana es naturaleza, es brujería, es demasiada vida. Es carcajada y franqueza. Es la autora del vino de hoy, el Vida Nua, de la bodega Mas Vida, en el municipio de Cistella, junto a la ermita de la Virgen de la Vida. En el Empordà, donde todo es posible, hay mujeres que se llaman Vida. Qué suerte. Y me dice: "Llamé a Mónica Figueras, una artistaza, y le dije: «¿Tú me harías una foto, desnuda, de espaldas?» Y me dijo: «Pero si justamente tengo un proyecto llamado This is cul!»"

Nuestra mujer habla conmigo, mientras su hijo de un año, Mel, juega a hacer ruidos. Me cuenta que su padre ya no está, su madre sí, y que todos dos empezaron a hacer vino en los años ochenta. "Cabernet, etcétera, con mucha extracción… Y yo, que había hecho arquitectura, fui a Francia y se me dio la vuelta al cerebro con los vinos naturales. Me di la vuelta a la bodega".

Hacía cabernet (el Vida Nua es un cabernet), merlot, chardonnay… las variedades francesas, pero a cara descubierta. Y resultó que ese lugar mágico donde ella hace el Vida Nua es el acertado , todo porque el suelo es un arcillo-calcáreo de libro. Aquí, también, quizá por la influencia de la Virgen de la Vida, la lluvia, el calor, todo rueda diferente. Son la bodega con el viñedo más al oeste de la DO. Empordà. Hay los de la bodega Còsmic, en Agullana, y ellos.

, y ha hecho también un blanco de chicos con el cabernet, que se llama –sonrían– Blanc de Nua. No “blanco de nudo”, ¿eh? Pero casi. "¡Es que paso muchas horas en la bodega con el carbónico!", exclama.

El Vida Nua es un vino, yo diría, jugoso. Como cuando te comes un melocotón (de viña, claro) y te empieza a chorrear por la cara (de chorrear también lo llamamos regalar). ¿Los dos elogios que se le pueden hacer a este vino, con todas las precauciones? Que es un cabernet que no parece cabernet y que es un vino natural que no parece natural. “¡No huele a pies!”, me cuenta. Trabaja agricultura regenerativa. Sólo vinifica su uva y su amigo Pol, que es pastor, le lleva a las ovejas a pastar. La añada 21, la que tienen en la copa, es excelente. "Pero a todas las añadas llamamos excelentes". La cuestión es que, dice Adriana, “veníamos del Gloria, y el viñedo siempre recuerda el año pasado”.

No busquen la añada 2023 de este vino. O sí, búsquela, pero en otros formatos, todos emocionantes. Es la añada de Mel, que nació en julio, cuando le tocaba en septiembre. "No hicimos la cosecha porque estábamos en el Trueta, con el niño en la incubadora". Y entonces, como siempre, aparecieron sus amigos. Los de Vinyes Tortuga, los de Pujol Cargol, los de Rim… Recogieron ellos e hicieron la versión, que quisieron, de su vino. Son sus “padrinos de vendimia”. Los beneficios de este juego van al hospital que ayudó a vivir a este niño. La gente del vino es la más solidaria. Toda esta historia la tienen en la copa. Sólo puedo decir: “Salud”.