Alimentación

El Nutri-Score, el semáforo de la nutrición: ¿realmente sirve para comer mejor?

Se incorpora en alimentos envasados ​​para promover una alimentación más saludable, pero es un sistema controvertido que ha sido necesario reformular

En el envoltorio de algunos productos envasados ​​que se venden en el supermercado luce el Nutri-Score, un sistema de etiquetado que complementa la clásica mesa nutricional. Es muy fácil de identificar porqué figura en la parte frontal del alimento y porque se presenta con una escala de colores llamativos que pueden recordar los de un semáforo. Desde 2017 la han adoptado progresivamente ocho países europeos, entre ellos el estado español y desde este año Portugal, pero por ahora su incorporación a los productos es voluntaria. Mientras que la UE todavía no cuenta con un etiquetado frontal alimentario (FOP) armonizado y tiene pendiente decidir si obliga a la industria alimentaria a incluir el Nutri-Score u otro sistema en todos los productos, los expertos debaten si resulta útil para comer mejor.

Qué es el Nutri-Score y por qué se ha creado

El Nutri-Score es un sistema de etiquetado "sencillo e intuitivo" que responde a la directriz de la OMS de promover entornos saludables, afirma Nancy Babio, que es miembro del consejo asesor y portavoz del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Cataluña (Codinucat). Emplea un logotipo de letras (de la A a la E) y cada una está asociada a un color diferente: verde oscuro, verde claro, amarillo, naranja y rojo. Según Babio, "el formato es muy visual, ya que cuanto más verde es la etiqueta del producto, más saludable y cuanto más roja, menos saludable". Del sistema quedan exentos productos frescos, de un solo ingrediente (miel o vinagre), bebidas alcohólicas y café, tés e infusiones, entre otros.

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Se basa en el cálculo de un perfil nutricional global de la Food Standard Agency (FSA) británica, que validó el algoritmo surgido a raíz de una investigación de la Universidad de Oxford para regular la publicidad enfocada a los niños, y que después ha sido adaptado por el Haut Conseil de la Santé Publique (HCSP) francés. Para calcular el Nutri-Score de cada alimento se valoran de forma negativa los elementos que habría que limitar en la dieta (energía, ácidos grasos saturados, azúcares y sal) y de forma positiva los que deberían tener mayor presencia (frutas y verduras) , fibra, proteínas, frutos secos y aceites como el de aceituna). Todo el mundo puede verificar cómo se calcula en la web del sistema.

¿Indica los envasados ​​más sanos del súper?

No exactamente. Como explica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), "el objetivo es que el consumidor compare la calidad nutricional de productos similares entre sí, ya sean de varias marcas, de la misma familia o momento de consumo, pero no es una comparativa en relación a todos los productos existentes en el mercado". Babio pone ejemplos: puede servir para comparar unos cereales de desayuno rellenos de chocolate de una marca con el producto "equivalente" de otra, unos copos de avena con unos cereales con chocolate o un yogur respecto a un arroz con leche porque ambos productos podrían ser un postre.

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¿Se ha incorporado en todos los productos?

En Francia el 60% de las empresas alimentarias han adoptado el Nutri-Score, detalla Aesan, pero no dispone de datos de España y de ahí que hayamos comprobado su implantación en cinco supermercados diferentes. En algunos es totalmente anecdótico y en otros va en función del producto o se hace más presente porque lo incorpora la marca blanca. En el jamón dulce o los zumos sólo figura en algunas marcas blancas (C o D). Es más frecuente en cereales de desayuno, a menudo A o B incluso aunque tengan un azúcar considerable, o en yogures, pero algunos azucarados llegan a obtener la misma calificación que su versión sin azúcar. Con todo, da la impresión de que algunas empresas sólo incluyen el Nutri-Score en productos en los que salen bien paradas, pero la industria que lo incorpora a la categoría E, según valora Babio, es "transparente indicando que su producto cumple una función hedonista y no nutricional".

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¿Cómo lo ha hecho la industria para sacar buenas puntuaciones?

