Anthony Hopkins, el hombre que no ha ido a recoger el Oscar

Con 83 años, el intérprete de Hannibal Lecter es el actor más veterano que recibe la estatuilla

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Anthony Hopkins a 'El padre'

Veintinueve años después de ganar el Oscar por su icónica encarnación del psicópata Hannibal Lecter en El silencio de los corderos, el galés Anthony Hopkins ha vuelto a elevarse hasta el panteón de Hollywood, esta vez por su magnífica interpretación de un enfermo de Alzheimer en El padre, la opera prima del francés Florian Zeller. Con este segundo Oscar, Hopkins, de 83 años, se convierte en el intérprete más veterano que consigue el anhelado galardón, puesto que supera al canadiense Christopher Plummer, que se llevó la estatuilla dorada a los 82 años por su papel en Beginners.

Un hito que da fe de la tenacidad y la perseverancia de un actor que, menos el espíritu juvenil, parece haber explorado todos los registros del imaginario fílmico. Vale la pena recordar que Hopkins interpretó, en Noé de Darren Aronofsky, a la figura bíblica de Matusalén, conocida como la persona más longeva de toda la iconografía mundial. Ahora Hopkins se convierte en un símbolo de la vejez también fuera de la pantalla.

A lo largo de una extensísima filmografía que alcanza más de cinco décadas, Hopkins ha tocado todas las teclas. Fue Claudio en la versión de Hamlet que dirigió Tony Richardson en 1969, el doctor Van Helsing en Drácula de Bram Stoker de Francis Ford Coppola, el inventor de los Corn Flakes en El balneario de Battle Creek, el viejo Zorro que entrenaba a Antonio Banderas en La máscara del Zorro, el rey vikingo Hrodgar en Beowulf, Richard Nixon y Alfred Hitchcock en unos biopics para olvidar y, entre otros muchos, al papa Benedicto XVI en la reciente Los dos papas, que le supuso la quinta nominación al Oscar. Su condición de actor hermético, de ademán más bien altivo, lo convirtió en una elección de casting lógica para encarnar, entrado el siglo XXI, al todopoderoso Odin, padre de Thor, en la saga de Marvel. Dos décadas antes, la reina Isabel II le había otorgado el título nobiliario de Sir.

Un niño Asperger sin diagnosticar

A pesar del aura monumental que perfila la imponente galería de personajes interpretados por Hopkins, hay que recordar que el británico tuvo unos inicios dubitativos. Cuando parecía dejar atrás una niñez marcada por la exclusión social –Hopkins fue diagnosticado de Asperger ya de adulto–, el actor descubrió en el Royal National Theatre de Londres, de la mano de Laurence Olivier, “una nube oscura de inseguridad, miedo y ansiedad”, según explicó a The Hollywood Reporter. A los quince años, Hopkins había conocido a su héroe de juventud, Richard Burton, que le había recomendado seguir la estrella del éxito y la fama, unos territorios que conquistó, en Hollywood, gracias a su memorable encarnación del caníbal Lecter. Sin embargo, sus mejores interpretaciones llegaron en un doble regreso a Inglaterra en los 90, cuando el tándem formado por el director James Ivory y el productor Ismail Merchant lo escogieron como protagonista masculino de Regreso a Howards End y Lo que queda del día.

Después de sus dorados años 90, Hopkins parecía acomodado en un cierto histrionismo altisonante. Con todo, El padre ha permitido a los cinéfilos reencontrarse con el actor contenido de los viejos tiempos, ajeno a los efectismos, avezado a construir un personaje complejo, que en este caso deambula, desorientado y desamparado, por una realidad emboirada por el Alzheimer. Desde la perspectiva privilegiada de la vejez y la sabiduría –que lo llevaron a publicar, hace unos meses, un vídeo en su cuenta de Twitter celebrando 45 años de sobriedad–, Hopkins observa la realidad con una mirada serenada. El actor no ha ido a recibir el Oscar a Los Angeles. Ha preferido prolongar unas vacaciones en su Gales natal.

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