Los arqueólogos sacarán a la luz la vida de los familiares de los presos del Valle de los Caídos
La campaña de excavación se centrará en los barracones donde vivían familias
El delirio de Franco de construir el Valle de los Caídos no habría sido posible sin la mano de obra: centenares de obreros entre los que, hasta 1950, figuraban un alto número de prisioneros del programa de redención de penas que tuvieron que picar mucha piedra. Sobre ellos se sabe muy poco, ni siquiera hay una cifra clara sobre cuántos hombres presos y libres trabajaron en Cuelgamuros. Pero todo puede cambiar en un futuro próximo. Una campaña arqueológica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que empezará el 27 de abril, quiere rescatar de bajo tierra la vida cotidiana de los hombres, mujeres y niños que vivieron a la sombra del Valle de los Caídos a lo largo de casi 19 años.
A finales de mayo de 1940 se plantó la primera barraca de obras en la cumbre de la montaña y el 31 de julio se promulgó el decreto por el que se creaba el Consejo de Obras del Monumento a los Caídos. Las obras no acabaron hasta 1958 y la inauguración tuvo lugar el 1 de abril de 1959 y enriqueció enormemente a las empresas que se involucraron: San Román, Banús y Estudios y Construcciones Moláns.
Una historia sin documentos ni fotografías
"La campaña quiere centrarse en los barracones donde vivían las familias de los trabajadores, porque casi no sabemos nada", dice el arqueólogo Alfredo González-Ruibal, director del proyecto y arqueólogo del CSIC. González-Ruibal calcula que debían haber media docena de barracones. "Arquitectónicamente serían parecidos a los de los campos de concentración: grandes dormitorios colectivos, alargados, con techo de teja y uralita –asegura el arqueólogo–. Se han encontrado planos de estos barracones y hay fotografías aéreas, pero no de las barracas donde vivían las familias". Básicamente porque eran construcciones toleradas pero no legales que levantaron los trabajadores y sus familias. "Hemos encontrado documentos que piden su escombro en 1950 y dos años después recuerdan que todavía no se han derribado. Por lo tanto, sabemos que existieron durante estos años, pero no hay planos", detalla González-Ruibal.
Esta excavación sería una pequeña parte del proyecto que tiene que cambiar el discurso del Valle de los Caídos. "Queremos poner en valor las personas corrientes que levantaron el mausoleo, explicar su vida cotidiana y estamos trabajando simultáneamente con los archivos", dice el arqueólogo. Con prendas de ropa, utensilios de cocina, juguetes y tinteros, latas o restos de comida, se quiere intentar explicar cómo dormían, qué comían, qué hacían los niños, cómo estudiaban... En definitiva, cómo era la vida en un lugar tan apartado de todo donde no había alambradas y los presos no estaban vigilados por una gran cantidad de guardias civiles o militares, pero del que muy pocos se escaparon.