REPORTATGE

Antoine de Saint-Exupéry en la Guerra Civil: más allá de 'El Principito'

Nuevas publicaciones revelan una faceta desconocida del autor francés, la de reportero de guerra

Sílvia Marimon Molas
5 min
Antoine de Saint-Exupery

Barcelona“Me da igual morir en la guerra. Pero si vuelvo de este trabajo, necesario e ingrato, tendré tan solo un problema por resolver. ¿Qué se puede, qué se tendría que decir a los hombres?”, escribe Antoine de Saint-Exupéry mientras recorre algunos escenarios de la Guerra Civil. El Principito es uno de los libros más vendidos del mundo y se ha traducido a una gran cantidad de lenguas, pero su autor fue también un excelente reportero de guerra, una faceta olvidada tanto aquí como en su país. Saint-Exupéry nació en 1900 en Lyon (Francia) y desapareció en un accidente de aviación en el sur de Francia durante la guerra, el 31 de julio de 1944. La experiencia en Barcelona y al frente de Lleida, en agosto de 1936, y en Madrid, en 1937, donde presenció los bombardeos y se sumergió en las trincheras de Carabanchel, lo marcó profundamente y dejó impronta en su obra posterior. La editorial Verbum acaba de publicar, con una excelente traducción de Eva Aladro, España ensangrentada. ¿Paz o guerra? y Cuadernos.

“Con 23 años, Saint-Exupéry ya escribió que para escribir se tiene que aprender a ver”, explica Montserrat Morata, autora de la biografía Antoine de Saint-Exupéry. Aviones de papel (Stella Maris). Algunos biógrafos franceses cuestionan que se lo describa como periodista, pero Morata es contundente: “Lo que hizo es periodismo, un periodismo singular y poco ortodoxo pero precisamente por eso muy interesante”. España ensangrentada. ¿Paz o guerra? recoge los artículos publicados en L’Intransigent y en Paris-Soir. Exupéry acompaña a los anarquistas por las calles de Barcelona, los soldados de un bando y del otro en Madrid, baja con los milicianos a la vida sepultada de las trincheras de Carabanchel, presencia los bombardeos de la Gran Vía de Madrid...

¿Qué empuja el hombre a la guerra?

El suyo es un periodismo vivido, pero sobre todo el escritor francés se hace muchas preguntas, y una es latente en muchas páginas. ¿Qué empuja el hombre a la guerra? “Él cree que para ganarse el derecho a hablar se tiene que participar en los hechos –detalla Morata–. No se escuda en un lenguaje falsamente objetivo. Su punto de vista es subjetivo, explica lo que ve y lo que piensa pero invita al lector a sacar sus propias conclusiones”.

Otra singularidad de su escritura es la utilización de la imagen poética no como un recurso para embellecer sino para informar. “En España hay multitudes en movimiento pero el individuo, este universo, al fondo de un pozo minero, grita auxilio en vano”, escribe. “Utiliza muchas imágenes de la naturaleza y de animales, que se pueden reconocer fácilmente, porque su máximo objetivo es comunicar”, dice Morata. Enlaza descripciones visuales muy detalladas con reflexiones metafísicas. El autor francés es crítico con los dos bandos. El suyo no es un periodismo ideológico, como sí lo fueron las creaciones de otros autores como Miguel Hernández, Bertolt Brecht o John Dos Passos. Fue el gobierno republicano quien le dio el carné de periodista, pero él cuando escribe es antimilitante. “Va mucho más allá, nos muestra un periodismo del alma, una crónica que relata cómo los hombres en la guerra pueden encontrar, en la más terrible de las paradojas, el sentido de la vida –detalla la traductora, Eva Aladro–. Hay un compromiso, una literatura que habla de la libertad y la dignidad humana”.

La Guerra cívil espanyola

Hay una escena en la que la cuestión de por qué las personas se apuntan a una causa, y están dispuestas a sacrificarse por ella, emerge con fuerza. Saint-Exupéry pasa la noche con unos soldados que al día siguiente tienen que entrar en combate. Nada hace pensar que lo lograrán, son pocos contra muchos, prácticamente es una misión suicida. “Explica cómo pasan la noche y lo que sorprende a Saint-Exupéry es que no tienen miedo y que se relacionan entre ellos como si fueran hermanos, como si se conocieran de toda la vida. Este compromiso con los otros, que trasciende los intereses individuales, es lo que da sentido a sus vidas”, dice Aladro.

Saint-Exupéry publicó más de medio centenar de textos periodísticos entre el 1932 y el 1938. En muchos relata sus experiencias como correo aéreo. Desde el avión también anota pensamientos –su caligrafía es más temblorosa– que recoge en parte Cuadernos. El autor francés se ganó la vida durante mucho tiempo como piloto de Aéropostale, haciendo rutas en África y América, y participó en exploraciones y en rescates de otros pilotos. Cuando perdió el trabajo como correo postal, porque las compañías aéreas entraron en decadencia, empezó a escribir reportajes. Antes de la Guerra Civil ya había estado en otros lugares, como Vietnam o la Rusia soviética. Entre el 1938 y el 1944 escribió en Nueva York El Principito.

Vetado por unos y otros

Sorprende que su obra, a parte de El Principito, sea tan poco conocida y que 76 años después de que fuera abatido por un piloto alemán sigan apareciendo documentos inéditos suyos. “Por la manera en que desapareció dejó muchos materiales inéditos y hasta los años 70 y 80 no se empezó a rescatar mucha de su obra publicada”, dice Aladro. El hecho de ir por libre también hizo que su vida no fuera fácil. “Su pensamiento transgresor y revolucionario era peligroso para el poder”, opina Morata. Charles de Gaulle, el estadista y general que dirigió la resistencia francesa contra Hitler y después presidió el Gobierno Provisional de la República Francesa (1944-1946), vetó a Saint-Exupéry porque le negó su apoyo. “Saint-Exupéry veía a De Gaulle como un Franco en potencia, estaba en contra de los dogmatismos, y los gaullistas lo acusaron de colaboracionista”, explica Morata. Paradójicamente, el gobierno de Vichy lo tildaba de subversivo y Franco no dejó que volviera a pisar territorio español.

La visión que tenía del futuro el autor francés en los años 40 no era muy optimista. “Decía que el futuro, nuestro tiempo, sería el del robot, la propaganda y el hormiguero, que el hombre estaría condenado al uso que se hiciera de él”, dice la biógrafa del creador francés. Hay, sin embargo, también optimismo (o utopía) en muchas obras del autor francés. “Él cree que el lenguaje puede hacer que las personas evolucionen, porque puede crear relaciones entre elementos diferentes, crear una especie de andamio que permita pensar en algo nuevo, saltar a un nuevo nivel conceptual y pensar en una cosa que no habíamos pensado nunca, crear una nueva persona”, resume Aladro.

La vitalidad del autor francés

Y esto es lo que intentó Saint-Exupéry. Para conseguirlo, vivió muchas contradicciones y aventuras apasionantes pero también terribles. Era crítico con las ideologías políticas de su época y con el capitalismo, que según él condenaba a las personas a producir y consumir, cosa que no daba sentido a su vida. En Cuadernos explica todo aquello que lo sorprende y lo apasiona: las principales revoluciones culturales, científicas y políticas del mundo. “Era una persona muy vitalista, muy alejada del mundo literario, que creía que estaba alejado de la realidad. Prefería conocer a personas de todo tipo y orígenes diferentes, pasaba horas en los bares y cafeterías de las ciudades donde vivía. Le encantaba conocer gente y hablar”, afirma Aladro.

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