El Nutri-Score también es "una herramienta para animar a la industria a mejorar la calidad nutricional de los alimentos", detalla Babio. Aunque es "muy difícil" que un producto E pase a ser A o B, un simple cambio en la composición puede hacerles escalar de posición. En su libro Que no te líen con el alimento, el doctor en ciencia y tecnología de los alimentos y divulgador científico Miguel Ángel Lurueña relata que los yogures azucarados de una marca muy vendida con un 12,5% de azúcares bastaron con reducir 0,6 gramos por cada 100 para que pasara de una C a una B. "Antes era un producto insano (y lo parecía), pero con ese cambio tan insignificante se logró que pareciera saludable, pese a no serlo", defiende. Que haya cereales de desayuno con una B pese a tener alrededor de un 25% de azúcares añadidos se ha conseguido añadiendo algo de fibra, ya que "suma puntos positivos que enmascaran la puntuación negativa debida al azúcar".

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¿Por qué ahora se ha cambiado el algoritmo para su cálculo?

"El Nutri-Score ha ido poniendo parches a medida que ha habido protestas, quejas y se han visto errores", explica Lurueña, como con el caso del aceite de oliva, inicialmente peor calificado que una Coca-Cola Zero . Ahora se ha cambiado el algoritmo para, según Babio, "corregir algunas de sus limitaciones y garantizar una mayor coherencia en las recomendaciones nutricionales". Empeoran las clasificaciones de los productos con un alto contenido en sal o azúcar, de los dulces en general (como los cereales de desayuno) y de las bebidas edulcoradas. Además, el aceite de oliva escalera de la C a la B, se busca discriminar mejor entre el pan refinado y el integral o los frutos secos salada o endulzada de la cruda, y la carne roja recibe una puntuación más baja que las aves de corral y el pescado. La industria alimentaria tiene hasta que acabe el 2025 para adaptarse a ella.

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¿El Nutri-Score es un buen recurso para comer mejor?

Babio no tiene duda: "El Nutri-Score se basa en evidencias científicas extremadamente sólidas (más de 130 estudios publicados en revistas científicas internacionales), que han validado el algoritmo subyacente (en relación con la prevención de enfermedades crónicas como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, obesidad, en relación con la mortalidad, etc.) y ha demostrado su eficacia para ayudar a los consumidores a orientar sus elecciones hacia alimentos más favorables para la salud”. Un estudio de la OCDE también muestra que la adopción en los 27 países de la UE permitiría reducir en torno a 75.000 casos anuales de enfermedades crónicas. Babio y AESAN consideran que debería ser obligatorio para que sea efectivo.

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También ha suscitado críticas, pero ¿hay alternativa?

Lurueña recuerda que el sistema FOP que elija Europa puede servir para orientar la compra del consumidor, pero también para decidir políticas públicas. "¿A qué objetivo debe responder el etiquetado: a la gente oa las empresas?", se pregunta Javier Guzmán, que dirige Justicia Alimentaria, una ONGD que ha hecho campaña por la retirada del Nutri-Score. En su opinión, el Nutri-Score favorece más a la industria porque es "compensatorio" –la fibra puede enmascarar el azúcar– y "no es categórico", a diferencia de los octógonos de Chile, mucho más directos a la hora de indicar un producto insano: son unos sellos de color negro para advertir del alto contenido de azúcar, grasas saturadas, sodio (sal) o calorías.

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Guzmán también se muestra partidario de los perfiles nutricionales de la OMS, un sistema estricto empleado en Portugal para restringir la publicidad de productos insanos dirigida a menores. En la anterior legislatura también pretendía aplicarlo Consum en España con el mismo fin, pero Agricultura lo frenó. Lurueña también prefiere a los octógonos chilenos oa los perfiles de la OMS, porque el Nutri-Score "no es tan intuitivo" como pretende y "simplifica mucho la información". Por eso recomienda a los consumidores tener unos conocimientos mínimos para saber leer todo el etiquetado y no quedarse con la fachada, mientras que Guzmán reclama centrarse en reducir el consumo de procesados ​​y ultraprocesados.