La Galería A/34 cierra las puertas: una doble muerte

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Paco Recibió en una imagen en la galería A34

BarcelonaDe aquí a poco cerrará sus puertas la Galería A/34, lo que será una desdicha para Barcelona. En esta crisis cultural en la que vivimos, el oasis que acogía el arte resplandeciente dejará a los hambrientos de luz bajo una noche sin estrellas. Hace un año que murió uno de los galeristas más finos y mejor dotados a la hora de detectar maravillas y no especular: el señor Paco Rebés. Se murió en un año de grandes conmemoraciones: el centenario de la muerte del arquitecto Lluís Domènech i Muntaner y del nacimiento de la soprano Victoria dels Àngels, de la pianista Alícia de Larrocha y todavía de los pintores Antoni Tàpies, Albert Ràfols Casamada y Maria Girona. Pero quiero recordar que, cuando estas destacadas figuras partieron de este mundo o llegaron, Paco Rebés llevaba ya un año respirando sus aires.

La entrada de la Galería A34 en la Calle Aribau.
Interior de la Galería A34.

¡Poco se lo podían imaginar, los padres, que aquella criatura recién nacida gozaría de una infancia de cien años! ¡Qué difícil resulta hablar de cosas esenciales y utilizar palabras que el uso indebido no haya pervertido! Al aludir a una persona de más de cien años, hablar de infancia puede parecer una licencia amable más que una provocación estética, como es el caso. Para Paco, la infancia no fue sólo una etapa pasajera de la vida, sino también una apuesta estética radical, una provocación, porque para él la estética se convirtió en una ética, una lucha contra la impostura, una voluntad de mantenerse impoluto. La ética hizo de Paco un ser modesto, de una modestia beligerante, incómoda incluso, porque frustró las aspiraciones de todos aquellos que quisieron rendirle reconocimientos públicos de agradecimiento. Una modestia que le llevó a conceder una sola entrevista en vida, y que le impulsó a abrir, con su equipo, una galería con un nombre esquemático en la fachada: A/34, con la primera letra del nombre de la calle Aribau y el número que permitía localizarla.

El dilema ya está servido: ¿qué hacer para que la excelencia no nos aboque a la desaparición? La respuesta está clara: hacer que la excelencia no sea un hecho aislado. Esto es: apostar por mayor excelencia. Hacer que los fundamentos culturales sean cada vez más sólidos.

¡Hay que reclamar al estamento político más ambición para que deje de distraernos con detestables ja! ja! ja! Para que entienda que crear cultura es hacer productivo un subsuelo en el que pueda nacer, arraigar y desarrollarse la argamasa cultural que permite redirnos como seres humanos.

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