Cada familia, un mundo

Manel Cervantes y Roser Guillamat: el médico que se hizo 'famoso' por el cóvido y la primera universitaria del pueblo

La pareja que estudió medicina de milagro

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Manel Cervantes y Roser Guillamat con sus hijos en Sant Cugat.

Sant Cugat del VallésHoy en la casa de Manel Cervantes y Roser Guillamat hay un revuelo terrible. Mañana habrá aún más. Por estas fechas, cada año, celebran una reunión familiar. Hoy son nueve, sólo el núcleo familiar; pero mañana serán 30. Incluso vendrá gente desde Italia, porque una hermana de Manel vive allí y no quiere perdérselo. Hay mucho que preparar y si llueve, soplo, ¡a ver donde pones todo el mundo! Porque estamos en una pequeña casa adosada en Sant Cugat y sí que hay un pequeño jardín y una zona comunitaria donde, con el permiso de los demás vecinos, pondrán mesas y sillas. Pero si llueve...

Manel es médico. Se hizo famoso con la pandemia, cuando en TV3 necesitaron a alguien que explicase qué pasaba y aportara información clara y tranquilidad a los espectadores. En ese momento era el jefe de enfermedades infecciosas en el hospital Parc Taulí de Sabadell y le llamaron para que explicase qué era lo de la cóvido. "Lo hizo tan bien que ya se quedaron con él durante toda la pandemia", dice Roser, divertida.

La repercusión mediática casi al final de su vida profesional fue toda una sorpresa. "Yo ya estaba preparado para jubilarme y viví un momento histórico desde primera línea. Fue muy intenso... A veces me recordaba los tiempos del sida. Me encontré con el mismo miedo de los años 80, cuando en él había miedo a dar la mano a un enfermo".

En el hospital, a finales del 2019, ya a punto de jubilarse, le pidieron que no se marchara hasta encontrar su sustituto y, de repente, llegó la cóvida. Y así, en uno de los momentos más difíciles, se convirtió en la voz que todo el mundo podía entender, porque Manel es un comunicador nato. "No calla", interviene Roser riendo. Y aún lo paran por la calle: "Es el médico el que nos contaba la cóvido sin alarmas inútiles".

Manel Cervantes y Roser Guillamat en Sant Cugat con sus hijos, Anna y Roger. David es la pareja de Anna y Marta, la de Roger. Los más pequeños de la casa son Guim, de 10 años, Neret, de 5, y Pep, que apenas unos meses, se ha convertido en el protagonista del día de hoy.

Los estudios de medicina: un milagro inesperado

En el jardín un pino piñonero centenario se asoma desde el ventanal, como si también quisiera conocer su historia. Al lado del árbol hay una cepa, los restos de otro pino. Roser me advierte que tenga cuidado, todavía suelta resina.

Manel proviene de una familia sencilla de Nou Barris y con 14 años estaba a punto de ponerse a trabajar cuando un hermano de La Salle insistió en que estudiara bachillerato. Su familia no podía permitírselo, pero su madrina, Mercedes, la tía soltera, dijo que ella se haría cargo. Entonces, gracias a ella, Manel acabó estudiando medicina.

Y allí, en la facultad de Sant Pau, en los años 70, conoció a Roser. A los dos se les iluminan los ojos cuando hablan de ese "lugar excepcional lleno de gente joven con ganas de hacer tantas cosas". Roser estudiaba allí de milagro. Era mujer y vivía en un pequeño pueblo (la Riba, Tarragona). Jaume, su padre, se empeñó en que su niña debería estudiar. "En mi pueblo nadie había estudiado en la universidad. Hice bachillerato por correspondencia y, de hecho, repetí tercero... Por eso coincidimos Manel y yo en la universidad".

Roser es psiquiatra, pero los niños, la carrera y la vida no le han impedido desarrollar su parte creativa: estudió cursos de escritura en el Ateneo y toca el saxo. "Siempre estaba leyendo. ¡Y leía de todo, pero de todo! ¡Y escribe muy bien! Tiene mucha imaginación". Manolo explica que ella iba con trenzas a la universidad y que él le llamaba la alemana. Porque Roser se llama Guillamat Thomas, un "Thomas", con "h", que alguien se inventó en algún momento del pasado. Y es que nunca se sabe la influencia que decenas de años después puede tener una decisión, cambiar un apellido, apostar por los estudios de alguien...

Los limpios, Guim y Neret, corren por la sala de estar. Seguramente no saben que, de no ser por Mercedes y Jaume, sus abuelos no se habrían conocido y cientos de pacientes no habrían podido dar las gracias a Roser y Manel y, quién sabe, quizás millones de personas no habrían respirado más tranquilos después de oír hablar a su abuelo en la tele durante los momentos más difíciles de la pandemia.

Las consecuencias de las acciones de la madrina Mercedes y Jaume permanecen entre nosotros como la sombra del árbol que ya no está en el jardín, pero la resina de su cepa aún nos recuerda que estuvo allí.

Durante la pandemia hicieron un almuerzo por videoconferencia con sus hijos desde este jardín ("¡Con pizza!")... Cuando Manel cogió el virus estaba rarísimo. "Callado, por primera vez en su vida", dice Roser. Lo mejor fue abrazar a Guim cuando todo acabó.

El futuro y el pasado juntos

Anna, la madre de Guim y Neret, recoge unos zapatos de tierra. Anna es periodista y vive en la Cerdanya. El otro hijo de Manel y Roser es Roger, al que también le gusta la música. Fue DJ y productor musical mucho tiempo, pero ahora se gana la vida "en cosas de estas de informática". Roger acaba de tener un hijo: Pep. Hoy el pequeño bebé es el protagonista y se convierte en un juguete para sus primos. De hecho, mañana la madre de Manel, con 92 años, conocerá al final su bisnieto.

Mañana 30 personas de la familia se reunirán en la casa de Manel y Roser. Grandes y pequeños se contarán todo tipo de historias. La mirada de Roser se pierde en el jardín y en el cielo, preguntándose si va a llover. Guim me cuenta la receta de su batido de Nutella, Lacasitos, leche y galletas... La vida sigue y la sombra de los que estuvieron antes de nosotros hoy brilla más que nunca.

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