Año Tàpies

Antoni Tàpies: el arte crudo y místico de un adicto al budismo

El centenario del artista arranca en su fundación con las exposiciones 'La huella del zen' y 'A=A, B=B'

BarcelonaAntoni Tàpies tenía una manera muy característica de atacar las obras de gran formato: como si fuera un ritual, a menudo caminaba alrededor haciendo chasquear los dedos para ir marcando un ritmo. Con este gesto Tàpies quería conseguir que, cuando descargase la pintura sobre la tela o la madera, la cabeza no interviniera y pintar fuera un acto aún más profundo y trascendental. Esta ambición, como puede verse a partir de este miércoles y hasta el 23 de junio en la exposición de su fundación Tàpies. La huella del zen, tiene sus raíces en su interés por el budismo zen, la filosofía oriental que más le influenció desde que era muy joven y su padre le hizo leer El libro del té, de Kakuzo Okakura.

Más adelante, como hicieron otros artistas modernos y contemporáneos, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, Tàpies profundizó a través de las obras de varios monjes budistas de entre los siglos XVII y XIX que transmitieron sus enseñanzas a a través del arte, con un espíritu rebelde con su propia tradición artística y con el poder dominante. Será este aspecto, de los trabajos de monjes budistas, y también el contracultural que tuvieron, el que enganchó a Tapies. "La aproximación de Tàpies al arte zen, llamado zenga, no fue mimética sino que quiso hacer suyas unas ideas y unas actitudes de estos monjes", afirma Núria Homs, conservadora de la Fundació Antoni Tàpies y comisaria de la muestra, que es la primera de los actos del Any Tàpies en Barcelona.

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La exposición incluye una cuarentena de obras de entre 1979 y 2006, entre dibujos y pinturas, quince de ellas inéditas y la mayoría provienen de la familia del artista, como un autorretrato donde Tàpies se representó con el culo al aire evocando el crudo autorretrato literario en el que el monje Hakuin Ekaku habla de sí mismo como "esa cabeza pelada, ciega y maloliente". Asimismo, en esta pintura Tàpies hizo hincapié en la unión del material y el espiritual que plantea el budismo a través de un pie, el dedo que señala la Luna y una cruz. "En las obras de la exposición, Tàpies se acerca más al dibujo y deja de ser tan mural. También vemos cómo recupera el trazo del pincel que había abandonado con las pinturas matéricas", dice Homs.

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En cuanto a las imágenes, se pueden ver homenajes a los monjes que le habían interesado, como el propio Hakuin Ekaku, Sengai Gibon y la monja Otagaki Rengetsu; palabras clave del budismo zen como satorio (iluminación) y koan (los problemas que los maestros planteaban a los novicios para comprobar sus progresos), personajes y deidades. También hay referencias a la naturaleza y al paisaje, ya las huellas, que fueron muy importantes porque Buda expresó que quería que le representaran con las trazas de su paso por la Tierra. Lo sorprendente de todo es ver la naturalidad con la que todos estos elementos están presentes en las obras de Tàpies, y cómo el budismo zen añadió una capa más de significados a su repertorio, que es relativamente limitado. Como las de los monjes budistas, las obras de Tàpies son sobre todo abiertas y sugestivas, un espolón para que el espectador tenga un papel activo y las complete.

Coincidiendo con Tàpies. La huella del zen también abre sus puertas la exposición comisariada por el artista y científico Pep VidalA=A, B=B,cuyo título proviene de la pintura del propio Tàpies Azul emblemático. A partir del interés temprano que Tàpies mostró por el pensamiento científico, Vidal ha reunido trece obras de artistas y científicos como Jorge Carrión, Lúa Coderch, Violeta Mayoral, Mariona Moncunill, Nimesh Ramesh Chahare, Irene Solà, Irena Visa y Ian Waelder para actualizarlo con temas como la medida, error, laboratorio, prueba y error. "Tàpies intentaba entender el mundo desde el budismo zen, pero también desde la ciencia", afirma Pep Vidal.