Los estragos del imperialismo: cinco historias dolorosas en las calles de Barcelona
El escritor, ensayista e investigador Helios F. Garcés propone una ruta desde el Museu Marítim hasta el Born
BarcelonaEn el espacio público barcelonés todavía existen imágenes y monumentos que atestiguan los estragos del colonialismo, y que al mismo tiempo son el fundamento de la realidad neocolonial actual y de formas de racismo institucional. el proyecto –liderado por Manuel Borja-Villel– Museo Habitat, cuyo simposio internacional se celebra hasta el miércoles, el escritor, ensayista e investigador Helios F. Garcés (Cádiz, 1984) plantea una ruta reveladora en la que salen algunos episodios oscuros de la historia de Cataluña y España. Garcés ve la ruta como una exploración todavía abierta sobre cómo "la memoria, la ideología y la subjetividad imperiales persisten no sólo en los museos sino en la ciudad que acoge a los museos".
Garcés también se pide dónde queda "la reflexión sobre los marcos de representación del otro, que son marcos de ocultación y de distorsión del otro". "El proyecto neocolonial imperial en estos momentos sigue causando estragos, provocando genocidios en Palestina, Congo, Sudán, perpetrando empleo, desposesión, deshumanización...", explica.
La fuerte imagen de la batalla de Lepanto
El primer punto de la ruta es el Monumento a la batalla de Lepanto (1971) en el exterior del Museo Marítimo de Barcelona. Consiste en una galera de bronce y acero, obra de Joaquim Ros Sabaté, sobre una base de piedra. Desde este punto puede verse la réplica de la galera real que hay en el interior del museo. "La réplica es la gran obra que legó al museo José María Martínez-Hidalgo y Terán, el director de 1958 a 1983", dice Garcés, en la línea del afán franquista por integrarse en los "marcos civilizatorios del proyecto imperial de la cristiandad europea".
La victoria en la batalla de Lepanto, en 1571, contra el imperio otomano se ha convertido en "uno de los hitos fundacionales del imaginario imperial de la cristiandad, en su batalla moral y civilizatoria contra su gran otro hasta la fecha, el otro musulmán", recuerda Garcés. La batalla, que fue considerada como "la última gran cruzada", tuvo "un papel propagandístico" para fortalecer el imaginario del imperio español y del resto de la cristiandad. Y sirvió para "fortalecer la narración antimusulmana" de puertas adentro, aunque no supuso el descalabro del imperio otomano.
"Se habla muy poco de la gran operación de higiene racial que se puso en marcha en 1492, que tenía unas pulsiones políticas e ideológicas de puertas adentro de las que se habla muy poco. Una desemboca en la conquista y la destrucción de la sociedad andalusí, la expulsión y genocidio del pueblo judío, y la subalternización, persecución y, finalmente, la expulsión de la población morisca decretada en 1609. Otra es la persecución y los intentos de exterminio del pueblo gitano, actualmente invisibilizados”. De puertas afuera, estas pulsiones se reproducen "en la conquista de Abiayala (el nombre que actualmente algunos movimientos sociales y pensadores indígenas utilizan para referirse a América), la subalternización y genocidio de los pueblos originarios de estos territorios y la puesta en marcha del tráfico transatlántico de pueblos africanos secuestrados, esclavizados y masacrados", un "genocidio", los de los esclavos africanos, que no se ha tipificado como tal. "Toda la extrema derecha europea actual, y particularmente la española, rinde culto a la memoria de Lepant", advierte Garcés. ¿Qué hacer con un monumento así, retirarlo? "Habría que resignificar, sin duda, es un monumento que está ligado a la memoria, la imperial y la franquista", dice Garcés.
La imagen de san Jaime Matamoros y una iglesia sobre las ruinas de una sinagoga
Las dos paradas siguientes de la ruta muestran dos imágenes de una misma figura: Santiago Matamoros. La primera está ubicada en el tímpano de la puerta de la iglesia de Sant Jaume en el número 28 de la calle Ferran, obra del escultor Josep Santigosa. Se puede ver a Santiago Matamoros aplastando a un musulmán y persiguiendo a otros. El edificio existente fue trasladado a este lugar en el siglo XIX para ampliar la plaza Sant Jaume. En este solar estaba el convento de los trinitarios, que a su vez se construyó sobre la sinagoga del Call menor de Barcelona. "En 1391, como parte del impulso antijudío que recorría Europa, alentado desde el inicio de las cruzadas, la Iglesia desató desde Sevilla una ola de persecuciones y masacres contra la población judía de toda la Península. A los seguidores de Ferrán Martínez, que fue el arcediano del arzobispo de Sevilla y el gran instigador de las masacres, les decían los matadores de judíos", explica Garcés.
