Creo que no lo he hecho bien
Hay una generación de jóvenes a la que padres y madres hemos fallado y no les hemos sabido proteger
BarcelonaHay una generación de jóvenes a la que hemos abandonado. No sé exactamente si se llaman Z o centenniales, pero los conozco. Son muy jóvenes y nacidos a mediados de la década de los dos mil. Eran aun niños cuando les pusimos un teléfono en la mano, recién cumplidos los 12 años. Con ellos improvisamos fórmulas pedagógicas, recortamos el horario lectivo, bajo un bombardeo de tiktoks, reggaeton, pornografía y toda la mierda del mundo. Es duro admitirlo, pero sus padres y madres hemos fallado. No hemos sabido protegerlos. Cuando sus institutos requerían mayor inversión, profesionales cualificados y talento, decidimos ir a centros concertados. Es decir, privados.
Como no hemos estado a la altura han perdido derechos y oportunidades. Y es ahora —quizás ya tarde— que empezamos a discutir públicamente lo que llevamos años hablando en las sobremesas de amigos: si el horario que hacen en la ESO es el más adecuado, que es necesario restringir las redes sociales, que no es normal que haya tanta enfermedad mental, que porque tantos adolescentes —sobre todo chicas— sufren trastornos del comportamiento alimentario, que todos conocemos gente jovencísima que se autolesiona. Niños y niñas que quieran morir. Ahora aparecen estudios, estadísticas, psicólogos, pedagogos. Hemos decidido que es necesario actuar urgentemente por las futuras generaciones. Tampoco podemos ponernos medallas en comunicación. No hablamos abiertamente del mundo con nuestros hijos.
Tendré que actuar deprisa
Ahora mismo, cada día que pasa, por el camino nos dejamos unas chicas y unos chicos excelentes. Son aquellos que acuden al instituto cada día y aguantan horas sin dar materia porque un profesor está de permiso paternal y (al no saberse con antelación) no tiene sustituto. Aquellos niños, quizás de 12 años, que comen cada día a las 16 h, solos en casa, con la música de las notificaciones de fondo. Aquellas chicas que siguen un montón de cuentas de impresentables en las redes sociales y, además quieren, ser como ellas. Quizá no sea tarde (quizás me he pasado), pero si quiero que algo cambie tendré que actuar deprisa y —quizás— dejar de solucionar el mundo en tuiter o lo que ahora se llama red X.
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