9 piezas en 7 minutos: así ha sido el robo de joyas de Napoleón en el Louvre
No ha habido ninguna víctima y el museo ha permanecido cerrado durante todo el domingo
BarcelonaNo es un guión cinematográfico, pero lo parece. Este domingo por la mañana, cuando hacía algo más de media hora que había abierto sus puertas, el museo más visitado y famoso del mundo, el Louvre, ha sido desalojado. Todos los turistas han tenido que abandonar rápidamente las salas porque unos ladrones enmascarados habían entrado en la Galería Apolo. En una rapidísima incursión, se habían llevado nueve piezas –una la han perdido por el camino– de la colección de joyas que forma parte del tesoro de Francia y que lucieron reyes y miembros de la dinastía Bonaparte. El museo ha permanecido cerrado todo el domingo, en parte para evitar la destrucción de pruebas y facilitar la investigación. En su web no especifica sus motivos, pero sí reembolsará las entradas.
El robo se ha realizado entre las 9.30 y las 9.40 horas de la mañana. La ministra francesa de Cultura, Rachida Dati, ha explicado a través de las redes sociales que se ha abierto una investigación y que no ha habido ninguna víctima ni ningún herido.
Los ladrones han logrado acceder al edificio, que en el pasado había sido el lujoso palacio de la monarquía francesa, con un montacargas –una escalera mecánica instalada en la calle– que se utilizaba en unas obras. Han entrado directamente en la Galería Apolo, la sala que hizo construir a Luis XIV, que escogió el sol como emblema, y que lleva el nombre de la deidad de la luz, la música y la poesía.
El ministro del Interior y antiguo prefecto de policía de París, Laurent Nuñez, detalló a France Inter que los ladrones rompieron varios cristales con una radial. Después, tres entraron en el museo, mientras otro les esperaba fuera. Todos han huido en motocicleta en dirección a la autopista A6. La operación sólo duró siete minutos. "Han actuado muy, muy rápido", ha precisado el ministro.
Los asaltantes se han intentado llevar nueve piezas de la colección. En concreto, según el ministerio de Cultura francés, las piezas robadas son: una diadema, el collar del conjunto de zafiros y el pendiente (una de la pareja) de zafiros del conjunto de la reina María-Amelia y de la reina Hortensia, el collar de esmeraldas y un par de pendientes de esmeraldas "junto" diadema y un broche de la emperatriz Eugenia. Un botín más que notable.
El ministerio de Cultura ha explicado que las alarmas de seguridad de la galería se han activado de "modo inmediato". "Los agentes del museo, que se encontraban cerca de la zona, han intervenido con gran rapidez aplicando el protocolo establecido: avisar a las fuerzas de seguridad y priorizar la protección de los visitantes". Según el ministerio, gracias a la actuación de los vigilantes, los ladrones huyeron "apresuradamente": "Han dejado atrás varios equipos y algunos objetos robados, entre ellos, la corona de la emperatriz Eugenia, que fue recuperada". Lamentablemente, la famosa corona, de valor incalculable, que fue diseñada por el orfebre Alejandro-Gabriel Lemonnier y encargada por Napoleón III como regalo de boda para Eugenia en 1853, ha sufrido daños.
Muchas de las joyas que se exponen en la sala Apolo tienen una larga historia. Formaron parte del patrimonio de los monarcas franceses hasta que, durante la Revolución Francesa, muchas piezas fueron robadas y vendidas o se perdieron. Cuando Napoleón I se proclamó emperador de Francia, en mayo de 1804, hizo todo lo posible para reconstituir el tesoro de la corona. La sala Apolo es una exaltación del lujo y el alarde que suele acompañar a las monarquías. Luis XIV tenía auténtica pasión por las piedras preciosas y tenía una colección impresionante: 800 piezas.
Una de las joyas que recuperó el emperador francés es uno de los diamantes más grandes del mundo y de la colección: el famoso Regent, de más de 140 quilates. Descubierto en unas minas de la India, durante la Revolución Francesa le escondieron en las vigas de un techo. Este famoso diamante sigue en el Louvre. Los ladrones no se lo han llevado.
Las autoridades consideran que se trata de un equipo altamente organizado que habría preparado el golpe con antelación. Los investigadores analizan ahora las cámaras de seguridad para identificar a los autores del robo. La Fiscalía de París ha ordenado que lo investigue la Brigada de Represión de la Delincuencia de la Policía Judicial (BRB) y la Oficina de Lucha contra el Tráfico de Bienes Culturales. Por el momento, no ha trascendido el valor que puede tener todo lo que los ladrones se han llevado. Una de las cuestiones que preocupa a los investigadores es que los ladrones desmonten las joyas para venderlas y, por tanto, sea más complicado recuperarlas.
El alcalde de París Centre, Ariel Weil, ha explicado a Le Parisien que el robo le ha causado una gran "estupefacción". "Es un choque que necesariamente planteará preguntas sobre la seguridad", ha dicho. "Parece como si estuviéramos dentro de una historia de Arsène Lupin. Hasta ahora parecía un guión de película. Nos cuesta imaginar que, aparentemente, sea tan fácil robar en el Louvre", lamentó. Weil también ha asegurado que el cierre inesperado del museo, que el pasado año recibió cerca de 9 millones de personas, un 80% de las cuales turistas extranjeros, ha provocado algunos problemas de orden público.
El robo puede provocar algunos cambios en el museo. La ministra de Cultura ya ha avanzado que quizás hay que adaptarse a métodos y grupos cada vez más sofisticados: "Los museos deben adaptarse a nuevas formas de criminalidad, que son bandas organizadas y profesionales que entran tranquilamente, cogen el botín y se van sin utilizar la violencia", ha asegurado.
Uno de los robos más famosos que ha habido en el Louvre fue hace más de un siglo. El 21 de agosto de 1911, la pintura más admirada por los turistas, La Gioconda de Leonardo da Vinci, desapareció. Se la llevó Vincenzo Peruggia, un italiano que trabajaba en el museo. Se escondió durante la noche y al día siguiente salió con la pintura escondida debajo de la bata. El cuadro fue recuperado en 1913 en Florencia, después de que Peruggia intentara venderlo a un coleccionista italiano.