El relevo del tímpano de la iglesia evoca la victoria de la inventada batalla de Clavijo. Según la leyenda, Ramir I de Asturias se opuso a pagar el Tributo de las Cien Doncellas que le exigía el califa Abderramán III, y la batalla contó con la intervención milagrosa de Santiago. y el tributo son una leyenda pensada para estimular el imaginario antimusulmán de la cristiandad y justificar la llamada Reconquista", dice Garcés. "La intención de este recorrido no es estimular sólo nuestra memoria, sino hacer una reflexión sobre todo lo que resuena en nuestro presente. Enfrentar el pasado colonial sin afrontar el presente neocolonial es tan ilusorio como la propia batalla de Clavijo", advierte Garcés. La otra imagen de san Jaime Matamoros se encuentra en una hornacina de la esquina del edificio del número 8 de la plaza Sant Jaume con la calle Ciutat. "La encargó una entidad bancaria para que protegiera la plaza", dice Garcés. La Gran Redada: el exterminio del pueblo gitano en el siglo XVIII
La cuarta parada de la ruta está centrada en la represión del pueblo gitano: el convento de San Agustín funcionó como prisión de mujeres gitanas y sus hijos durante la Gran Redada, es decir, el eufemismo para hablar del plan de exterminio de la población gitana del reino de España emprendido por el Marqués de la Ensenada, el obispo Vázquez Tablada y el rey Fernando VI. "Es uno de los primeros intentos de genocidio cometidos en Europa durante la época moderna", recuerda Garcés. El proyecto consistía en capturar a todas las personas gitanas un mismo día, el 30 de julio de 1749; separar a hombres y mujeres, para que no se volvieran a reproducir; enviar a los hombres a trabajar a los astilleros ya las mujeres en las casas de la Misericordia ya conventos para realizar trabajos textiles hasta que se extinguieran. Entre 1749 y 1765 se encarcelaron entre 9.000 y 12.000 personas en todo el Estado, pero el proyecto fracasó por razones sobre todo económicas. Para Garcés, la Gran Redada es la "continuación" de las políticas de exterminio iniciadas en 1492 con la primera pragmática antigitana y que se prolongaron hasta 1978. En el exterior del convento hay una placa colocada en 2022 que recuerda estos hechos, pero que para muchos no es suficiente. "¿Quién repara? ¿Para quién repara? ¿Cuál es el marco? En el modelo multicultural gestionado por el gran capital y la sociedad neoliberal, los conceptos de reparación y restitución, bien leídos, son en realidad integración e inclusión", lamenta Garcés.
La necrópolis islámica de Barcelona: contada sin contar con los musulmanes
La ruta termina en la plaza Comercial, en frente de donde ahora está El Born Centro de Cultura y Memoria. En este punto Garcés recuerda que en 1991 se descubrió la única necrópolis islámica de la Edad Media localizada en Barcelona, y que a lo largo de los años se ha podido comprobar que se extendía hacia la calle Antic de Sant Joan y el paseo del Born. Se encontraron 18 individuos, la mayor parte de ellos hombres. Hay tres mujeres jóvenes, una criatura menor de dos años y un joven de entre 15 y 18. Entre ellos se hizo el hallazgo excepcional del individuo 15, el único hombre con grilletes enterrado después de la época romana que nunca se ha encontrado en la Península Ibérica.
Tras el descubrimiento, los restos humanos fueron retirados para el estudio, y la necrópolis se volvió a sepultar. Garcés lamenta que la única jornada oficial de estudio sobre esta necrópolis se celebró mucho tiempo después, en 2021, y que la lectura que se hizo fue estrictamente en clave de pasado y evitando hacer "equivalencias del presente en el pasado". "Cuando los poderes cristianos tomaron Barcelona, dieron un año a los musulmanes para que abandonaran el centro de la ciudad y se marcharan a los suburbios, donde, curiosamente, actualmente siguen viviendo las poblaciones musulmanas de la diáspora y sus descendientes, en las periferias", dice Garcés.
"En la jornada hubo los arquitectos y los historiadores que hicieron el descubrimiento, pero no hubo presencia de comunidades musulmanas", explica. Para él, todo esto es sintomático de la persistencia de "la realidad del olvido, la distorsión, el ocultamiento del otro, las memorias vinculadas a otros pueblos que vivieron y viven en estos territorios". "Esto no es más que parte de una tendencia estratégica de la institución para mantener un relato nacional único, afín a un Estado que encuentra su origen precisamente en la supresión del otro y que legitima la pretensión de un presente y uno futuro únicos", subraya Garcés.