ARTS ESCÈNIQUES

Las actrices maduran y (no) es un drama

Las oportunidades disminuyen a partir de los 40, cuando dejan de interpretar a jóvenes

Carla Fajardo Martín
6 min
Les actrius maduren i (no) és un drama

Barcelona"¿Te dio miedo que no te volvieran a llamar?" Se lo pregunta una Marilyn Monroe de 36 años a Hedy Lamarr, de 48, antes de suicidarse. Monroe se cambió el nombre y se operó la nariz y la barbilla para ser la actriz más deseada de Hollywood y no pudo superar la idea de hacerse mayor delante de las cámaras. O eso es lo que plantea la obra de Carles Batlle Monroe-Lamarr, que imagina un encuentro entre las dos actrices y que ha dirigido Sergi Belbel en el Teatre Nacional. Y es que el dramatismo que rodea a la madurez de las mujeres fruto de las presiones estéticas y los patrones de género es una muestra más del machismo de nuestra sociedad y una constante tanto en los escenarios como en la vida real. Como decía Carrie Fisher, "los hombres no envejecen mejor que las mujeres sino que a ellos se les permite envejecer". Hedy Lamarr, Bette Davis, Gloria Swanson... Mientras que las actrices clásicas, cuando maduran, o bien dejan los escenarios o bien hacen papeles decadentes, los actores aún pueden encarnar a héroes en acción y protagonizar historias de amor. ¿Pero esto todavía sucede en los teatros catalanes?

Las actrices de diferentes generaciones consultadas por el ARA coinciden en que cuando tienen entre 40 y 50 años muchas desaparecen y los papeles que surgen están más relacionados con la maternidad. "Llega ese momento en el que te dicen: «Ahora harás de madre», sobre todo en el mundo audiovisual, y te coge miedo", explica Laura Conejero, que interpretaba a Lamarr -que además de ser actriz, por cierto, inventó la tecnología precursora del wifi-. Y comenta divertida: "A mí ya me han hecho abuela. ¡Después de la abuela no hay nada más!". El humor es uno de los ingredientes de su receta para vivir "un momento de duelo lógico" para aceptar la madurez: "Un día la luz te toca de no sé qué manera y te ves una arruguita, pero eso le pasa a todo el mundo. Es el descubrimiento de la vejez". Marta Angelat ya hace unos años que hace de abuela porque cada vez las hacen más jóvenes de lo que les correspondería, dice, y se sincera: "No tienes más remedio que aceptarlo y lo llevas dependiendo de cómo estás. Si estás baja de ánimos no te ayuda mucho".

La disminución de oportunidades se debe, en parte, a la desexualización que sufren las mujeres cuando llegan a la madurez. "La imagen de la mujer está sexualizada, tiene que ser perfecta. Cuando la edad arrasa con ello no se encuentran papeles para las mujeres y tienen que ser abuelas o madres", afirma Angelat, que apunta que también hay algunos pocos papeles potentes.

¿Maduritas sexys?

En una sociedad que da mucha importancia al aspecto físico, los cánones de belleza, que incluyen la apariencia joven, nos afectan independientemente del género, pero las mujeres salen peor paradas. Este ideal de belleza tiene una incidencia especial en la profesión de actriz, que se basa en el talento pero también en la imagen. Así lo explica Àgata Roca, instalada ahora en el Teatre Romea con 53 diumenges, de Cesc Gay. "Estamos constantemente en el escaparate. Tienes que protegerte porque puede ser peligroso", comenta la actriz, que cree que actualmente la presión es mayor porque antes "no había tantos inputs sociales, desde la publicidad hasta los negocios, pasando por la medicina enfocada a detener el envejecimiento". Los actores, con un abanico más amplio de oportunidades, están menos sometidos a las presiones estéticas y no es tan importante "si tienen canas y barriga".

Es por ello que "los hombres de 60 años tienen una novia de 35 y no pasa nada, y en cambio, si una mujer de 60 años tiene un novio de 35 es el conflicto de la película", ironiza Angelat, que cree que se impone a las mujeres que sean capaces de atraer sexualmente cuando "deberíamos ser capaces de valorar a la gente por lo que pueden aportar".

