Familia

Fines de semana al servicio de los hijos: ¿dónde está el límite?

Las actividades deportivas, las madrigueras o los compromisos de niños y niñas condicionan cada vez más a las familias

Los fines de semana de Natalia y Josep están condicionados por los partidos de hockey de los tres hijos, de 15,13 y 9 años.
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BarcelonaEste año van relajados porque tienen solo cuatro o cinco partidos cada fin de semana. El año pasado sí les fue complicado: tenían siete. La familia de Natalia y José dedican los sábados y domingos a llevar a sus tres hijos a cumplir con los compromisos de hockey. Los tres, de nueve, trece y quince años, juegan a un equipo del Club Patí Sant Celoni y, alguno de ellos incluso dobla según la temporada o el fin de semana para apoyar a otras categorías.

Cuando juegan en casa es relativamente sencillo, pero cada fin de semana tienen una planificación diferente. El pasado, por ejemplo, el mayor jugaba a las 11 de la mañana en Manresa y tenía que estar una hora y cuarto antes. El medio jugaba en Reus, que les queda a dos horas de distancia, a las 10 de la mañana y, por tanto, tuvo que llegar a las ocho menos cuarto. Natalia fue a Manresa y Josep, a Reus. Cuando no pueden hacerlo así, deben organizarse con otras familias. "Intentamos colocar al mayor, que es más fácil, pero va tan cargado que es necesario que la familia que lo lleva tenga un coche grande y que no vaya demasiado lleno", comenta riendo. Con estos dos desplazamientos, este sábado, ya tuvieron el día.

Todos estos partidos deben poderse combinar con el trabajo de la escuela, los planes de los padres y su propia agenda social de, por ejemplo, fiestas y cumpleaños. "Hacemos manos y mangas para encajar todos los partidos, los compromisos familiares y la vida social de los niños –explica Natalia–, pero a veces es dificilísimo y debe renunciarse a cosas".

Más beneficios que inconvenientes

Los tres empezaron a jugar al hockey de pequeños. El mayor, a los cinco años pero los otros, a los tres. Han acabado cogiendo ese compromiso que les ocupa también tres tardes a la semana. Natalia y Josep lo hacen convencidos de que, sin embargo, les aporta más beneficios que inconvenientes. "Con la llegada de la adolescencia del mayor hemos visto que está enganchado al equipo –explica Natalia–, y nos parece positivo". Comenta que, aparte de partidos y entrenamientos, pasa horas en pista y que todo esto es tiempo que no pasa "en la calle".

Además, les controlan que ni fumen ni beban y pueden llegar a sancionarlos si lo hacen, por tanto, una preocupación menos para los padres. "En esta edad para mí es muy bueno –añade–. Para los más pequeños, quizá sea algo demasiado exigente". Pero, sin embargo, considera que les da "buenas pautas" que les sirven tanto en la escuela como en la vida en general. Además, también sacan otro aspecto positivo y es el vínculo y la relación que se establece entre las familias que, mayoritariamente, se encuentran en una situación similar. No llegan a poder realizar planes conjuntos los fines de semana, pero se ayudan y se implican en el club.

El caso de la familia de Natalia y Josep es algo extremo, pero no es caso aislado. Anna y Xavi también tienen los fines de semana acondicionados en la agenda de Noa, de trece años, que también juega a hockey en Barcelona. Hace poco que se han comprado una segunda residencia y no van tanto como podrían justamente porque Noa tiene el partido el sábado por la mañana o al mediodía. Aparte, también le salen otros compromisos, como fiestas de cumpleaños. Este mismo fin de semana, sin ir más lejos, Anna cumple 50 años y deja la celebración para más adelante para priorizar el cumpleaños en el que está invitada la niña.

Noa, además de hockey, también hace piano y el curso pasado hacía refuerzo, pero lo ha dejado porque les parecía demasiado y también les parecen demasiado los tres días de entrenamientos y ella solo va dos. Hasta el curso pasado le acompañaba Anna, que dedicaba toda la tarde a este entrenamiento, pero han puesto autocar y eso les ha mejorado la gestión. "He recuperado tiempo por mí", dice Anna. Sin embargo, ya sabían que animar a Noa a practicar un deporte implicaba estos pequeños sacrificios y, de momento, lo hacen contentos.

