La memoria ilustrada de los mineros del Coll de Pradell
En el cómic 'Lignit', Emma Casadevall entrelaza cinco generaciones para hablar de la minería, de injusticias y de resistencias
De la amistad entre una arqueóloga y una ilustradora, autora de cómics y educadora, pueden salir grandes cosas. Una de ellas es Lignito (Ventanas), un cómic que explica cómo era la vida de los mineros que vivían en barracas aisladas en la montaña. La arqueóloga es Laia Gallego, que estuvo excavando en Coll de Pradell (Berguedà), donde en el siglo XX había dos minas de carbón. Es una zona boscosa, donde los mismos mineros se construyeron chabolas para poder dormir y descansar cuando no debían picar las paredes de la mina o separar y limpiar el carbón. La ilustradora es Emma Casadevall, que se fue cautivando a medida que Gallego le contaba todo lo que iban encontrando.
"Me interesaba mucho porque eran vidas en los márgenes. Había una mirada crítica a las estructuras de poder y, a la vez, había todo el tema de cómo se organizaba la vida y la relación con el territorio, en una sociedad preindustrial y después con la industrialización", explica Casadevall, que habla de los mineros, pero también de las mujeres que trabajan. También da voz a las montañas. La autora del cómic ha trabajado con diferentes materiales: las fotografías de los objetos excavados que se hicieron en el laboratorio, los planos de las barracas, las entrevistas a los testigos... "He explorado la materialidad pero también la arquitectura de la ruina, y he cogido diferentes perspectivas: me lo he mirado con vistas de pájaro y he intentado entrar en la barra. me han permitido tener un vínculo más afectivo con estas personas", explica Casadevall. En concreto, la autora escuchó sobre todo a Joan y Gabi. "Representan los perfiles más excluidos. Joan es uno de los mineros que vivía en las barracas autoconstruidas y Gabi representa a las viudas, solteras y migradas que trabajaban en las minas", añade.
A Juan le llamaban el barberillo porque también se dedicaba a cortar el pelo y afeitar a los mineros. "Era de tradición campesina y simboliza la ruptura de todo un pasado de relación con el territorio", dice Casadevall, que transita entre distintos lenguajes en un cómic donde no sólo se cuenta una historia sino que también hay una clara intención. Casadevall se nutre de fuentes periodísticas, como los artículos que explican la revuelta que hubo en Fígols en 1932 y documentación sobre los Olano, la familia que explotaba las minas, constituyó la sociedad Carbones de Berga SA e impulsó las colonias mineras de Sant Corneli, Sant Josep y la Consolació. "Había capítulos en los que me interesaba transmitir más una atmósfera, como la oscuridad y el frío, existe también la poesía porque quería explorar las sensaciones del momento, y el poder de las pequeñas resistencias o de la diversidad de resistencias", asegura. "Había las resistencias cotidianas, sobrevivir y comer, pero también relacionarse con sus compañeros y construir relaciones y vínculos pese a la crudeza de algunas situaciones", añade.
La autora es crítica con un sistema que explota a los más vulnerables. "Existe una crítica general al poder ya la mirada hegemónica sobre la industrialización y sobre el capitalismo, que romantiza una idea de progreso y que aparta la mirada de todos los abusos y del dolor que supone levantar grandes infraestructuras en condiciones terribles", concluye la autora, que relata cómo todo se va transformando a lo largo de cinco generaciones que nunca van transformando a lo largo de cinco generaciones.