Por su parte, Conejero cree que a medida que pasan los años "perdemos la parte más deseable", y es precisamente eso lo que temía Marilyn Monroe. "Me hubiera gustado abrazarla. Hacerle entender que su valor no dependía de la imagen ni de los hombres, que el valor lo tenía ella y que era enorme", dice la actriz, que reivindica educar la mirada contra los referentes de la industria de la moda y del espectáculo, y sobre todo contra el modelo que ofrece la pornografía a los adolescentes. "Los cuerpos viejos siguen siendo bellos y se transmiten ternura y amor. Es importante que esto se muestre porque también educa. Debemos mirar más allá porque hay belleza en lugares que no imaginamos", propone.

Roca considera que escenas así no son habituales porque aunque "la gente de 60 años se junta, se separa y hace el amor, estéticamente no queda tan bien", pero asume que muchas veces son las propias mujeres las que se juzgan, ya que, como dice Conejero, "vivimos en un sistema patriarcal en el que hemos sido hasta hace poco ornamentos".

Botox, el brebaje mágico

En la obra de Carles Batlle el referente de la madurez es la madrastra de Blancanieves, una mujer obsesionada con tomar brebajes para mantener la juventud que es en realidad una bruja anciana y fea. "No sé la cantidad de mujeres que intentan alargar esta juventud a base de operaciones", afirma Conejero. Cada año en todo el Estado se hacen casi 400.000 operaciones de cirugía estética, el 83,4% a mujeres, según las estimaciones del curso 2017-18 de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE).

En Eva contra Eva, un espectáculo que volverá en otoño a Barcelona, Emma Vilarasau toma el relevo de una Bette Davis que tuvo que lidiar con el paso del tiempo en la película de Joseph L. Mankiewicz Eva al desnudo. Ella opina que detrás de las operaciones está, muchas veces, la mirada masculina. "Es una huida hacia delante que no lleva a ninguna parte, tarde o temprano envejecerás, no hay más. En vez de gastarte dinero en bótox gástatelo en terapias que te ayuden a aceptar que seremos viejas, seremos sabias y divertidas", reivindica. Y es que su personaje ya no es aquella Margo Channing sustituida por una mujer más joven y más guapa hasta la saciedad sino que la Eva del siglo XXI reescribe su propia historia y se rebela contra el cliché de la decadencia. "Las mujeres han sido lo que los hombres querían que fueran. Nos acabamos convirtiendo en lo que nos devuelve la mirada del otro, pero tenemos que intentar romper los moldes", afirma Vilarasau.

El público son ellas

El público de teatro es mayoritariamente femenino y, según la última estadística del IDESCAT, la edad media es de 41 años. "Es el público mayoritario y no se les ocurre escribir para ellas", exclama Vilarasau, que cree que es una tendencia que ya está empezando a cambiar.

Las actrices confían en la presencia femenina creciente en todos los ámbitos del teatro para cambiar la mirada sobre la madurez femenina, y Vilarasau anima a los autores y directores a "descubrir las historias de las mujeres de 60". "Las tienen y son muy fuertes, no es necesario que sean de amor. Muchas tienen que cuidar a su madre o a su padre, la muerte, el envejecimiento, los hijos, los trabajos. Hay muchas cosas que les pasan a la gente que viene a vernos, o viven retiradas y felices y no paran de viajar y de consumir cultura", añade. Y es que ella prefiere no asumir los roles de los personajes masculinos para convertirse en "el eterno Sean Connery madurito": "El 007 que se lo queden, y si ir con una moto sube la testosterona, que les vaya bien".

Del mismo modo, se empeña en interpretar a personajes de su edad y ha llegado a rechazar algunos más jóvenes. "Lo que no quiero es estar sufriendo por si se me ve mayor", explica Vilarasau, que con 61 años se siente con "una energía lúcida brutal y con mucha más experiencia para actuar". Lo mismo siente Àgata Roca con 53 años, que considera contradictorio que "cuanto más mayores, menos interesen las historias: si es cuando más cosas se tienen por explicar". A ella, formar compañía, las T de Teatre, le ha permitido hacerse las obras a medida.

El envejecimiento es una realidad por la que todos pasamos. Aceptarla sería fácil, pero la sociedad lo complica dejándola de lado y considerándola poco estética. "Los viejos eran considerados los sabios y ahora se les deja en residencias", critica Marta Angelat, que cree que es una etapa para la que deberían preparar, al igual que para la muerte. Y reflexiona: "Algo estamos haciendo mal. Debería ser una etapa de la vida a la que quisiéramos llegar".

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