Profesores por el mundo (6)

"Cuando un adulto entra en el aula los alumnos se levantan de la silla"

Cristina Picó es de Valencia, pero lleva media vida viviendo en Uagadugú, capital de Burkina Faso, donde es profesora de lengua castellana

Uagadugú (Burkina Faso)Es día de exámenes en el Liceo Francés Saint-Exupéry de Uagadugú, capital de Burkina Faso. Muy cerca del mercado central, lugar de comercio, movimiento y griterío, se levanta un muro con doble alambrada de concertinas y poca señalización. Desde fuera no parece un instituto, pero al cruzar la puerta tampoco. Hay muy poco movimiento y mucho silencio. De hecho, es día de Bac o selectividad, un examen como la selectividad que permite a los alumnos seguir los estudios superiores y que pone punto final a la etapa de lycée (equivalente al bachillerato).

Hace veinte años que Cristina Picó (1973), nacida en Valencia, hace de profesora de castellano en el Instituto Saint-Exupéry de Uagadugú, que este año celebra cincuenta años desde su inauguración en 1975. A mediados de junio las clases ya han terminado, pero el año. De hecho, ella debe corregir los exámenes de Bac, pero no los de sus alumnos, sino los que han hecho estudiantes de liceos franceses de otros países, como pueden ser Senegal y Costa de Marfil, para evitar favoritismos entre los alumnos.

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Este instituto forma parte de una red de centros educativos que el estado francés ha extendido por todo el mundo. En total son unos 540 centros en funcionamiento en 139 países distintos. Cada centro educativo sigue el sistema educativo francés pero se adapta a la región. "Nosotros antes hacíamos jornada partida, pero después de los ataques terroristas en la ciudad en el 2018, muy cerca del instituto, la hacemos continúa, así evitamos muchas entradas y salidas", dice Cristina. Así pues, el timbre para entrar suena a las 7.20 h, al mediodía los alumnos y profesores tienen una pausa de media hora para el almuerzo y las clases terminan, en general, a las 14.10 h. "La verdad es que los profesores ya lo pedíamos desde hacía tiempo, porque durante la época de calor es muy difícil dar clase y moverse a las tres de la tarde", explica.

Castellano o alemán como segunda lengua

Cristina es valenciana, pero ha pasado más de media vida en Burkina Faso. Una de las opciones que encontró una vez instalada fue trabajar como profesora de castellano, aunque ella había estudiado comunicación. En quinto (1º de ESO) el alumnado debe elegir un segundo idioma aparte del inglés. "Aquí damos la opción del castellano y del alemán, pero la mayoría prefieren al castellano porque es más hablado, y el fútbol también tiene mucho que ver", explica Cristina. Un idioma que, por ejemplo, no se estudia en los centros públicos del país pero sí en el país vecino, Costa de Marfil, que encabeza el ranking de estudiantes de lengua castellana en África.

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"La exigencia es muy alta, y lo cierto es que tenemos muy pocos problemas de comportamiento", explica. "No conozco demasiado el sistema educativo español, pero aquí el respeto hacia el profesorado es muy importante y, por ejemplo, cuando un adulto entra en el aula los alumnos se levantan de la silla", añade. Cristina también es la referente de inclusión y atiende a las familias, alumnos y compañeros de trabajo que no saben cómo hacer frente a la situación personal de algún alumno, como puede ser un caso de autismo. A diferencia de otros institutos del país tanto públicos como privados, aquí los alumnos no llevan uniforme, siguiendo el modelo francés.

Un instituto (también) para familias que viajan

"Aunque cambien de país, el programa y el sistema escolar son los mismos, porque si no hay alumnos que deben repetir cursos para adaptarse a un nuevo modelo educativo", explica Cristina. De hecho, en el instituto hay unas sesenta nacionalidades, la mayoría de otros países africanos. Se trata de alumnos que provienen de familias que viajan cada dos o tres años, así que les va muy bien poder seguir un mismo sistema escolar, que no altere la evolución y el aprendizaje.

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"Hagamos un seguimiento muy personalizado de cada alumno", explica Cristina, que destaca la buena relación que tiene con todos ellos, aunque el respeto, añade, "también se le gana cada profesor en clase". Sin embargo, dedica horas de lo que define como AP [acompañamiento personal] a realizar un seguimiento de los alumnos que tienen más dificultades o problemas, ya que al tener un ratio de 23 o 24 alumnos por clase es más fácil llegar a conocer a todo el mundo.

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Una de las cosas que destaca Cristina es que, como docentes, reciben muchas formaciones y hacen encuentros en Dakar, la capital de Senegal, para aprender sobre un tema en concreto. Estos últimos años los profesores también se han tenido que formar en temas de seguridad, después de los ataques terroristas en la ciudad en el 2018. Por ejemplo, en las aulas hay unos carteles con una flecha que indican por dónde se debe salir en caso de evacuación, y también tienen un documento impreso que indica qué hacer en caso de ataque. "Cuando hubo el atentado contra el estado mayor [2018] muy cerca del centro empezaron a levantar los muros, y fue una época muy angustiosa y de mucha incertidumbre, pero ahora ya estamos más tranquilos", explica.

En todos los liceos franceses que hay en todo el mundo se encuentra el personal conocido como residente, que forma parte del estado francés, y los profesores locales, como Cristina. Los primeros pueden trabajar en todos los centros educativos del mundo, y muchos de ellos cada tres años, aproximadamente, cambian de centro y de país. "Ahora no hay demasiados residentes que quieran venir, porque es un destino conocido como no familiar", explica. Esto significa que la persona debe viajar sola, una medida que también se aplica a otras organizaciones internacionales presentes en el país por motivos de seguridad.

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Cristina destaca el peso que tiene en la toma de decisiones la Asociación de Padres de Alumnos (APE, en sus siglas en francés), que dirige el centro conjuntamente con el equipo de dirección.