El valor de no hacer nada

Estas agendas de los niños tan llenas que dominan las de los padres es una de las tendencias que la psicóloga infantojuvenil Sara Tarrés ha detectado en su consulta. "Ahora parece que todos los niños deben estar hiperocupados con extraescolares, deporte o fiestas de cumpleaños", dice Tarrés, que cree que antiguamente los padres proponían actividades cada fin de semana y que ahora deben cumplirse los compromisos de las actividades que los propios padres han impulsado.

Para Tarrés, hasta ahora miembro de la sección de psicología de la educación del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC), existe una época en la que los cumpleaños dominan los fines de semana y después son los deportes. "Se entra en una dinámica difícil de detener", dice Tarrés, que alerta de que no todas las familias lo viven de la misma forma, ya que se puede disfrutar mucho, pero también puede resultar cansado. "Antes los fines de semana eran para descansar y los padres y madres les entendían como una ruptura y una opción para disfrutar del tiempo libre y la familia –recuerda–, en cambio, ahora parece impensable no hacer nada". Por eso, Tarrés es una gran defensora de este "no hacer nada". "Parece que no está valorado, no dejamos que los hijos no hagan nada, no dejemos que se aburran ni jueguen solos sin un adulto dirigiendo", lamenta la psicóloga. Para Tarrés a la larga esto complica el desarrollo de ciertas estrategias, habilidades o capacidades creativas o incluso la introspección, es decir, saber quiénes son.

José con su hijo pequeño en un partido de hockey

Poner límites

Aparte, Tarrés también cree que estas agendas llenas van en detrimento del tiempo en familia y reconoce la difícil gestión del tiempo que supone para familias sobre todo con más de un hijo, que destapan celos. "A veces tenemos que poner cordura, saber decir que no y poner límites a fiestas y extraescolares", recomienda Tarrés, que apuesta también por poner sobre la balanza los beneficios y los valores que se transmiten y estar seguros de que no se hace únicamente "por presión social".

Precisamente, estos valores son los que permiten que la familia de Juan y Laia vivan su propio rompecabezas. También tienen tres hijos, almuerzos familiares, actividades con sus amigos o planes de pareja. Los compromisos de los niños, sin embargo, pasan muchas veces por delante. "Toda la logística es compleja, pero compensa el esfuerzo", considera Juan, quien defiende que las actividades deportivas y la guarida de los sábados son positivos.

Los tres, de nueve, diez y trece años practican un deporte. Los dos pequeños, niños, fútbol, ​​y la mayor, voley escolar. Uno de ellos juega todos los fines de semana, pero no saben hasta unos días antes si en sábado o domingo. Tienen que estar una hora antes de que se suma a la hora y media de partido y la ducha. Son prácticamente tres horas. Si juegan en casa es "más cómodo" pero a veces se les acumulan y pueden encontrarse que los tres juegan el mismo día ya la misma hora. Como Natalia y Josep, para solucionarlo se organizan con otras familias o la hija mayor va sola. Y los tres van, también, a la guarida los sábados por la tarde. Si hacen excursión, para que no se pierdan el partido, les acompañan ellos mismos en coche una vez han jugado, aunque tengan que desplazarse hasta pueblos a más de una hora de Barcelona.

Equilibrio y renuncias

Tarrés, que acaba de lanzar una plataforma de crianza para, justamente, ayudar a las familias a forjar las relaciones con sus hijos, reconoce que cada familia es un mundo y que las dinámicas y los modelos familiares son diferentes. "Cada uno sabe lo importante que es ir los domingos a casa los abuelos", ejemplifica Tarrés, "aunque eso suponga algún sacrificio". Pero, sin embargo, alerta de que los progenitores no sólo son padres o madres, sino que tienen sus propios compromisos y dar cabida sólo a las necesidades de sus hijos puede desgastar.

Por eso alerta de este "riesgo". "Si siempre son el centro pueden acabar comportando como niños caprichosos y tiranos", alerta la psicóloga. Por eso, Tarrés vuelve a reivindicar la necesidad de que como adultos aportamos sentido común y equilibrio al poder repartir las renuncias.

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