Cumpleaños

Quimet & Quimet: la bodega con tapas de lujo que no sirve patatas bravas

Los ciento diez años de la bodega de las puertas rojas míticas del Poble-sec

BarcelonaEs viernes, la una del mediodía, y en la bodega Quimet & Quimet puedo escoger mesa con tranquilidad. Es la recomendación que siempre me dicen los vecinos del barrio: hay que ir temprano, porque si no, no hay sitio. Sin embargo, la rotación es constante. Ayuda el hecho de que no puedes sentarte, se come de pie, y también la idea de que en la bodega Quimet & Quimet vas a hacer una cata antes de comer o antes de cenar. Una cata de aquellos que te despiertan el apetito, y que te reconcilian con todas las labores del día.

Retomo el hilo. Elijo la mesa central, y empiezo a mirar la carta, plastificada, que se divide entre tapas, tapas con pan, postres y cafés, que los de Quimet & Quimet tienen fama de la buena por todo el barrio. En la carta de vinos, espumosos y licores, la lista es infinita, y las referencias más preciadas están todas. Como Quim Pérez padre me ha explicado que fue él quien diseñó las etiquetas de las cervezas, los vermuts, los paquetes de las servilletas y el propio rótulo de la bodega, opto por una cerveza tostada de la casa. Para acompañarla, como una ración de anchoas, una almejas, una mojama, una lubina confitada y, para acabar los platos salados, pido la tapa que me han sugerido los de la mesa de al lado, nísperos con anchoas. Pido una sólo, de nísperos con anchoas, y enseguida me doy cuenta de que la combinación de la fruta en almíbar, hecha en el barrio de Sarrià, con el salado de las anchoas exige volver con un segundo bocado. Toda la comida me la han servido con platillos blancos pequeños, y la velocidad con la que lo han hecho, aunque poco a poco se han llenado todas las mesas, es sorprendente. Para remachar el clavo, todo lo que más me ha gustado lo vienen a la misma bodega para llevar a casa porque en Quimet & Quimet trabajan con conservas, frías, y por eso las tienen también a la venta, todas bien situadas en la pared detrás del mostrador. El bote de nísperos en almíbar, gordo, cuesta 7,50 euros. Así que podríamos decir que Quimet & Quimet también hace de colmado.

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Al terminar de comer este aperitivo tan copioso, Quim Pérez, padre e hijo, me cuentan que la bodega la inauguró el bisabuelo, Quim Pascual, nacido en la población del Bruc y productor de vinos. "Como quería venderlos, los vinos, se saltó los distribuidores", y abrió el establecimiento en la calle que lleva el nombre del poeta nacido en Vilanova i la Geltrú. Llegó de Bruc con grandes bocoyes de vino, y en el mostrador servía copas junto con chicharrones. De todo ello han pasado cien diez años, y Quimet & Quimet saca pecho de que es una bodega de tapas que no sirve ni tortilla de patatas ni bravas. "Y no pasa nada por no hacerlo", explica Quim Pérez padre, que añade que fue a partir del 2000 cuando decidieron apagar los fogones, donde sí habían cocinado tortillas, patatas bravas y más, para dedicarse sólo en las latas.

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Mientras me lo ha ido contando, he oído que Neus, la hija, llama a su hermano con el nombre de "Tete". Están muy bien avenidos, toda la familia entera trabaja, y entre los hermanos existe una familiaridad que levanta sonrisas. Neus me comenta que ella estudió hostelería y también es sumiller; la pasión por el trabajo, la transmite. Su hermano, Quim Pérez pequeño, estudió el grado en ciencias de la actividad física y el deporte (CAFE), también fisioterapia, y se dedicó a ella durante años, pero al final decidió trabajar con su familia. La madre, Carme Estal, es la que lleva la gestión de todos los papeles, la administración, una tarea que los tres consideran muy importante, aunque no está detrás de la barra ni sirviendo las tablas. Para el día de la foto, le pedimos que salga de las oficinas, y que se ponga junto al marido y la hija [ver fotografía arriba].

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Por último, pregunto por el último tema, los turnos de trabajo. Abren a las 12 del mediodía y están abiertos hasta las 16 h; al anochecer, vuelven desde las 18 h hasta las 22.30 h. Quienes comen saben sin saberlo que al cabo de una hora más o menos deben dejar pasar a otros comensales. Y lo más bonito es la mezcla de estos clientes: son del barrio, de toda la vida, que conoce bien a la familia, que vive en lo alto de la bodega, y también turistas. Todos saben que las tapas de Quimet & Quimet son trocitos de felicidad. Y con buen precio: de los 3,50€ a los 13€, la más cara.