¿Se debe evitar discutir delante de los hijos?

BarcelonaSeguro que te viene a la cabeza esa pareja que discute siempre, incluso bajo el agua, casi. Discusiones en público y, a menudo, frente a los hijos. ¿Es normal esto? ¿Es preocupante? ¿Es grave? ¿Hay que evitarlo o, al menos, acotarlo? ¿Puede hacer daño a los niños el espectáculo? "Primero de todo, hay que aclarar que discutir no es sinónimo de pelearse", sostiene Marga Sala, psicóloga sanitaria experta en ansiedad y relaciones, con consulta en Vic, y añade: "Discutir es una manera sana y necesaria de comunicación dentro de la pareja. Permite expresar desacuerdos, ajustar expectativas y conocer mejor a la otra persona".

¿Discutir siempre es conveniente? ¿Cuándo empieza a dejar de serlo?

La profesional remarca que el problema no es, pues, el qué (discutir), sino el cómo: "Cuando el tono es respetuoso y hay voluntad de escuchar, la discusión puede fortalecer la relación. En cambio, cuando se convierte en una lucha de poder, con reproches o desprecios, puede hacer mucho daño". Por tanto, concluye que "lo que hay que evitar son las peleas, y no las discusiones". Discutir, sí, tanto como sea necesario; pelearse, no.

Ante terceras personas (hijos, familia, amigos...), ¿la pareja debería evitar discutir?

Con cuidado, dentro de unos límites, no. Sala es tajante: "Si se trata de un desacuerdo expresado con respeto y en un tono tranquilo, no pasa nada por tener una conversación ante otros aunque pueda tener un tono ligeramente tenso. A veces, es mejor poder expresar lo que sentimos en ese momento que dejar que se acumule dentro, y, después, explotar de forma desmedida en la intimidad". Sin embargo, todo hasta cierto punto: "Si la tensión empieza a subir demasiado o se habla de un tema que sabemos que es delicado dentro de la relación, es mejor esperar a tener un momento solo para hablarlo con calma". Y sin público.

¿Qué revela esta discusión permanente? ¿Es síntoma de algo?

No necesariamente, pero sí puede indicar que los cimientos se tambalean. "Depende de cada pareja", afirma Marga Sala, y precisa: "Hay parejas que se pelean a menudo porque las bases de la relación no están bien establecidas. No comparten los mismos valores o el estilo de vida, por ejemplo. A menudo, estos factores se dejan pasar por alto al principio de la relación, pero, con el tiempo, el fracaso acaba siendo de principio inevitable". Cita como ejemplos la apertura o no de la relación, tener hijos, comunicación permanente, entre otros aspectos.

Tras un toma y daca constante, hay un segundo escenario posible: una relación poco cuidada. "Esto puede pasar tanto por parte de ambos como por parte de un solo miembro. Cuando llevas años conviviendo con alguien —y, especialmente después de tener hijos—, la relación puede pasar a ser más una dinámica familiar que de pareja. Si se pierden los momentos solos juntos, si se dejan de realizar actividades o si se pierde la comunicación, esto desgasta la relación y puede provocar una desconexión".

¿Cómo se mantienen las discusiones bajo control?

El especialista da tres claves: realizar actividades en pareja, hablar mucho y comunicarse de forma abierta. Y un salvavidas, también: "Si llega un punto en el que se empiezan a establecer dinámicas poco saludables, es importante acudir a una terapia de pareja lo antes posible". Antes de que sea demasiado tarde.

¿Cómo afecta a los hijos el hecho de que los padres discutan ante ellos? ¿Puede perjudicarlos? ¿Tiene sentido, escondárselo del todo?

No hace falta que les escondamos una discusión razonable y respetuosa. "Los hijos lo que realmente perciben y les afecta -apunta la psicóloga-, son las faltas de respeto, ver que no se hace equipo como pareja, los gritos y, en general, la falta de comunicación o confianza. Si la relación es vertical, con un poder descompensado, en el que un miembro domina más que el otro, eso también les afecta porque aprenden modelos de relación". Y esto les queda marcado y, a menudo, lo reproducen cuando son adultos.