Arte

El arte de un sintecho en un palacio del siglo XI en el corazón de Barcelona

La nueva exposición de la Casa Museu Mater reúne las obras del senegalés Housseinou Gassama y el peruano Alberto Quintanilla

BarcelonaHousseinou Gassama nació en Senegal y vivió en la calle alrededor de Santa Maria del Mar al menos entre el 2008 y el 2012. Pintaba casas y muebles, todo lo que no tenía, sobre unas pequeñas mesas que hacía reciclando cajas de vino de Vila Vinateca, y los vecinos les compraba para darle. Pero un día Gassama desapareció: una amiga de un restaurante cercano dijo que se había marchado a Almería para reunirse con un tío. Nadie ha vuelto a saber otra cosa. Sus obras se venden en galerías de París y Nueva York y está representado en la colección del Centro Georges Pompidou, fruto del creciente interés por el arte bruto. Y ahora su obra vuelve a la luz pública junto a la del peruano afincado en París Alberto Quintanilla (Cusco, 1934) en una exposición titulada Mundos interiores a la Casa Museo Mater (calle del Oli, 4), ubicada en un antiguo palacio de los siglos XI y XII en el barrio de la Ribera de Barcelona.

"Gassama y Quintanilla son dos artistas muy distintos, pero lo que nos fascina son sus mundos interiores", afirma la arquitecta y profesora Kathrin Golda-Pongratz, la comisaria de la muestra junto a su marido, Thomas Golda, y la impulsora del museo, la también arquitecta Valentina Asinari di San Marzano. Asimismo, es la propietaria de algunas de las obras expuestas. "La de Gassama es una representación gráfica muy abstracta y muy geométrica, mientras que el mundo de Quintanilla está justo al revés, un mundo muy orgánico", explica Golda-Pongratz. Mientras las obras de Gassama expuestas no están a la venta, las de Quintanilla sí. Por otra parte, ambos artistas tienen en común que su arte se concentra en sus universos íntimos, ajeno al país que les acogió, y que se concentra en sus universos personales.

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Antes de esta exposición, que permanecerá en cartel hasta el 16 de noviembre, Gassama era conocido por un libro que le dedicó la comisaria Alicia Chillida. En cuanto a Quintanilla, él y Golda-Pongratz son amigos desde hace veinte años, y su trayectoria ha tenido reconocimiento en grandes museos como el MoMA de Nueva York y la Biblioteca Nacional de Francia, aunque también haya quedado como un alternativo.

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A lo largo del recorrido llaman la atención las casas y los lugares despoblados de Gassama, que en Senegal trabajó de herrero. Sólo rara vez dibujó seres vivos, como un pájaro o un pangolín africano. En cambio, los dibujos, cuadros y esculturas de Quintanilla están repletos de humanos y animales reales y mitológicos, entre el mundo andino, el arte de los niños y el Goya más onírico. "A ambos artistas también les une la atracción por el objeto superfluo, el producto industrial que, desprovisto de su utilidad, se convierte en un vehículo capaz de expresar sus propios mundos personales e independientes", dicen los comisarios.

"Ambos artistas son coleccionistas en el sentido del filósofo Walter Benjamin, que define al coleccionista como una persona que encuentra un objeto para añadirlo a su colección, un objeto cotidiano desprovisto de todo uso. Así, la caja de vino ya no es una caja de vino, el cartón de vino ya no es una caja de vino, el cartón melones, huevos o tomates; simplemente se da la vuelta, se reutiliza, se recicla en el mejor sentido, para representar el mundo interior del artista", añaden.