Arte

El impacto aún por descubrir de dos paisajes catalanes en la obra de Miró y Picasso

Jean Marie del Moral dedica una exposición fotográfica a la relación de los artistas con Mont-roig y Horta de Sant Joan

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Ermita de la Virgen de la Roca, en Mont-roig del Camp

BarcelonaPablo Picasso fue por primera vez a Horta de Sant Joan en verano de 1898, cuando aún no había cumplido los 17 años. El mas Tafetans, convertido en estudio provisional por el futuro autor del Gernica y su amigo pintor, Manuel Pallarès, se conserva tal y como era a finales del siglo XIX. "Aún hay rastros de pintura en alguna pared. Es maravilloso", dice el fotógrafo Jean Marie del Moral, recién inaugurado en el Instituto Francés de Barcelona la exposición Horta Picasso Miró Mont-roig.

Comisariada por Manuel Guerrero, la muestra, que pudo verse en primavera en la Fundació Palau, condensaba en unas sesenta imágenes los viajes del fotógrafo a dos paisajes muy influyentes en la obra de Picasso y Miró. "Picasso decía que todo lo que sabía lo había aprendido en Horta, a donde regresó en 1909, con Fernande Olivier, en plena fiebre cubista", recuerda Del Moral. La influencia de Mont-roig del Camp en Joan Miró también fue fundamental. "Allí está la masía familiar, donde pasó temporadas de una gran creatividad –explica–. En París, Miró siempre hablaba de Mont-roig. De hecho, en el bolsillo siempre llevaba una algarroba de allí". Ambos paisajes transformaron y enriquecieron la mirada pictórica de ambos artistas. "Aún hay demasiada gente que no conoce el paso de uno y otro por estos lugares, que están separados solo por 80 km –añade del Moral–. Picasso supo captar el alma de Horta. Miró hizo crecer su poética en ese entorno donde se sentía tan cómodo".

Jean Marie del Moral presenta la exposición 'Horta Picasso Miró Mont-roig'.

Horta Picasso Miró Mont-Roig, que en el Instituto Francés puede verse en formato reducido –hay 36 imágenes– establece "correspondencias poéticas entre el universo de los dos pintores". Se puede ver, por ejemplo, un detalle del muro del convento de Sant Salvador que recuerda la cara de Carlos Casagemas, que Picasso pintó dentro del ataúd, poco después de que se suicidara a los 20 años. O una columna de la iglesia de Siurana que recuerda la sinuosidad enigmática de algunos cuadros mironianos. "Tanto Picasso como Miró tuvieron una gran relación con la tierra, y su estancia en estos paisajes telúricos les acompañará siempre", asegura del Moral.

El proyecto se convierte también en el recuerdo de dos artistas que cambiaron la vida del fotógrafo. "Crecí en París en la década de los 50, y para una familia de exiliados republicanos como la mía era importante saber que alguien como Picasso nos apoyaba", recuerda. En el caso de Miró, la importancia en la vida de Jean Marie del Moral fue aún mayor. "Le conocí en 1978, después de la representación de la ópera Muera el merma, una versión delUbú rey de Jarry inspirada en Franco, y le dije que quería fotografiarlo en su estudio. Me dijo que tenía que ir hasta Son Abrines, en Mallorca". Fue así como Jean Marie del Moral empezó a hacer retratos de artistas en sus espacios de trabajo. "Desde entonces he fotografiado más de 200", dice. Hay desde Antoni Tàpies hasta Roy Liechtenstein, Antonio Saura, Ai Wei Wei y Miquel Barceló, a quien ha seguido durante casi cuatro décadas. "Los talleres nos dicen muchas cosas de los artistas que trabajan –explica–. Son espacios íntimos y creativos. Laboratorios en los que puede pasar de todo, aseguraba Picasso".

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