Paula Carreras: "En Barcelona, cuesta encontrar un sitio donde sólo tomar una copa"
Periodista
¿Qué tipo de consumidora eres?
— Creo que soy bastante consumidora social. Con la pandemia me di cuenta de que había mucha gente que decía que sola en casa bebía mucho, en cambio, a mí no me pasó. No necesitaba beber sola. Empezar una botella en soledad no lo he hecho y no creo que lo haga nunca. Por el contrario, me gusta mucho la idea de decir, "elegimos un vino entre dos, tres, cuatro personas". No siento que sea por inercia de ver a la gente con copas, sino porque me sale el gusanillo de compartir.
¿Por qué decidió dedicar toda una sección de gastronomía, al podcast cultural Placeresde vida?
— Porque Placeres nació con la intención de ser un magacín cultural y todo invitaba a que fuera algo que relacionara el disfrute con la cultura. Evidentemente, la parte de gastronomía también está ahí porque tiene un componente muy cultural y muy social. Se puede hablar de gastronomía y de cultura a la vez sin tener que hablar de libros de gastronomía, sino que sencillamente la comida como tal es también cultural, y no comemos igual aquí que en la otra punta del mundo, e incluso no comemos igual aquí que en el pueblo de al lado. Con Anna Pérez Martí, que es la chica que hace la sección de gastro, que sabe muchísimo, hicimos un match para realizar esta sección de gastronomía y cultura.
El vino es un elemento gastronómico y cultural, pero también tiene una cara oscura. ¿Has pensado cómo hablar de ello a través de tus canales de comunicación?
— En Placeres no tanto, porque quizás nos hemos enfocado en la parte más gastro, pero en Gente de mierda sí que hemos hablado de alcohol, e incluso hemos estado en programas en directo con una cerveza en la mano o con una copa de vino. Siempre pensamos "vigilamos", porque sabemos que da una imagen concreta y más cuando estás delante de un micrófono. También es verdad que nosotros sólo hablamos desde la propia experiencia y no nos erigimos en nada. Nunca haremos discurso haciendo apología del alcohol, pero tampoco escondremos que nos gusta el vino o que nos gusta la cerveza y que podemos tomarlo tranquilamente, porque ninguno de nosotros tiene ningún problema con el alcohol.
¿Crees que hay buena oferta gastronómica para tomar una copa en Barcelona?
— Pasan dos cosas. La primera es que cada vez, al menos en Barcelona –que es donde vivo y la ciudad que más conozco– cuesta más encontrar un sitio donde sólo tomar una copa y un poco de picoteo y ya está. Enseguida te obligan a cenar. A veces son las siete y sólo quiero tomar una copa y irme a cenar a casa. Y esto cuesta cada vez más y es una pena, porque forma parte de nuestra cultura y se pierde por temas básicamente económicos y también de modelo de ciudad, que están pensados para otra gente que tiene otra cultura. La segunda es que creo que en Barcelona, últimamente, se está homogeneizando la oferta. Todos los sitios son un poco iguales, en todos los sitios te encuentras un poco la misma vajilla, la misma decoración, el mismo tártaro de salmón y la misma ensalada de burrata, y acabas saliendo pagando cuarenta euros que no sabes de dónde te venden.
Si tuvieras que recomendar un sitio para ir a tomar una copa ¿cuál diría?
— Hay bastantes que me gustan, por ejemplo el Canvis Nous, que abrieron hace poco. Es un sitio de vinos naturales –por cierto, bastante a favor de los vinos naturales– y lo hacen muy bien. El chico que lo lleva sabe muchísimo y sabe afinar muy bien su recomendación. Y también tienen algo de carta, sin demasiadas pretensiones, para poder picar cualquier cosa con el vino, pero tampoco esperan que sopis de esta carta, lo que decíamos que echo de menos. Te podría decir muchos otros locales porque tengo mi Google Maps lleno de recomendaciones, pero éste es lo primero que me viene a la cabeza.
¿Qué precio es lo que estás dispuesta a pagar por una botella?
— Tengo un amigo que hace vinos, que una vez nos dijo que detrás de una botella de vino de menos de diez euros hay un campesino explotado. Y esa máxima me la aplico bastante. Entonces ya es habitual que si voy a buscar cualquier botella de vino, me va a costar más de diez euros, pero no me importa pagar trece, catorce, quince euros o, si la ocasión lo merece, veinte o veinticinco euros. O sea, si la botella es buena y la ocasión lo merece. También soy mucho de llevar una botella de vino en un cumpleaños, porque vamos a disfrutarla. Ahora, por un día cualquiera, veinticinco euros quizás nos estamos pasando.
¿Qué te influencia a la hora de elegir una botella u otra?
— Me encantaría decirte que no me influencia la etiqueta, pero sí, claramente sí me influencia. Pero también porque me gusta mucho el diseño, por lo general, y es muy complicado decir que no te influye la estética. Siempre estoy a favor de las cosas bonitas, en todas las creaciones, eso también lo aplico en las cubiertas de los libros. Una etiqueta hermosa no juega en contra del vino. Estoy a favor de que la estética de la etiqueta favorezca la compra de botellas.