Así hace de madre

Pilar Carracelas: "He sido criada con bastante mano de hierro"

Periodista política y madre de Lluc, de 3 años. Ha trabajado en TV3, TVE, Betevé, RAC1, La Sexta y la agencia Efe. Fue parte del equipo fundacional de 'El Nacional'. Ha participado en tertulias de diversos medios y es activa en las redes, sobre todo en X –@pilarcarracelas– y de forma incipiente en TikTok. En YouTube realizó el videoblog 'El Último Domingo Autonómico'. También crea estrategias de contenidos para empresas en Sitelabs.cat.

BarcelonaMe pone bastante nerviosa todo ese misticismo del embarazo y la lactancia. Muchas no lo vivimos como algo tan trascendental. A mí póngame la epidural y vamos al trabajo, que con el dolor de regla ya tengo bastante. No glorificamos tanto la lactancia porque, existiendo biberones, quizás no compensa, que en los primeros días, de tanto daño, no quieres que el hijo se te acerque al pezón. De tanto ponerlo a su disposición, después ni recuerdas que tu cuerpo es tuyo.

¿Ha sido dura la lactancia?

— Más que la lactancia, la dependencia emocional y física que genera amamantar, sobre todo si no tienes red de apoyo. Lucas era tanto el centro de mi vida que me sentía culpable de cada minuto que no pasaba con él. Además, sentía que ya no era la misma, incluyendo cambios físicos. Si fuera rica lo habría resuelto con canguros, cirujanos plásticos y psicoterapia. Como no soy rica, he tenido que decir que no muchas cosas, cuando yo siempre me apuntaba a un bombardeo.

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¿Trabajar como autónoma te obliga a ser madre de una forma específica?

— Yo me he visto, literalmente, amamantando al niño con una mano y tecleando con la otra. Y paseándolo con la carretilla y el portátil para, en el momento de quedarse dormido, entrar en cualquier cafetería a trabajar antes de que se despierte. Hay una serie de formas de operar que a mí me vienen de serie y que encajan bastante bien con ser autónomo. Por ejemplo, me cuesta desconectar del trabajo o enfocarme mucho rato en tareas concretas. Ser autónoma te obliga a estar siempre pendiente del correo y cambiar los horarios. Una madre que trabaja como autónoma no puede permitirse dejar de trabajar y perder clientes, es decir, que las bajas de maternidad no te sirven para nada.

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¿Qué aprende un hijo de una madre autónoma?

— Todos los padres quieren que los hijos sean autónomos, pero cuando lo transmites en un sentido más amplio, quiero pensar que los hijos aprenden a no responsabilizar a los demás de lo que les ocurre. Esto es lo que hacemos cuando trabajamos por cuenta ajena. No damos nada por supuesto, estamos siempre dispuestos a aprender y levantarnos después de un fracaso. Es necesario enseñar a los hijos a perseguir los sueños sin ceñirse a los límites impuestos. También a no ser sumiso. Me gustaría decir que mi hijo también aprende disciplina porque debo cumplir con plazos o gestionar bien el tiempo, pero es la parte que más me cuesta. Es complicado transmitirle.

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¿Tener hijos nos ablanda o nos radicaliza? A ti, ¿qué te ha pasado?

— Depende. En muchas cosas me ha ablandado, porque yo he sido criada con bastante mano de hierro y temía transmitir este tipo de crianza a mi hijo, cosa que no ha ocurrido, o no ha ocurrido en el mismo grado. Pero, en lo que se refiere a los aspectos que tienen que ver con su futuro, me he radicalizado.

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Háblame de la maternidad en relación con la vivienda.

— Mi crianza estuvo condicionada por el lugar en el que viví cuando era pequeña. Era un barrio en el que el ascensor social había quedado atascado en la planta baja y me salvó la escuela. El día que mi madre marcó esa cruceta, decidió mi destino. Mis amigos, mi profesión, mis valores, mis vivencias, todo lo condicionó esa decisión. Por eso yo también decidí hacer lo mismo con mi hijo.

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¿Cómo?

— Después de vivir tres años fuera de Barcelona por culpa de los alquileres, a 30 kilómetros de los amigos y la familia que puede apoyarte cuando lo necesitas, decidimos volver a Barcelona. Hace dos años hicimos un cabezazo y con mi pareja dijimos que no rechazaríamos un solo proyecto de trabajo aunque tuviéramos que trabajar catorce horas diarias de lunes a domingo, hasta que nos pudiéramos comprar un piso cerca de los nuestros y Lluc pudiera ir a la escuela pública que queremos. Y así lo hemos hecho.

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Cuéntame algo de Lucas que te haya hecho reír.

El otro día vino a casa un amigo suyo que no esperaba. Le abrió la puerta y, al ver quién era, dijo bye-bye y le cerró la puerta en las narices. También me echa a mí si he dicho adiós y no me voy al momento, lo que me hace mucha gracia porque yo también, cuando era pequeña, odiaba las despedidas eternas de los adultos, cuando decían que se marchaban y siempre la hacían petar media hora más.

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