BarcelonaEn los primeros conciertos que se pudieron hacer durante la pandemia, las medidas sanitarias eran tan agobiantes que costaba mucho vivirlos como manifestaciones artísticas. Poco a poco, sin embargo, fue posible abstraerse de la parafernalia pandémica y disfrutar los conciertos como antes, a pesar de que siempre sentados y con mascarilla. Ya lo teníamos por la mano y de repente llega este singular Tour de Antígenos formado por los festivales Vida, Canet Rock y Cruïlla. Y ha habido que interiorizar nuevos protocolos, aprender a gestionar prudencias y entusiasmos y saber leer datos como por ejemplo los 83 positivos de covid que se habían detectado ayer hasta las 21 h en 18.184 tests de antígenos (jueves fueron 126 de 15.000), según la información facilitada por el festival.
En algún momento entre la cola para pasar el test y el recinto de los conciertos, el cerebro decidía seguir el consejo de Cruyff: salid y disfrutar. Y es así como ayer se desarrolló la segunda jornada del Cruïlla en el Parc del Fòrum, con cuatro escenarios en funcionamiento y 19.000 personas entregadas a la pasión de la música en directo. Por ejemplo, durante la excitante actuación del cuarteto madrileño Carolina Durante. “Hacía más de un año que no veía esto”, dijo el cantante, Diego Ibáñez, después de ver cómo el público saltaba con las primeras canciones. Aprovechando la energía generada, tocaron Nuevos vicios, Buenos consejos, peores personas y Necromántico sin tregua, como si fuera el último día que podrían bailar a golpe de punk-pop hasta vete a saber cuándo. A estas alturas, Ibáñez tenía que coger aire para descansar pero sobre todo para asimilar que era real lo que estaba pasando ante el escenario (con la gente todavía enmascarada). Y entonces atacó En el parque de lasbalas y pudo comprobar como las primeras filas se entregaban a un tempo rápido y un retorno con el ansia de los sedientos. Todo esto en el primer bloque del concierto y cuando todavía no habían entrado en juego la mayoría de los himnos de Carolina Durante, protagonistas en un tramo final exultante.
De la rumba a la nostalgia
La tarde había empezado menos frenética, con Gertrudis abriendo el escenario del anfiteatro del Fòrum. El público intentaba las distancias formando grupos burbuja que vistos desde arriba de la grada parecían islas de un gran archipiélago. Pero cuando llegó la rumba catalana Samarreta d’imperi, el baile hizo su magia y los grupos empezaron a acercarse.
Intenso fue el concierto de la chilena Ana Tijoux, sobrada de talento y poderosa en el discurso emancipador, antipatriarcal y anticolonial. Tijoux ha ido modulando una fusión musical que tan pronto remueve formas de hip hop con la profundidad del dub como se eleva con funk, contundencia rítmica y elementos diversos del folclore sudamericano. Además, dispone de herramientas como una sección de viento y un teclista que la ayudan a hacer más bailables las canciones y, cuando ya tiene el público bailando, soltar bombas como Mi verdad y Cacerolazo, la canción con la que apoyó a las protestas contra el gobierno chileno de Sebastián Piñera.
En el mismo escenario que Tijoux, pero más tarde, Amaral salieron con el ímpetu de las oleadas imparables, encadenando éxitos pretéritos y permitiendo que el público revolviera a todas las nostalgias del mundo cantando Son mis amigos, una canción sobre amistades y precariedades diversas a la que la pandemia concede una cuarta edad. Después bajaron la intensidad, y en el momento de cerrar esta crónica mantenían a una multitud pendiente de ellos. La misma multitud a la que todavía les esperaban conciertos multitudinarios de Manel, Two Door Cinema Club, Novedades Carminha y Zoo.
Salud no se ha planteado cancelar el Cruïlla
Para la jefe del servicio de medicina preventiva y epidemiología del Hospital Vall d'Hebrón, Magda Campins, “no es prudente” hacer acontecimientos como el Cruïlla en una situación epidemiológica como la actual. Es decir, con una incidencia acumulada a 14 días de 1.980 contagios por 100.000 habitantes en la franja de edad de 15 a 29 años: 1.200 más que hace una semana. En declaraciones a Catalunya Ràdio, Campins explicó que eventos que reúnen a 20.000 personas son “grandes diseminadores”. Aun así, el departamento de Salud no se ha planteado cancelar el Cruïlla.
La consellera de Cultura, Natàlia Garriga, hizo un llamamiento a “la autoprotección” del público, y recordó que el Cruïlla tiene la autorización del Procicat. En la misma línea, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, también hizo un llamamiento a la responsabilidad individual y colectiva, y elogió “el esfuerzo impresionante” que ha hecho el festival para cumplir con la normativa sanitaria junto a las autoridades.